En San Juan, no es raro ver cómo en las calles y campos aparecen los característicos enjambres de ramas que ruedan con el viento, como si fueran escenas de un western. Estos curiosos “enjambres” reciben el nombre de plantas rodadoras y corresponden a estepicursores: estructuras aéreas de ciertas especies vegetales que, una vez maduras y secas, se desprenden de la raíz o del tallo y se desplazan impulsadas por el viento.
A diferencia de otras plantas, muchas de estas especies se desprenden por completo de su sistema radicular, permitiendo que toda la estructura pueda moverse libremente. Según explicó Agustina Albeiro, profesora de Geografía e investigadora de Climatología en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes (FFHA), este fenómeno no es casual, ya que cuando hay viento, las plantas pueden desprenderse total o parcialmente para esparcir sus semillas y continuar su ciclo de reproducción.
Estas especies forman parte de un grupo conocido como anemocorias, es decir, plantas cuya dispersión depende del viento. En botánica, la anemocoria se refiere al transporte de propágulos, semillas desnudas o acompañadas de otras estructuras, a través del aire. Esta estrategia tiene múltiples ventajas: permite ampliar el área de distribución de la especie, evita la consanguinidad al separar a los descendientes de la planta madre y reduce la competencia por espacio y nutrientes.
En el caso de San Juan, el viento zonda cumple un papel clave en este proceso. Al soplar, ayuda a que las plantas rodadoras se movilicen y, con ellas, sus semillas, asegurando la continuidad de estas especies en distintos puntos de la provincia.