Quejas más habituales expresadas por las mujeres:
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SUSCRIBITEQuejas más habituales expresadas por las mujeres:
Los hombres no son muy de guardas fechas o detalles de sus relaciones y ese hecho hace pensar a la mujer que no es de importancia la relación para ellos, provocándose reproches y situaciones de culpabilidad.
Pero si bien esta una acción que molesta a la mujer, una de las quejas más frecuentes está relacionada con no sentirse escuchadas en profundidad, es como si la mujer hablara, el hombre la oyera, pero no la escuchara
Pondremos un ejemplo:
Mujer: He comentado 3 veces que mañana voy al pediatra con el niño y él dice que no le suena que se lo haya dicho,
Mujer: Llevamos 10 años juntos y te he dicho 100 veces que no me gustan las natillas, no me has visto nunca comerme una y todavía dudas de si en el restaurante voy a pedir natillas de postre.
Aunque es cierto que excepcionalmente hay hombres que se fijan en cualquier detalle, en boca de muchas mujeres está el “Vas a la peluquería, te pones mechas o te cambias el color de pelo y si no sacas tú el tema ni se fija”.
Queja totalmente extrapolable al estreno de una prenda de vestir; de los bolsos y demás complementos no hace falta comentar nada. Y si además del no darse cuenta de lo estupenda que una se ha puesto, el hombre es aficionado a los apodos o comentarios relativos a la ganancia de peso en forma de “mi gordi” o “vaya tripita que estás echando” la distancia emocional, si no física, está garantizada.
En el fondo se espera satisfacer una necesidad psicológica básica: la necesidad de reconocimiento, de que te vean, en este caso en forma de un halago sobre la apariencia física y el saber que aún le agrada la persona que eligió.
Aunque por supuesto no se puede generalizar, si hay alguna queja reina por parte de las mujeres en una terapia de pareja es la de “no quiero tener que decirle yo lo que hay que hacer, no soy su madre”. Y que en la práctica se concreta en redactar la lista de la compra (“¿es que él no vive en esta casa?”), decirle que hay que limpiar el baño (“¿no lo ve?”), recordarle que tiene la cita con el médico especialista tal día, etc.
En la parte emocional el reproche es que no se le cae una idea en nada de lo referente a la relación de pareja, no tienen iniciativas, no está pendiente de ninguna necesidad que surja entre ambos, le viene bien cualquier cosa, es una rutina constante mi vida a su lado, no es capaz de tomar una decisión ni para vestirse.
El creer que lo saben todo y aparentar una falsa seguridad pone de los nervios a muchas mujeres en su relación de pareja. Pongo un ejemplo:
Afortunadamente en la actualidad se dispone de GPS, pero aun así, si este dispositivo falla la mujer se pregunta y le pregunta a su pareja: “¿por qué no paramos y preguntamos?”. Pues no, vamos a seguir dando vueltas que somos autosuficientes.
Ante un problema emocional pasa lo mismo, se encierran y no suelen poner en palabras sus sentimientos generando un bloqueo y silencio que provoca distanciamiento y bronca y la relación.
Aunque esta no suele ser una demanda que se hace de forma explícita al hombre, lo cierto es que en muchas ocasiones, tras mantener relaciones sexuales, la mujer desea establecer un vínculo afectivo en forma de contacto físico con su pareja para sentir que es especial, aunque racionalmente lo sepa.
La respuesta a este deseo de la mujer suele ser que el hombre se queda dormido por la liberación de una serie de sustancias inductoras del sueño. ¿Y si dejamos que el sueño nos coja abrazados aunque enseguida le demos la espalda?
Quejas más habituales expresadas por los hombres:
Si hay algo que desespera a un hombre es que su pareja no esté lista en el tiempo que dice que va a estar y que ese “en 5 minutos termino” se conviertan en media hora. Los ruegos continuados de que empiece a prepararse antes parecen no ser oídos y el ambiente se va caldeando para la próxima vez.
Es esta una conducta típicamente femenina que las mujeres llevan a cabo cuando ven callados a sus parejas. Cuando ellas preguntan, la respuesta generalmente es “no estoy pensando en nada”, cosa que a la vez saca de quicio a las mujeres, y ahí empiezan las repreguntas o las expresiones que provocan tensión.
