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Aniversario

El decálogo de curiosidades de Gioja y la caída del helicóptero: a 12 años de la tragedia, de las pesadillas al milagro de Brochero

Del sueño de las ramas que le crecían por la boca a la desesperación por caminar, de sacarse la tierra de la cara a tener que aprender todo de nuevo. Las imperdibles memorias de un ex gobernador que renació confiado en médicos y santos.

Por Miriam Walter

“Mi familia nunca puso en duda que yo iba a vivir, mi mujer y mis hijos sobre todo. Mis hermanos a lo mejor: el Juan Carlos andaba cagado. ¿Te acordas que apareció en Crónica que yo había fallecido? Yo tenía esa imagen de la plaquita en el celular y se me borró. ‘Murió el gobernador José Luis Gioja’, decía con fondo rojo y letras blancas. Qué boludo, no la tengo ya”, se lamenta sentado su oficina de toda la vida, sobre calle 9 de Julio. Entre los muchísimos cuadros que la adornan, en los que sobresalen muchos perones, evitas y miembros de su familia, hay uno del plantel de Racing, con los jugadores cargando una bandera con la leyenda “Fuerza Flaco”, que le dedicaron en momentos en que el confeso hincha peleaba para no morirse.

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Pasaron justo 12 años desde aquel 11 de octubre de 2013, cuando el helicóptero de José Luis Gioja se cayó en Valle Fértil. La tragedia se llevó la vida de la entonces diputada nacional Margarita Ferrá y dejó a los ocupantes del vuelo con serias heridas. Para el entonces primer mandatario de San Juan la tragedia significó 119 duros días para recuperarse, de los cuales pasó 44 en el Hospital Rawson; y 75 en Buenos Aires, incluyendo 59 en la Terapia Intensiva del Hospital Italiano.

Junto a TIEMPO DE SAN JUAN, el dirigente recordó los 10 episodios más imborrables de ese trance que lo marcó para siempre, algunos para reir, algunos para lagrimear, y algunos que nunca había contado.

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El cinturón desatado

El descuido, o tal vez el destino, jugó un papel crucial en la supervivencia de Gioja. Momentos antes del despegue, el helicóptero iba a regresar a la ciudad tras inaugurar internet en Ischigualasto. En el aparato viajaban Margarita Ferrá, Daniel Tomas, el piloto Aníbal Touris, Héctor Pérez y el entonces gobernador.

Gioja confiesa que él fue el único que no tenía el cinto de seguridad puesto, como tantas veces. Estaba "huevando ahí con la cartera" de Margarita, repartiendo caramelos y chocolate y no se imaginaba lo que pasaría. El momento del accidente fue caótico: al levantar el vuelo, una gran polvareda se levantó en la cancha que no habían regado como en la llegada, y el helicóptero, al girar para salir, se enganchó con los cables a unos 13 metros de altura. Al cortarse el rotor, la nave comenzó a girar y él, sin cinto, empezó a golpear con su cuerpo las paredes. “Me acuerdo del ruido, como un cortocircuito grande del rotor”, dice.

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Al caer, el helicóptero pegó de lado. "Cae del lado de la Margarita", recuerda. El cinto de seguridad, que a él le faltó, fue fatal para la diputada: "A la Margarita lo que la mata en definitiva es el cinto que la aprieta", dice. En el impacto, Gioja fue despedido, rompiendo la puerta con su cuerpo y cayendo a "3 o 4 metros del helicóptero", quedando inconsciente afuera. “Me salvó no tener el cinturón”, lanza.

Embed - Gioja a corazón abierto: A 12 años de la caída del helicóptero

La conciencia post-caída en Valle Fértil

A pesar de la violencia del impacto y de haber sido buscado inicialmente dentro de la nave, Gioja despertó tirado en la tierra. En ese momento, solo quería sobrevivir y respirar. Él se recuerda "sacando tierra de la boca, limpiándome la cara y gritaba, me acuerdo que gritaba, los llamaba los otros". Aunque no entendía del todo lo que había pasado, sentía que la hélice del helicóptero seguía funcionando y, temiendo un incendio, gritaba: "Párenlooo”.

