Emanuel que estudia el quinto grado de la Primaria, Nahuel que está en primero de Secundaria y Luis que está a punto de recibirse de abogado, contaron sus historias a TIEMPO DE SAN JUAN, resultando un relato desde lo más profundo de esos seres resilientes que aseguran que aceptan que se equivocaron delinquiendo y buscan en los libros una salvación. Para los tres, la educación "es todo".
Educándose en la cárcel sanjuanina, cuya población total es de unos 1.800 presos, en la Primaria hay entre 105 y 110 estudiantes (de un total de 160 vacantes); en el Secundario alrededor de 50 en primer año (de 60 vacantes iniciales) y unos 40 entre segundo y tercer año. En el nivel Universitario/Terciario hay 8 estudiantes; y la mayor parte de elige Abogacía, aunque también hay de Administración de Empresas, Contabilidad, e Higiene y Seguridad.
Hay una alta movilidad y deserción, principalmente en la Primaria. Esto se da por beneficios como las salidas transitorias o simplemente por las idas y vueltas que caracterizan este particular ámbito de estudio. En el CENS o Secundario, la dinámica es diferente, porque se nota más responsabilidad y constancia de los alumnos, según comentan las autoridades.
La continuidad de estudios universitarios sí es posible después de la liberación. Dentro del Penal de Chimbas informan que hay casos exitosos, como un estudiante de Abogacía que siguió sus estudios con prisión domiciliaria y egresó, y un técnico en Higiene y Seguridad que está haciendo la licenciatura. En los últimos años, dos universitarios lograron su título estando en contexto de encierro.
Un dato llamativo es que en este circuito educativo hay pocas mujeres en comparación con los hombres, lo que tiene que ver con la población del Penal en general, que es mayormente masculina. Según la información oficial, alojadas en el predio hay unas 50 mujeres por cada 750 hombres. Otro dato interesante es que la mayoría de las mujeres presas tienen el Primario y el Secundario completo.
De los 8 presos que estudian en nivel universitario dentro de la cárcel hay una interna que está estudiando en la Universidad Nacional, que comenzó el año pasado. El resto son hombres, cuatro de ellos comenzaron en la UNSJ y los otros están más avanzados con la privada Siglo XXI.
Tres vidas que reconstruye la escuela
Primaria: Emanuel, el que aprendió a leer a los 27 dentro de la cárcel
Emanuel tiene 39 años y recién aprendió a leer y a escribir en la cárcel de Chimbas. Está detenido desde hace cuatro años y tiene una condena de siete pero está próximo a recibir un beneficio de salida transitoria. Va por su quinta condena.
También está en quinto grado de la primaria. “Yo nunca tuve la oportunidad de estudiar y aprendí a leer y escribir acá. Por cosas de la vida y por cosas que una familia muy pobre”, cuenta.
“Siempre vivimos en Capital, en la Villa del Chorizo, que la erradicaron hace más de 15 años. Somos 9 hermanos y siempre tuvimos que trabajar los más grandes que éramos yo y dos hermanos. Mis papás hacían changas, siempre he trabajado en la Feria de Capital municipal porque he vivido cerca”, cuenta sobre su infancia. Él y sus dos hermanos mayores no tuvieron la oportunidad de estudiar, mientras que sus hermanos menores sí lograron ir a la primaria y secundaria.
A los 18 fue su primer ingreso al Penal y desde entonces intenta estudiar. No fue hasta una década después que pudo alfabetizarse. “Antes me manejaba por no sé… como los mayas con las constelaciones. Es muy lindo aprender”, dice.
“No podía creer lo que me había perdido. Acá aprendí a leer y a escribr. Y bueno, y lo que recibís cuando aprendés esas cosas, porque por ahí sos mal educado porque no tenés estudios”, dice. Planea terminar la primaria en el Penal y al salir meterse a un Secundario.
Dice que se puso a estudiar influenciado por otros presos. “Porque siempre acá hay una motivación que es colectiva de los compañeros uno a otro: mirá que podés, mirá que está bueno, mirá que es la forma’”.
Valora mucho la escuela. “El lugar, el espacio y libertad que tenemos acá, que es buenísimo porque estar encerrado 24 horas y salir un tiempo del encierro es muy valorable. La escuela es un aire nuevo. Te sentís con una libertad y podés hacer cosas distintas, es como que no te sentís encerrado”.
