En Huaco, donde el viento parece hablar entre los cerros y el silencio guarda melodías antiguas, hay un rincón que respira historia y poesía. Bajo la sombra espesa de un algarrobo centenario descansan los restos de Eusebio de Jesús Dojorti Roco, el hombre que, con el nombre de Buenaventura Luna, llevó la voz de Jáchal al país entero.
El mítico artista murió en 1955, a los 49 años, lejos de su tierra natal. Un año después, sus restos fueron trasladados desde Buenos Aires hasta el cementerio de Huaco, donde hoy el pueblo le devuelve cada día el cariño que sembró en sus coplas. El mausoleo, de piedra y cemento rústico, está rodeado de placas, guitarras de metal y flores secas que el viento no se atreve a mover.
Embed - Rinconcito Sanjuanino - Tumba de Buenaventura Luna
Una guitarra adorna el sitio, aunque quienes lo conocieron aseguran que el “Tata Buena” no tocaba: componía silbando. De aquel silbido nacieron tonadas y versos que siguen latiendo en las peñas, en las radios del interior, en los festivales donde su nombre se pronuncia con respeto.
Cada 29 de julio, en el aniversario de su muerte, y cada 19 de enero, día de su nacimiento, el cementerio se llena de vida: músicos, bailarines, poetas y vecinos se reúnen entre las tumbas para celebrar su legado. Es una fiesta sencilla y profunda, donde el dolor y la alegría se entrelazan, como si el mismo Buenaventura volviera a silbar desde el más allá.
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El reconocimiento oficial no tardó en llegar. En 2023, la Cámara de Diputados de San Juan declaró su tumba como Bien integrante del Patrimonio Cultural de la Provincia. Y en 2024, la Municipalidad de Jáchal emitió un edicto para proteger el lugar y ordenar el mantenimiento de las parcelas vecinas, preservando así un símbolo de identidad jachallera.
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Hoy, el descanso del “Tata” sigue siendo uno de los rincones más visitados del departamento. Quienes llegan hasta allí lo hacen con respeto y emoción, sabiendo que bajo ese algarrobo no solo reposa un poeta, sino una parte del alma de San Juan. Porque en Huaco, entre la piedra y el canto, la poesía y la tradición siguen conversando con el viento, manteniendo viva la voz eterna de Buenaventura Luna.