En pleno corazón verde de la Capital sanjuanina, el traqueteo metálico sobre los rieles anunciaban la llegada de un clásico que marcó generaciones. El Trencito del Parque de Mayo, inaugurado en 1964 durante la Feria Nacional del Vino y la Industria, se convirtió durante décadas en uno de los mayores atractivos para familias, turistas y, sobre todo, para los más chicos.
La formación original estaba compuesta por tres pequeños vagones, piezas que en sus primeros años de vida habían sido utilizadas en explotaciones mineras. La estructura fue donada por Leopoldo Bravo, y adaptada especialmente para recorrer el kilómetro de vía que serpenteaba entre la arboleda del predio, atravesando un túnel de siete metros que para muchos niños era el momento más emocionante del paseo.
Su época de esplendor se prolongó durante años, con un funcionamiento que, tras la reactivación en octubre de 2003 bajo la gestión de la firma Integral Mitre, ofrecía viajes desde las 11 de la mañana hasta altas horas de la madrugada. Sin embargo, en febrero de 2004 una orden judicial interrumpió su marcha por razones de seguridad. A partir de entonces, el tren entró en un período de inactividad que ni los intentos posteriores de reparación ni las promesas de regreso lograron revertir.
Con el tiempo, algunas piezas fueron retiradas para ser utilizadas durante la Fiesta Nacional del Sol, cuando su sede era el mismo Parque de Mayo. Actualmente, parte de su estructura descansa cerca de calle 25 de Mayo, como un recordatorio silencioso de aquellos días de movimiento constante y risas a bordo.
Hoy, el Trencito del Parque de Mayo vive en la memoria colectiva y en las redes sociales, donde vecinos y visitantes comparten fotografías y anécdotas de su infancia. Más que un medio de transporte, fue un símbolo de encuentro y diversión que, aún en su quietud, sigue siendo parte del patrimonio afectivo de San Juan.
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