Además de la primaria, estudia metalúrgica. “Seguramente el estudio siempre te hace mejor en todo sentido. Aun cuando uno se ha equivocado”, reflexiona mientras promete que es la última vez que caerá preso. “En eso la escuela ayuda”.
La rutina de Emanuel arranca temprano. “Vengo cuatro días a la semana porque el día de visita no vengo. Me levanto a las 6 de la mañana todos los días para desayunar, para higienizarme y para salir a trabajar. Vengo de trabajar y por ahí no como nada y me quiero venir rápido a la escuela y vengo a la escuela y como recién en la noche”, cuenta sobre su ansiedad.
“Todos los que tenemos la oportunidad de llegar a la escuela lo valoramos mucho y nos preparamos. Temprano, dejamos la ropa lista. Elegimos siempre estar lo mejor presentables posible, las mejores ropas para la escuela, lo mejor que haya y que esté limpio, capaz que no es de marca, pero con que esté limpio está bien”, relata.
Su materia favorita es Matemática pero también disfruta de la literatura. “Me gustan los libros de historia, también he leído El Alquimista, Verónica decide morir y leo la Biblia”, afirma.
Si le preguntan por cómo lo tratan los maestros dice que “son ángeles”. Y se explaya: “Tienen mucha paciencia para nosotros. Nosotros lo que no entendemos lo explican con mucha paciencia, con mucho amor, más allá de lo del pizarrón, la entrega que tienen hacia nosotros, que nos tratan de la manera que corresponde, nunca con el dedo acusador, nunca con la manera de menoscabar, siempre alentándonos, con esperanza”.
Se considera buen alumno: “aprendo de una porque con mi edad es más fácil”, dice. Se siente muy contenido y apoyado por su familia: su esposa, sus cinco hijos y sus hermanos. Sus padres ya no viven. “Mi hijo más grande dejó la Secundaria en cuarto año, tiene 22. Mis hijas están cursando la Secundaria, mi otro hijo está terminando la Primaria y tengo la chiquita que va a jardín.
“Mis hijos saben de mi esfuerzo y lo valoran mucho. Y yo valoro lo que ellos hacen también. Porque sé que es la manera en que van a salir”. Al que dejó el Secundario le pide que retome: “Siempre que tengo la oportunidad de charlar con él, trabaja todo y siempre le digo que vuelva al Secundario. Tiene la posibilidad que yo no tuve”, afirma.
"No sé si me ven como ejemplo de ese sentido, pero sí siempre soy un motivador de que estudien, de que vean la vida de otra manera, que no vean muchas veces las equivocaciones mías porque me he equivocado, pero siempre les hablo de que ellos pueden tener un mejor futuro”, resalta.
Con los compañeros, dice, se lleva bien siempre e incluso les enseña. “Tenemos muchos compañeros que venimos a la escuela. Lo que ahora está pasando es que la familia ha crecido, somos muchos internos y por ahí el espacio físico que tenemos acá en la escuela no puede albergar tanta gente. Entonces hay muchachos que en los pabellones están dando estudio a la gente porque hay mucha gente analfabeta, mucha gente que no sabe leer ni escribir. Entonces entienden la situación como yo. Cuando puedo también doy una mano”.
¿Qué es la educación para Emanuel? “Todo. Lo que me va a permitir ser mejor persona, lo que me va a permitir relacionarme con la gente, con mi familia, no una mente tan cerrada, sino una mente más abierta”.
Cuando salga dice que buscará hacer la Secundaria en una nocturna. Y se pregunta por qué no imaginarse yendo a la universidad. “Siempre es más fácil estudiar acá dentro que afuera, por el por el tiempo muerto que, digamos, le das vida”, analiza. Y deja un mensaje para alguien que esté tras las rejas: “que estudie, que luche por un sueño, que busque estar mejor que estar detenido”.
Secundaria: Nahuel, el que se sueña con ser profe de Matemáticas
Nahuel tiene 25 años, es originario de Buenos Aires, y está en prisión por primera vez. Fue condenado a 8 años por una causa que data de 2019, y le quedan 4 años de condena. Actualmente, está cursando el primer año del Secundario y es su primer año en la escuela en San Juan, aunque lleva 4 en la provincia.
“Yo estudié hasta los 16 años en Buenos Aires. Terminé hasta quinto año. Y por causas de la vida, por necesitar trabajar no terminé… Y bueno, yo desde que ingresé acá a la escuela, yo estuve procesado mucho tiempo, estuve como casi 3 años así y para entrar a la escuela tenía que estar condenado. Una vez que me condenaron, pedí para que me traigan a la escuela y todas esas cosas que se hacen acá. Para tener oportunidades, ya que estoy acá, para no perder el tiempo”.