Fue Freddy, parte de la custodia, quien lo encontró y lo subió a una camioneta. Gioja estaba consciente y recuerda el traslado al hospital de Valle Fértil. Durante ese tiempo, aunque herido, seguía dando directivas a sus colaboradores, diciéndoles sobre un helicóptero de Gendarmería que escuchó que estaba en viaje hacia el Valle: "Que no vengan, que no vengan".

También pidió ir al hospital público. “Me acuerdo que al Freddy le dije de entrada, quiero ir al hospital que lo habíamos inaugurado un par de años antes, yo sabía la complejidad y que no habíamos terminado la terapia intensiva, pero no me imaginé que iba a ir de cabeza a la terapia. Entonces yo decía, al hospital, al hospital, al hospital". A pesar de la gravedad, su espíritu se mantuvo firme: ¿Pensaba que se estaba muriendo? “No, nunca, nunca, nunca". Cuando llegó al Rawson quedó inconsciente.

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La fe y el milagro del Cura Brochero

Gioja atribuye parte de su milagrosa recuperación a los ruegos de la gente, más allá de la ciencia. No se escatimó en atención médica, y los especialistas "hicieron todo lo que pudieron". Sin embargo, la fe estuvo presente primero con una mesita llena de estampitas en los pasillos del Hospital Rawson y luego en la terapia intensiva del Italiano, un lugar que prohíbe el ingreso de objetos externos por riesgo de contaminación.

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Su hija Flavia, que es monja, logró introducir una estampita del Cura Brochero. Gioja la escondió abajo la almohada para que no la encontraran. Aunque se muestra cauto con lo del milagro, en el fondo está convencido: "Puede ser un milagro de Brochero. Yo nunca quise decirlo porque viste, van a decir que lo digo por la política", reflexiona. No es un dato menor porque el accidente se dio antes de que el curita sea canonizado en 2016. Confiesa “soy fan de Brochero”.

Embed - El milagro que paso desapercibido del Cura Brochero a Gioja

Además, el Nuncio Apostólico (representante del Papa en Argentina) lo visitó, y el cura sanador de Caucete, Eric, lo visitaba de noche para curarlo. Otra experiencia que no cuenta mucho pero sí lo dijo su hijo Gastón es que una vez le llevó un sanador y el paciente efectivamente movió la mano contra todo pronóstico.

Pesadillas en terapia intensiva

Gioja pasó casi un mes inconsciente en el Hospital Rawson de San Juan, antes de ser trasladado al Italiano en Buenos Aires. De esos días, no tiene recuerdos conscientes, solo sueños y pesadillas.

Sobre una de las pesadillas más vívidas, cuenta que “para mí debe haber sido el día que peor estuve. Yo siempre llevo puesta una cadenita con un crucifijo, pero de siempre, no de ahora. Entonces soñé que me llevaban como cinco o seis tipos con uno que mandaba, que era un hijo de puta. y que decía, ‘Tengan cuidado con ese, tengan cuidado, agárrenlo bien’. Y yo peleaba, y el tipo decía "sáquenle la cadena, sáquenle la cadenita’ Y yo me aferraba a la cadenita y logré escaparme.

También recuerda haber soñado que le crecían plantas y ramas que le salían por la nariz y la boca. Más tarde, el personal médico le explicó que eso se debía a que, al tener las manos libres, él mismo se había desconectado y sacado los cables de la boca cuando estaba muy grave en terapia intensiva.

Embed - Las extrañas pesadillas que tuvo Gioja mientras estuvo internado

Las lágrimas ajenas y la risa propia

Un aspecto recurrente de su internación fue la reacción emocional de sus visitantes, ante lo cual él se mantenía sorprendentemente sereno. A sus seres queridos, incluido su círculo político, se les había dado la directiva de no molestarlo y, sobre todo, no llorar al verlo.