Lo cierto es que, o no están pensando en nada, o desde luego están pensando en algo banal que no tiene nada que ver con lo que ellas imaginan que están pensando, ya que el hombre es muy lineal en sus respuestas.
Saca de quicio al hombre que las mujeres comiencen una conversación dando rodeos y se anden por las ramas “a ver si te pillo” o “a ver si llegas al mismo lugar que yo aunque yo no te diga a dónde quiero llegar”. En definitiva, que se les pida que sean adivinos, por ejemplo:
“Quiero ir a la playa porque hace un día maravilloso y además tengo ganas…..” Y en lugar de plantearlo directamente digo: “¿qué te apetece que hagamos hoy?”. La probabilidad de que el hombre adivine que con esta pregunta tiene que responder “ir a la playa” puede acercarse a la de acertar la Lotería, aunque las mujeres consideran que “si de verdad me conociera sabría dónde quiero ir”.
La discusión a partir de este planteo está garantizada y el día de playa acabara en todos enojados y con reproches.
El hombre planea en su cabeza el día de descanso, libre de obligaciones domesticas como por ejemplo, hacer la compra, tener que limpiar el garaje por deseo de su pareja,…... La imposición de hacer estas cosas sin previo consenso o aviso le retrotrae a su infancia, y las obligaciones que no deseaba realizar impuestas por sus padres, provocándole bronca, enojo y rebeldía.
En este punto es muy recomendable por parte de la pareja proponer con antelación que tareas son necesarias realizar en el hogar y consensuarlas, de manera de hacerlas juntos, o repartírselas, pero siempre avisarlas con tiempo por ejemplo:
Día miércoles en la tarde: El sábado en la tarde me gustaría que ordenáramos y limpiáramos juntos el garaje, está todo muy desordenado, te parece bien que lo hagamos. O el sábado me gustaría hacer varias cosas, te parece que mientras yo compro en el supermercado, tú órdenes y limpies el garaje?.
Las mujeres son muy de vivir y revivir lo que les pasa y eso en muchas ocasiones desespera al hombre. Por ejemplo:
Que tras haber pasado toda la tarde con su madre, hermana o alguna amiga continúen las llamadas telefónicas o wasaps cuando se llega a casa. “Pero, ¿qué más os tenéis que contar?”, pregunta el hombre atónito.
Otro ejemplo seria el que después de 5 años de relación y viendo una película apaciblemente juntos, se les cuestiones de la nada al hombre por una escena de infidelidad, un beso que le dio a una chica que le presentaron en una fiesta años atrás que fueron acompañados de miradas y que supuesto la primera discusión de ambos en la relación.
Esa “memoria” y el revivir ese episodio como si hubiera ocurrido ayer desespera al hombre provocándole bronca e impotencia.
Cuando el hombre esta concentrado en algo le cuesta dividir su atención en dos cosas a la vez y termina diciendo a todo que sí, sin saber que se les está preguntando, o directamente se enoja y grita: ¿Y si buscamos un mejor momento para comentar que al techo del baño le vendría bien una manita de pintura…? Deja de joder!!!!
Aquí comienza la guerra, o el enojo de la mujer.
Que las mujeres no tomen la iniciativa para mantener relaciones sexuales y que sean generalmente ellos los que las plantean, arriesgándose a ser rechazados, es algo que planean constantemente como una molestia.
El hombre no puede llegar entender como si el acto de intimidad es de a dos porque él tiene que siempre proponer, cuando ambos lo disfrutan.
Como habrán comprobado nos molestan muchas cosas a ambos sexos, pero reconozcamos que también nos unen otras tantas, y que si en la balanza puede más lo que nos agrada, que lo que nos desagrada, ese es el camino de la continuación de la relación.
Un buena comunicación y ser tolerantes, es la base de llegar a consensos y acuerdos para evitar chocar en todo aquello que nos molesta o nos disgusta, así lo expresamos constantemente en las terapias de pareja donde vemos como por pequeñas cosas no resueltas, ni habladas, se generan grandes fisuras en la pareja.
Escrito por: Carlos Fernández
Coach y psicólogo.
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