Espera todo el día para ir a la escuela. "Es lindo el lugar que tiene acá. Hermoso porque te saca del contexto encierro en que estamos. Es un lugar que despeja", dice sobre el aula y asegura que le hace acordar a cuando estaba en libertad.
Dentro del pabellón, Nahuel comparte lo que aprende con otros compañeros estudiantes. "Tengo unos compañeros que son inteligentes, bastante inteligentes, así que cuando nos llevan al pabellón, nos ponemos a estudiar, nos mandan tareas y nos ponemos a investigar", dice.
Lejos de burlarse o recriminarle algo, los demás presos ven con bueno ojos que se educa. "Nos alientan mucho para que sigamos, te dan fuerza para que sigas, que no dejes. Hay veces que te caés y los mismos compañeros de pabellón te ayudan, porque es algo lindo", asegura. Él también busca convencer a los demás de que se sumen a la escuela.
En la personalidad de Nahuel la enseñanza caló hondo: "a pesar de lo malo que es esto, me cambió una banda de pensamiento, totalmente", asegura. Y se explaya: "porque estudiar es algo lindo y es algo que te ayuda a progresar. El Secundario es muy importante. Cuando yo dejé la escuela a mí me costó muchísimo conseguir trabajo. Tuve la suerte de trabajar con mi papá que me ayudó a entrar al laburo de él con un trabajo en blanco, todo. Y tuve la suerte porque en Buenos Aires hasta para barrer una vereda te piden tener el Secundario".
Nahuel asiste a la escuela desde las 14 hasta las 17 o 18 horas, dos días a la semana. Se levanta temprano, desayuna, repasa lo del día anterior y espera que lo lleven. Pasa 3 o 4 horas en la escuela, y al no tener acceso a tecnología, lleva todo el estudio a su celda, donde aprende todo de libros o apuntes. "A pesar de la falta de tecnología, es un "buen alumno" y cree que tiene una base de conocimientos. "Tengo que leer demasiado, porque al no tener la facilidad de la tecnología acá dentro, tenés que hacer el estudio como era antes", cuenta.
Se considera "buen alumno" y de hecho cuenta con la ventaja de todo lo que estudió en Buenos Aires. Le gusta Matemáticas, a la par que asegura que "Lengua nunca fue mi materia favorita, pero acá se tornaron interesantes todas las materias. Estamos ahora justo con el tema de mitología y leyendas, así que estamos leyendo mucho".
Nahuel describe cómo lo cambia la escuela: "Me cambia todo sentido, en el pensamiento, en ser mejor persona, en el sentido de pensar que estoy ayudando mi familia, mostrándoles que estoy estudiando, que no estoy peleando, que no estoy haciendo cosas malas y que estoy haciendo cosas buenas".
Tiene la seguridad de que terminará el secundario en prisión y que le quedarán dos años de condena, o uno si le dan un beneficio de salida anticipada, y que así podrá empezar un terciario afuera, probablemente en Buenos Aires. "Me encantaría hacer un profesorado en Matemáticas. Eso lo quise hacer de chico, pero tuve que dejar forzado la escuela", remarca.
Recuerda que dejó de estudiar porque se puso a estivar bolsas en el Mercado Central para ganar unos mangos. Su papá trabajaba ahí y estaba bien, pero ahora planea ser un profesional, convencido de que sí se puede. "Eso lo voy a hacer seguro. Porque los sueños dependen de uno, de las ganas que le quieras meter y de lo que te propongas hacer", asegura.
Termina con un consejo para otros presos: "les diría que sigan para adelante, y que se metan en cosas buenas. La escuela es algo muy bueno y te ayuda mucho".
Universitario: Luis, el de las dos profesiones
Luis tiene 43 años y es su primera vez en prisión. Fue condenado a 13 años y lleva 7 encerrado. Antes de ingresar, ya tenía una licenciatura en Higiene y Seguridad, obtenida fuera de prisión, y trabajaba en ese ámbito. Ahora está en quinto año de Abogacía y pronto a recibirse. Espera salir en libertad el próximo año.