Sin embargo, cada persona que entraba se ponía a llorar. Gioja se lo tomaba con humor, riéndose de la situación: "Yo me empezaba a cagar de risa. Les decía ‘Dejen de joder, el que tiene que llorar soy yo’. Recuerda el caso de Pancho Elizondo, que era intendente de Valle Fértil cuando cayó el helicóptero. Se sentía culpable y rompió en llanto al verlo en la cama. Gioja lo tuvo que tranquilizar: "Vos sos pelotudo, hermano. Dejate de joder”, le dijo.

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Además, uno de los momentos más emotivos fue cuando se enteró de que Daniel Tomas estaba vivo.”Yo soñé que se habían muerto la Margarita y el Daniel Tomas. Estaba segurísimo pero no me decían ni mierda, cuando me desperté, nada. Y una mañana, los pocos días de que yo recupero el conocimiento siento que el Gastón (hijo) estaba hablando por teléfono y dice ‘Hola, Daniel, ¿cómo estás?, Bla bla’. Yo no podía hablar por la traqueotomía. Me acuerdo que agarré y me tapé la garganta para que saliera el sonido. Y le digo, ‘¿Qué Daniel? ¿Qué Daniel?’ y me dice ‘el Daniel Tomas’. Yo le decía ‘pero cómo, ¿no se ha muerto con la Margarita?’. Después cuando vino a verme se puso a llorar. Yo no sé por qué pero no lloraba nada”.

Su hija, la mano que no soltó, y el melón

El momento apenas ocurrido el siniestro, en que recuperó la consciencia en la terminal de San Juan, fue marcado por el reencuentro con su familia. Cuando el helicóptero aterrizó, la camilla lo esperaba, y la primera persona que vio fue a su hija Flavia.

"La primera que está es mi hija. Entonces le estiro la mano y mi hija me da la mano. No se la solté más". Ella subió con él y lo acompañó en la ambulancia hasta el hospital. Justo al entrar al sentir unos aplausos, se desmayó y ya no recuerda más. Reflexionando sobre el impacto de ese gesto, Gioja afirma: "No hubiera sido lo mismo sin esa mano, capaz. No sé evaluar cómo es. No sé cómo son las cosas médicas, pero seguro que sirvió".

También recuerda que “el Ricardo, mi hermano, una vuelta estaba en terapia y antes de entrar lo revisaban. Yo no sé cómo hizo este pero apareció con una tajada de melón. El melón de San Juan. No sabés qué cosa rica comerse una tajada de melón ahí”.

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El llamado de Cristina y activo en la política

Pese a estar en estado crítico en terapia intensiva, Gioja se mantuvo al tanto de las cuestiones políticas y de gestión. La entonces presidenta, Cristina Kirchner, también había sufrido una cirugía al mismo tiempo. Ella se enteró de su estado estable a través de la radio en el coche, y posteriormente lo llamó por teléfono. Gioja, para poder hablar con ella y su equipo, debió taparse el orificio de la traqueotomía. Lo fueron a ver varios políticos importantes, varios gobernadores, ministros, diplomáticos, dirigentes sindicalistas. Los que más lo visitaron fueron el entonces secretario general de Presidencia, Oscar Parrilli; y el entonces gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli.

Durante su convalecencia, seguía consultando temas con sus colaboradores. Recuerda específicamente el conflicto minero en Lama. Les decía: "Miren, aprieten, aprieten" y se quejaba de no poder ir a Chile a gestionar personalmente.

Apoyo de la "Academia" y abrazo al hospital

El apoyo que recibió Gioja no fue solo político y familiar, sino popular y deportivo. Mientras estaba internado en el Hospital Rawson, la gente organizó misas junto al padre Rómulo Cámpora y un "abrazo al hospital".

