Por lo general, cuando nos enfocamos en este tipo de recuerdos, excusamos a nuestros padres por su comportamiento o simplemente nos repetimos que no nos pasó nada malo, y no está mal, nos dieron lo que pudieron con lo que había, pero la historia cambia un poco cuando tenemos hijos, ya que el proceso de racionalización sufre modificaciones.
Vivimos tiempos distintos, épocas diferentes, patrones de conductas que han cambiado y evolucionado, hoy no se puede educar de igual manera a como fuimos educados porque creeríamos seres inadaptados, y además debemos ser conscientes que es muy positivo tomar todo lo bueno que tuvo nuestra educación e intentar superarla con nuestra forma de entender hoy la vida.
El paso más importante a dar, y más cuando somos personas a las que les han marcado experiencias muy fuertes, es el de construir una buena base a través de la comunicación y la lealtad. Es por esto que el principio base de todo esto es poner en palabras lo que nos pasa, expresándolo de manera diferente a como lo escuchábamos en casa por ejemplo: “estamos sintiendo, no estamos lidiando con……”, “si volviera el tiempo atrás no volvería a tener niños”, por “mi hijo/a me cambio la vida y me está enseñando a ser mejor persona”.
Esta manera de expresarnos está estrechamente ligada con el hecho de ser conscientes de que los niños, escuchan, procesan la información, tienen emociones y sentimientos y el primer paso es validarlos, tratarlos como personas con las que estamos empezando a construir una relación, en vez de ser sujetos que podemos ir moldeando según nuestros gustos.
La gran mayoría de los padres amamos profundamente a nuestros hijos y queremos que crezcan y se desarrollen plenos y felices. Sin embargo, muchas veces tenemos conductas o actitudes dentro de nuestra vida cotidiana que sin querer ni darnos cuenta, van dañando la autoestima del niño.
Debemos ser conscientes que la autoestima es lo que una persona se dice a sí misma y está vinculada a sentirse querido, acompañado y a ser importante para otros y para sí mismo. Es uno de los componentes de la vida afectiva que tienen mayor incidencia en la calidad de vida de las personas y en su salud.
Ningún niño nace con una autoestima baja, o con miedos o inseguridades, que un niño tenga una autoestima negativa es producto de su entorno y esta causa, obstaculiza su desarrollo ya que genera sentimientos de incompetencia, de ser poco valioso y por ende, poco querible.
Los primeros años de vida son fundamentales para formar una sana autoestima y la imagen que transmiten los padres a sus hijos es crucial para ello. Algunos errores frecuentes que cometemos involuntariamente los padres y que menoscaban la valoración personal de un hijo son:
No dialogar con nuestros hijos, incluso no negociar con ellos, nos aleja de una buena relación en el ámbito familiar. No importa la edad, habla con ellos, ya que tu entonación, tu manera de expresarte, lo que le dices y como lo dices, y todo tu lenguaje no verbal es captado de una u otra manera por tu hijo/a. No se puede NO comunicar', y debemos siempre hacerlo en los mejores términos.
- Transmitir a los niños los miedos de los padres.
Nuestros miedos, son nuestros, quizás heredados, y si nos los han transmitido generaciones anteriores, debemos no trasladárselos a nuestros hijos.
Los miedos existen cuando se es padre en todas las edades, pero suelen potenciarse en la preadolescencia y adolescencia, ya que es en ese momento cuando comienza el despegue y se producen las primeras salidas y permisos para vivir nuevas experiencias, las cuales nos pueden parecer un riesgo para ellos. Trabaja tus propios miedos e inseguridades, papá mamá, pero no se lo proyectes a tu hijo. Lo que no hayas podido procesar en tu infancia hoy como adulto lo puedes revertir con terapia y ser el mejor ejemplo para tus hijos, o ¿Acaso quieres un hijo miedoso o inseguro? Piénsalo!!
- No prometas lo que no puedas (o quieras) cumplir
Esta fea costumbre es uno de los peores errores de los padres. Puede que nosotros no le demos mucho valor a eso que les decimos a nuestros hijos que vamos a hacer, pero ellos lo valoran mucho. Cuando los niños se dan cuenta de que no cumplimos nuestras promesas, estamos generando desconfianza ante nuestra palabra, y eso lo proyectaran en el futuro con desconfianzas.
- La ausencia de límites para los niños
No poner límites a tus hijos es como ir con el coche por una carretera a oscuras y no llevar luces. Igual que nosotros cuando conducimos, nuestros hijos necesitan saber dónde están sus límites, aunque nos desafíen a sobrepasarlos. Es la única forma de saber lo que está bien o no para el desarrollo de su vida. Estos límites y normas también llevarán aparejados las consecuencias de no cumplirlos y aquí también tenemos que evitar no cumplir con ellas.