"Yo empecé a estudiar porque cuando uno ingresa a este lugar cree que va a salir de la misma manera. Porque muchos cuando uno entra dicen, 'el día que salga voy a volver a hacer lo mismo que hacía'. Y una vuelta hablando con un preso viejo, me dijo que había dos formas de salir de este lugar: o salías mejor persona o salías peor de lo que entraste. Entonces opté por el camino de salir mejor persona", cuenta.
"Es difícil por el contexto en el que uno está pero no es imposible. Y si uno sabe usar las herramientas que el Servicio Penitenciario brinda, sí se puede", analiza entusiasta.
"Yo quería mejorar porque uno comete errores en la vida y hay que hacerse cargo de las consecuencias que generan esos errores. No solo hacia uno, sino hacia la familia, hacia la víctima, hacia la familia de la víctima. Entonces, al principio uno no lo entiende y después con el correr del tiempo lo va digiriendo acá adentro", analiza.
La carrera de Abogacía era una "deuda pendiente" de su adolescencia. Para poder estudiar, Luis buscó la oportunidad por sí mismo, hablando con el personal de Educación del Servicio Penitenciario. Pidió y obtuvo autorización de un juez para estudiar.
Su familia cubre los costos de la universidad privada y la impresión de apuntes. El SPP le provee un lugar y una computadora para estudiar, pero a veces se le complica el acceso porque la máquina tiene otros usos. Estudia solo, manejándose con clases virtuales. Anteriormente, los estudiantes eran llevados esposados y con custodia para usar la computadora, pero la situación cambió y ahora es más dinámica y humana, dice. Aunque hay universidades nacionales, cuando él empezó no existían convenios para estudiar Derecho, por lo que eligió una universidad privada (Siglo XXI).
Luis está en el último año de la carrera y espera recibirse en unos dos meses. Le falta una materia llamada FIP 2, que es un examen final integrador de cinco materias con un trabajo final y exposición. La carrera le tomó cuatro años y medio, lo cual es un "tiempo récord" porque adelantó materias y cursó en verano.
"Acá corrés con una ventaja porque manejás el tiempo, tenés tiempo de sobra, pero a la vez acá hay muchas cosas para hacer. Yo he generado un proyecto de trabajar en madera y hacer cosas para vender. He comprado máquinas y todo me han autorizado", cuenta.
Luis no estudia todos los días, porque depende de la disponibilidad de la computadora. Lo hace los lunes, martes y jueves. Los profesores de su universidad online, lo asesoran desde Córdoba, saben de su situación y lo apoyan y estimulan, usándolo como ejemplo motivador para otros estudiantes. Estudia en su celda haciendo resúmenes, y debe imprimir los apuntes digitales porque no puede llevar la computadora al pabellón.
Comparte celda con otro compañero que también estudia Abogacía, que va un año y medio más atrasado, y Luis lo ayuda. La reacción de otros presos es variada, dice. Algunos lo apoyan, otros lo envidian o intentan desanimarlo diciéndole que se va a cansar o que no se va a recibir nunca. Pero la mayoría se portó bien con él. "Les tengo que agradecer a mis compañeros porque estuve mucho tiempo en ese lugar, ahora ya no estoy más ahí porque estoy con salidas transitorias. Les quiero agradecer a ellos porque en el tiempo que he estado siempre han sido muy respetuosos, porque en los pabellones hay mucho barullo y cuando yo tenía que estudiar o qué sé yo, eh respetuosamente los compañeros que vivían al lado mío y enfrente bajaban la música y me arengaban para que estudiara. Me decían 'Eh, recibite, así me sacas rápido'".
Planea ejercer el Derecho de a poco y no descarta su anterior carrera, porque las considera complementarias. Cree que su experiencia como interno le dará un "plus extra" como profesional. "Muchos abogados vienen, están dos segundos y no ven la realidad que el interno pasa a nivel de desesperación, de angustia y un montón de cosas que yo las he vivido desde adentro. Entonces creo que es un plus extra en ese sentido porque muchas veces se juega con la desesperación del interno. A nivel económico, a nivel personal, a nivel social y y es feo eso", comenta.
No tendrá problema en decir que estuvo preso, "porque sé la persona que soy", asegura. Para él, "hay gente que pasó su vida delinquiendo y nunca tuvo un roce con la justicia y cree que es mejor persona que alguien que está acá dentro. Y no es así".