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Además, como hincha de Racing, recibió un gesto especial de su club. En un partido en Avellaneda, la hinchada sacó una foto de apoyo. Le enviaron una camiseta firmada por todos los jugadores también.

Ni hablar cuando volvió a San Juan. Fue una fiesta popular en todo el trayecto desde el Aeropuerto a Casa de Gobierno. “Cuando llego acá la verdad que fue impresionante. La verdad no me la imaginaba porque yo había quedado con el Juan Carlos y había quedado con el Lito y con Marcelo que no hicieran nada, que no dijeran que yo llegaba. Pero se enteraron de que yo llegaba ese día y fue impresionante la gente”, recuerda. Su regreso a San Juan, sano, fue un 7 de febrero de 2014. Explotaron los aplausos, los mismos que escuchó varias veces, a veces con los ojos cerrados.

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Recordó que ese día de la vuelta a su terruño “el avión iba a salir a las 4 ó 5 de la tarde y hasta la 1 de la tarde estaba cortada la luz porque hacía un calor de la mierda, había un tormentón. Teóricamente no podía salir el avión porque había mal tiempo. Pasó el mediodía, salió el sol y salimos. No sé si aguantaba un día más, era una desesperación por volver”.

El reto del médico

En el Hospital Italiano, ya consciente, Gioja estaba harto de estar en terapia intensiva, escuchando gritos y llantos de otros pacientes, y rogaba irse a casa incluso sin pasar por terapia intermedia como es usual. El jefe de terapia intensiva, Eduardo San Román, era estricto y lo tenía cortito: "Hermano, no te duermas, la cama es el peor enemigo de las enfermedades. Sentate, abrí los ojos, recostate”, le decía.

Cuando Gioja insistió en irse, San Román le propuso un desafío inaudito para un paciente con sus lesiones: "Si salís caminando solo, te vas, te dejo ir". Gioja tomó el reto muy en serio. “¿Para qué me dijo? Me acuerdo que me sacaban en silla de rueda a andar por los pasillos para que tome el sol. Me empecé a parar yo, por supuesto con la ayuda de los kinesiólogos y de los chicos. Me apoyaba en la silla de ruedas y empezaba a caminar en la pieza y después salía a caminar afuera. Y después aprendí a caminar y salí a pie del Italiano”.

El doctor, asombrado, le dio el alta. No obstante, lo obligó a quedarse 15 días más en Buenos Aires para rehabilitación. Pasó del Hospital a la casa de las monjas. Allí siguió su riguroso tratamiento y empezó a compartir momentos intensos con su familia, como almuerzos y cenas preparados por su incondicional esposa Rosita.

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La alegría de vivir y las secuelas sin psicólogo

La tragedia dejó a Gioja con una profunda convicción: "amar la vida, defender la vida. Me parece que eso decir, voy a salir ". Después del accidente, tuvo que reaprender funciones básicas: "aprender a caminar, aprender a mear, aprender a comer, tenés que hacer todo de nuevo".

A pesar de la gravedad de sus lesiones (fracturas de costillas, omóplato, dos vértebras y la extirpación del bazo) y de lo fuerte de los hechos, confiesa que nunca fue a un psicólogo: "No fui, capaz que sí necesitaba, pero yo consideré que no". Las secuelas físicas que le quedan son la marca de la traqueotomía y “dolores de espalda permanentemente".

Curiosamente, al visitar la Terapia del Rawson tras volver a San Juan, no recordaba a las enfermeras ni a los kinesiólogos que lo habían atendido. Cree que esta amnesia es una protección de la propia vida "para no tener traumas después".

“Hoy estoy acá, agradecido la vida, disfrutando cada día que pasa, agradecido a mi familia, que la verdad que se portó como siempre. La familia es lo último que me queda”, reflexiona.

Ya no hay pesadillas. Sueña con volver a hacer el Cruce de los Andes, pero todavía no lo dejan.

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