Poner límites debe ser algo que medido y coherente, donde el niño sea puesto en primera persona entendiendo que lo que se le pide es por su propio beneficioso como por ejemplo ser educado, higienizarse todos los días, adquirir hábitos saludables, valorar lo que se tiene, ….En este punto es muy importante no confundir límites, con mandatos.
- Depositar nuestras expectativas y exigencias sobre los hijos
Poner expectativas sobre nuestros hijos para que sean ellos los que terminen todo lo que nosotros no fuimos capaces (o para que tengan lo que nosotros no tuvimos) es otro de los peores errores que podemos realizar con nuestros hijos. Evita hacer una proyección de ti en tus hijos.
Tu viviste la vida que pudiste, quisiste o la que te toco. Ellos deben escoger la que deseen, tomando sus propias decisiones, equivocándose, arriesgando o no, pero no deben ser lo que tú no fuiste y quisiste ser.
- No encontrar un consenso entre los padres
En todas las parejas hay uno que hace de 'policía bueno' y otro que hace de 'policía malo'. Sin embargo, estas posiciones son un gran error. Por eso, si es posible, antes de decirle algo a tu hijo, encontrad ese punto de acuerdo para no contradeciros ante el niño. Las claras referencias evitarán los mensajes contradictorios.
- Sobreproteger a los niños es un error
Evitar que los niños cometan errores es uno de los peores de los padres, pero también responsabilizarles de tareas que no le corresponden por su edad. Son comportamientos que realizamos sin querer y que pueden traer consecuencias graves al desarrollo de nuestros hijos.
8.- Autoritarismo. "Aplicar la autoridad sin objetivos concretos".
El autoritarismo en la educación de nuestros hijos es tan perjudicial como la permisividad. Desde Europa Coaching recomendamos aplicar la Disciplina Positiva. Este enfoque, trata de mantener la educación en un punto medio, es decir, no incluye ni el control excesivo, ni la permisividad, se basa en el respeto mutuo y la colaboración.
Los criterios a tener en cuenta para una Disciplina Positiva son:
- Es conveniente ser amable y firme al mismo tiempo (se debe aplicar una comunicación respetuosa y motivadora).
- Debes ayudar a tus hijos a sentirse importantes (conexión).
- La disciplina positiva es eficaz a largo plazo.
- Este modelo educativo enseña valiosas habilidades para la vida (respeto, habilidad para resolver problemas, participación, colaboración, responsabilidad...)
- Además, ayuda a que los niños desarrollen sus capacidades y sean conscientes de ellas.
9.- Elogiar en exceso. "Niños caprichosos y débiles emocionalmente"
No hemos de confundir el refuerzo positivo con el elogio constante. No se trata de elogiar por elogiar, sin moderación ni motivo. Si quieres realizar una alabanza a tu hijo/a, has de saber que los elogios más eficaces son los que se refieren a actuaciones concretas, teniendo como objetivo que el niño diferencie lo que está bien de lo que está mal.
10.- Olvidar lo que significa ser niños.
Uno de los mayores errores que pueden cometer los padres es pretender que sus hijos se comporten como adultos. Los niños deben disfrutar de su infancia y, sobre todo, del juego, porque este es su principal herramienta de aprendizaje.
Más adelante, cuando crezcan, habrá tiempo para que la casa esté en orden. Por supuesto, no se trata de permitirles todo pero sí de darles cierta libertad para que dejen volar su imaginación y se diviertan. No recargues su agenda con demasiadas actividades extraescolares y no les exijas mucho más de lo que pueden dar a su edad porque de esta forma solo estarás añadiendo una presión innecesaria a sus vidas y arrebatándoles su infancia.
Recuerda que la forma en la que los padres nos relacionamos con nuestros hijos es la base de las futuras relaciones que tendrán fuera de la familia. Si escatimamos en gestos de cariño, si no damos importancia a las emociones, si usamos el chantaje emocional, si no practicamos la inteligencia emocional, si no damos el lugar adecuado a la gestión emocional, etc. nuestros hijos no sabrán relacionarse con los demás desde el amor. Lo harán, pero desde el miedo, la frustración, la envidia o cualquier otra emoción que no le generará una buena relación.
Por último, y no menos importante, por favor, no compares a tu hijo ni con sus hermanos ni con otros familiares o amigos. Trata a tu hijo desde ese especial y único ser que es. De lo contrario, se sentirán rechazados, inseguros o frustrados por no llegar a ser como los demás.
Cada hijo viene a este mundo a enseñarte algo, a desafiarte, a traspasar tus límites…., de ti dependerá dejarte atravesar por la maternidad o la paternidad, o seguir repitiendo la historia vivida sin evolucionar.
Escrito por: Carlos Fernández
Coach y psicólogo.
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