Luis remarca que su familia, especialmente su padre, madre, y ahora su pareja Yanina, son sus pilares fundamentales en su plan de superarse. No solo en lo emocional sino también en lo económico. Les agradece profundamente cada vez que puede, al igual que a sus hijos Ignacio y Agostina, que son sus "motivadores".
¿Qué es la educación para Luis? "Es todo. Es transformadora. es liberadora, es generadora de oportunidades, ha sido una de las bases fundamentales para mi resiliencia porque es muy importante desde el ángulo que uno lo toma a la situación acá adentro. O sea, si uno se quiere dejar caer acá dentro, es facilísimo. Ahora, las cosas buenas cuestan, están también pero hay que saberlas ver".
Su mensaje a otros en su situación es que "sí se puede. Con empeño, con ganas y y tratando de cambiar la cabeza para poder ir para adelante. Es un cuesta arriba al principio, pero cuando uno llega a la cima y empieza de bajada, vienen solas las cosas buenas".
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Enseñanza en tres ejes
La política educativa en el Servicio Penitenciario de San Juan trabaja tanto con educación formal (dentro de instituciones) como no formal (aprendizaje de oficios). La gestión recae en la División de Educación, que depende del Servicio Penitenciario, pero la educación formal depende íntegramente del Ministerio de Educación.
Dentro de la cárcel de Chimbas funcionan tres diferentes ámbitos educativos: la escuela primaria Juana Godoy de Brandes (que depende de Educación Especial), el CENS San Juan de Dios (que depende de Educación de Adultos) y el nivel universitario que puede darse a partir de convenios con la Universidad Nacional de San Juan y la Universidad Siglo XXI (arancelada).
En el turno mañana, funcionan tres cursos de primaria. En el turno tarde, funciona el CENS y hay ocho cursos en esta área, además de cursos en los Sectores 2 y 4, sumando un total de 10 cursos en la tarde. También se realizan talleres de lectura y literarios en el turno mañana.
Las aulas son externas a los pabellones pero dentro del perímetro de los sectores 2 y 4. Aunque primaria y secundaria están juntas en el mismo espacio por falta de recursos, se intenta delimitar las áreas.
Este sistema funciona desde hace muchos años, desde los ‘80 de manera más continua pero la escuela Brandes es centenaria y muy pocos lo saben.
Los presos pueden estudiar siempre y cuando cumplan algunos requisitos. Para la Primaria se hace una preinscripción y se evalúa la situación y trayectoria educativa de cada persona. Para la Secundaria se requiere que el estudiante pueda permanecer al menos tres años dentro del SPP para empezar y terminar el CENS, ya que la modalidad interna no se encuentra afuera y se busca no perder la vacante.
El caso del nivel Terciario o Universitario es especial. Para la Universidad Siglo XXI, se necesita autorización judicial para el acceso a la plataforma e internet, y familiares que puedan pagar la carrera, ya que el Servicio Penitenciario no cubre esos costos. En el caso de la Universidad Nacional de San Juan, hay una prueba piloto con tres estudiantes para carreras presenciales o como alumnos libres. La Universidad Nacional aún no tiene la virtualidad como medio de formación viable.
Si se habla de recursos, los alumnos cuentan con aulas, espacios varios, útiles y docentes que dependen del Ministerio de Educación. Para los universitarios, hay un espacio con computadoras y acceso virtual en el módulo de la División de Educación. La comunicación y gestión de exámenes con la universidad las hace la División de Educación, informando a la universidad sobre la situación de detención de los estudiantes.
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Escuela centenaria y profes con vocación
La Escuela de Servicio Penitenciario Provincial tiene una historia de más de 100 años, cuenta la directora de la Primaria, Daniela Mancinelli. Originalmente se llamaba "la Escuela de la Cárcel" y ella asegura que no hay registros completos debido a que durante un motín se quemaron todos sus archivos. Ni fecha de aniversario tienen. Con los años, a la institución se le dio el nombre de Juana Godoy de Brandes, como reconocimiento a una vecina de la calle Benavídez que era conocida por su espíritu colaborador y de ayuda a los más necesitados.
La directora, quien es docente desde 2005 y realizó su residencia en 2004, se formó con un título especial de "irregulares sociales y minoridad institucionalizada". Esta carrera, creada en la década del ‘80, ya no se imparte, y ahora solo quedan tres docentes con ese título en la escuela chimbera. Para titularizar en este servicio, era indispensable contar con este título especial. Por eso, según comenta Mancinelli, existe la preocupación de que la escuela esté en peligro, de cara al futuro, a medida que los docentes se jubilen.
Para la docente, existe una necesidad urgente de crear la "modalidad en contexto de encierro". Esto es fundamental para que la escuela tenga su propia identidad, ya que hoy está dentro de Educación Especial, pero su trabajo es muy específico y diferente a cualquier otro contexto educativo. La creación de esta modalidad depende de una resolución del Ministerio de Educación y permitiría la especialización de los docentes que trabajen en este ámbito.
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“Trabajar en la cárcel es diferente trabajar en cualquier escuela, ya sea en la zona más alejada que sea. Nosotros somos una institución que está dentro de otra institución y nuestros alumnos son especiales por el contexto en el que viven y la historia de vida que tienen”, puntualiza.
Los docentes pasan por requisas diarias, deben dejar su DNI y llaves, y cualquier ingreso de material debe estar autorizado. La escuela se concibe como "una institución que está dentro de otra institución".
Mancinelli destaca que “desde que entramos ya es diferente, porque pasamos por requisas todos los días. Nos requisan los bolsos, los maletines, los bolsillos… Si tenemos que ingresar algo, por ejemplo, una torta para un acto, o herramientas del profe de carpintería o lo que sea, hay que presentar una nota autorización. Si no está autorizado, por más que lo necesite para realizar una tarea específica, no ingresa”.
La escuela cuenta con siete docentes de grado y cinco profesores de especialidades como carpintería, tecnología, educación física, música y actividades agropecuarias. Trabajan con el mismo diseño curricular que cualquier escuela primaria regular.
El espacio es insuficiente para las necesidades de la escuela. Antes estaba en un edificio viejo que se dañó con el terremoto de 2021. Ahora ocupan módulos que solían ser oficinas administrativas. Idealmente, todos los docentes deberían estar concentrados en un solo lugar, pero han tenido que dar clases en lugares improvisados.
La falta de espacio a veces obliga a agrupar grados, lo cual no es lo ideal, en especial para los alumnos analfabetos que requieren una enseñanza más personalizada. La implementación de la modalidad de educación en contexto de encierro ayudaría a habilitar espacios y presupuestos, y a tener una coordinación específica para esta área.
Las clases tienen grados numerosos, en particular en el turno tarde, con promedios de 20 a 22 alumnos por curso en algunos casos. A pesar de las adversidades, se busca que los alumnos vivan una experiencia educativa similar a la de cualquier escuela de afuera de esos muros. Los presos cuidan la escuelita porque es una especie de “lugar sagrado”.
“Nosotros tratamos de que la escuela sea el espacio de libertad que ellos no tienen. Ellos en la escuela disfrutan hasta el trato es diferente porque nosotros tenemos otra formación que no es la misma que la gente del servicio. Entonces, desde ahí ya es diferente. Aquí nadie está esposado. Ellos son libres de moverse, por lo menos aquí. Tienen recreo, tenemos actos, ellos disfrutan de este espacio y nosotros siempre les decimos, tratamos, de que aquí sean libres de pensar, de soñar, de decir lo que sienten. Muchas veces los contenemos porque no tuvieron un buen día, recibieron una mala noticia o problemas en el pabellón. Entonces, acá tratamos de que se saquen todo eso. Y después seguimos con la clase”, resalta la directora de la escuelita Primaria.
Cuando los alumnos no pueden asistir, se les da educación no presencial para asegurar la continuidad. La educación en este contexto es considerada "muy importante" y sus maestros están convencidos de que es lo único que puede ofrecerles una puerta para cambiar sus vidas y tener otras expectativas de cambiar sus destinos.
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Daniela Mancinelli, directora de la Escuela Primaria Juana Godoy de Brandes dentro del Penal de Chimbas.
La vocación de estos docentes carcelarios llena todos los huecos que deja el sistema. “Por ahí encontrarnos algún alumno en la calle y que nos diga ‘mire, de esos años, de lo que vivimos, tengo los mejores recuerdos, lo único lindo que vivimos fue los momentos de la escuela’. O ‘aprendí a leer escribir’ y que nos reconozcan, nos saluden, eso nos llena un montón. Porque para eso lo hacemos”, se confiesa la seño.
Reflexiona: “Trabajar aquí para mí es una alegría. Por ahí hay gente que no nos entiende y que ni siquiera sabe que en la cárcel hay escuela. Y es lindo. No es para cualquiera. Si supieran lo bien que se trabaja acá, les cambiaría el pensamiento. Nosotros somos de la gente que creemos en las segundas y terceras oportunidades, por eso venimos”.
Un desafío: reglamentar la educación carcelaria
La Ley Nacional de Educación establece la modalidad de educación en contexto de encierro no solo para cárceles, sino también para institutos de menores. Sin embargo, esta modalidad aún no está reglamentada en la provincia.
Por eso se plantea una urgente necesidad de reglamentar la modalidad de educación en contexto de encierro a nivel provincial. La reglamentación permitiría adaptar los trayectos educativos y formativos a las características de las personas privadas de su libertad, incluyendo la formación técnica avalada por el Ministerio que les dé una herramienta laboral al salir.
Actualmente, no hay una vinculación o continuidad clara con instituciones educativas externas que permitan a los estudiantes seguir sus estudios una vez liberados. Es decir que lo cursado dentro no siempre "sirve afuera" en términos de continuidad académica.
Lo que se busca que se contemplen trayectos educativos acordes a la realidad del contexto y que brinden posibilidad de continuidad al obtener la libertad.
La Jefa de la División de Educación del SPP, Analía Selman es psicopedagoga y tiene una amplia experiencia trabajando en educación. Ella y su equipo vienen insistiendo en la necesidad de la reglamentación, ofreciendo aportes y sugerencias desde su labor en el campo. Nadie mejor que ellas para entender las características de las personas privadas de libertad.
Presos enseñando a presos
En la cárcel chimbera, desde hace pocos meses se viene implementando un nuevo programa de alfabetización que comenzó hace aproximadamente un mes y que tiene a los mismos internos como protagonistas. Desde otro ángulo. Es una experiencia que habla del factor multiplicador de la educación. Son ellos mismos los que enseñan a otros presos, bajando contenidos que son coordinados por el equipo pedagógico del SPP.
Cuando se habla de efecto multiplicador hay que darse una idea de que a los 220 estudiantes que están insertos en los programas formales (primaria, secundaria y universitario), se suma una cantidad indefinida de alumnos ocasionales, que están inmersos en una oferta educativa no formal dentro del contexto de encierro.
El programa aborda procesos de lectoescritura desde el abecedario, la escritura de palabras, la lectura, y también el manejo de dinero y números. Muchos de los alumnos que están tras las rejas no saben leer ni escribir.
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Analía Selman, jefa de División Educación del Servicio Penitenciario Provincial.
Así, en este plan, el educador es una persona privada de la libertad que trabaja dentro de su propio lugar de alojamiento. Los estudiantes son un grupo de otras personas privadas de la libertad que requieren trabajar procesos de lectoescritura. Y el área de Educación, con sus profesionales, docentes y psicopedagogos, realiza el seguimiento del programa y trabaja en el cuadernillo de actividades.
Ahora mismo este programa se está implementando en el Sector 4 y con el programa de jóvenes adultos en el Sector 1. Hay aproximadamente cinco grupos, con unos 10 alumnos por grupo, y en cada grupo participan un alfabetizador y un colaborador. Esto es flexible, porque de a ratos se suman otros presos que se interesan por aprender. Y si dedican tan solo un minuto de su atención para no aburrirse e incorporan un conocimiento, la meta en gran parte está lograda.
La selección de estos alfabetizadores se realiza en base al nivel de formación y académico alcanzado, por ejemplo se busca que tenga Secundario completo o algún estudio terciario o universitario. La elección se da tras una entrevista para conocer el perfil y cualquier experiencia previa en la enseñanza.
Los alfabetizadores dedican tiempo a enseñar a sus compañeros durante las horas que disponen dentro del pabellón. “Hay un grupo en particular que me sorprende gratamente porque realmente es autogestivo, digo yo. O sea, ellos mismos están gestionando. Empezaron, digamos, solitos y nosotros de alguna manera nos acoplamos y ya veníamos trabajando en el programa ¡Y tienen un entusiasmo y unas ganas! Cuando es con la nada misma, con una hoja escrita a mano y vamos…”, cuenta Selman.
Para esta labor, los presos usan libros, material de actividades diseñado específicamente para ellos, así también útiles como cuadernos y lápices.
“Es una experiencia piloto. Porque es la primera vez que lo estamos trabajando de esa manera nosotros. Hasta el año pasado trabajábamos el taller de alfabetización desde el área de Educación, en el que los alfabetizadores eran docentes y psicopedagogos. Se fue dando una transformación en esto y viendo las necesidades y la importancia de trabajarlo adentro en sus tiempos libres y que sea algo cotidiano, algo de todos los días, que se vuelva rutinario”, explica Selman.
Si bien no todos los alfabetizadores son estudiantes de los programas educativos formales internos, la experiencia les resulta gratificante a los que la viven. Se sienten útiles. Obviamente su trabajo es ad honorem.
La expo
Tan orgullosos están en la escuela de la cárcel que para la Semana de la Educación del mes que viene están preparando una exposición para mostrar todo lo que se hace en esas particulares aulas, incluyendo talleres secundarios y primarios. Es la única oportunidad al año que tienen para mostrar al público todas las actividades que desarrollan dentro de esos muros. Esta será la segunda edición de este evento.
Será los días 9 y 10 de septiembre, cuando se mostrará al público cómo estudian, qué estudian, que aprendieron a leer y escribir, ahí, encerrados. Se expondrá en las aulas dentro del Penal de Chimbas.
No sólo están invitados los medios de comunicación para difundir las "tantas cosas que nadie ve", sino también familiares y gente cercana a los presos estudiantes, y el público en general.
Política estatal
“La educación dentro del Servicio Penitenciario es uno de los pilares del tratamiento penitenciario, si bien es un derecho que tiene la Persona Privada de la Libertad (PPL), entendemos la importancia de que la persona se pueda educar dentro del contexto de encierro. Es la posibilidad que tiene para adquirir herramientas de formación y habilidades que le permita reintegrarse nuevamente a la sociedad”, valora Carlos Suárez, director del Servicio Penitenciario Provincial.
“Hay un gran porcentaje de personas privadas de la libertad que a lo largo de su vida no culminaron sus trayectos educativos, no obstante desde el SPP se trabaja con un gran equipo de profesionales y auxiliares para brindar espacios educativos que formen de manera integral a las PPL. Otro aspecto importante que se está trabajando es la vinculación de las áreas educativas y laborales a fin de que, justamente, se brinden recursos personales que le permitan afrontar el medio libre con herramientas sólidas”.
El funcionario destaca que una de las propuestas que se está trabajando es que la educación formal que se brinda a través de las instituciones educativas tenga formación técnica laboral, es decir preparar a las personas privadas de la libertad en oficios u otras labores que le permitan una óptima reinserción social.
A la par, se han hecho reuniones con el Ministerio de Educación con la meta de reglamentar la modalidad de educación en contexto de encierro que tanto piden los docentes, para que esos trayectos educativos técnicos estén acordes a la realidad de los presos.
¿Hay chances de que se sume infraestructura al sistema educativo dentro del Penal e incluso pensar en construir el edificio para una escuela con todas letras dentro del Penal? Suárez sostiene que “si bien, se amplió el sistema modular donde actualmente funciona la escuela de nivel Primario y Secundario, uno de los grandes desafíos que tenemos como Servicio Penitenciario es poder contar con un establecimiento educativo lo más parecido a los que se encuentra en el medio libre. Trabajar de manera articulada con el Ministerio de Educación seguramente permitirá poder avanzar y concretar este proyecto”.
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Un censo pionero y revelador
En octubre de 2024, durante las 4° Jornadas de Sociología, en el marco de los 60 años desde la creación de la carrera de la UNSJ, se presentaron oficialmente los datos estadísticos preliminares del Primer Censo de la Población Carcelaria de la Provincia de San Juan (CPCSJ).
Respecto de la educación, revela que si bien un 93% declara haber asistido a la educación formal, un 86% del total de la población penal oscila entre el primario y secundario incompletos; un 7% afirmó estar en absoluto analfabetismo.
También se reflejó que la baja culminación de los estudios refleja un problema de acceso y de continuidad educativa en contextos vulnerables, marcando una necesidad de políticas que intervengan antes de que se produzca la exclusión escolar definitiva. Y debe estudiarse profundamente la relación entre la interrupción de las trayectorias educativas y el aumento de las probabilidades de participación en conductas delictivas.
Los datos permiten observar cómo la exclusión educativa previa al ingreso al sistema penal y la baja escolarización dentro del mismo son factores que perpetúan las desigualdades sociales. Las trayectorias educativas truncas están asociadas con la marginación social y la pobreza, lo que implica que las políticas públicas deben enfocarse en evitar que las personas en riesgo de exclusión escolar queden fuera del sistema educativo formal.
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