Es sábado por la mañana y a pesar de no tener actividad escolar, ellos se levantaron temprano, se calzaron el delantal y se prepararon para hacer lo que más les gusta. Tienen entre 5 y 12 años y, a diferencia de otros niños interesados en actividades deportivas o artísticas, desarrollan un talento y una pasión que todas las semanas crece un poco más: aprender a cocinar.
De la mano de una chef y pastelera profesional, Julieta Locatelli, los chiquitos que dan sus primeros pasos en la gastronomía se reúnen en el multiespacio de La Masía 1940, en Rawson, y en una de sus salas realizan recetas que conquistan paladares. Es que los cocineritos no sólo prueban sus creaciones, sino que también las llevan a sus casas y sorprenden a los suyos.
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En la visita de Tiempo, la preparación del día eran barritas de cereales
El proyecto de clases prácticas y didácticas se originó desde hace un año y, en los últimos meses, tomó fuerza con un gran número de participación de parte de sus asistentes, que en total son 15 chicos. Además, es totalmente inclusivo ya que también está integrado por nenes con capacidades diferentes. "Es mágico lo que sucede, chicos que no han podido integrarse en otros ámbitos encontraron acá un lugar para hacerlo y ser uno más", cuenta Julieta.
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Foto de archivo cuando tocó trabajar con la masa
Con clases temáticas en fechas patrias u ocasiones especiales, los cocineritos comparten con sus padres su amor por la cocina y los invitan a formar parte de jornadas inolvidables. La idea es, explica la interlocutora, que tengan una experiencia que va más allá de replicar una receta puesto que están en una etapa de formación y, por ello, se proponen inculcar valores.
"El objetivo es que no solamente aprendan a cocinar, sino que aprendan las normas en la cocina; ya sea lo que es la manipulación de alimentos o la higiene, a integrar vegetales o adquirir conocimientos sobre la cocina saludable", manifiesta la docente especialista en artes culinarias.
En ese sentido, la chef destaca que está en los planes adentrarse en las preparaciones sin TACC, de modo que los chicos tengan las herramientas de una cocina más inclusiva. "Si bien ellos no tienen ese problema, siempre hay alguien en la familia que lo necesita y por eso la idea es que sepan qué ingredientes usar, a la hora de compartir su talento con un ser querido", explica Julieta.
Como el lugar donde les enseñan a cocinar está pegado a la tienda de productos naturales, regionales y orgánicos, que también forma parte del multiespacio emplazado en una pintoresca casona situada en calle Cano, los elementos con los que cocinan están al alcance y por ello el abanico de posibilidades es enorme.
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"La cocina es el eje de una casa y la masía significa eso, una casona, entonces nada mejor que empezar por la cocina para que impulse el proyecto que rodea a todo esto, la tienda y las otras salas donde se desarrolla otras actividades", explica Gabriel Sánchez, el propietario del sitio que compone la Ruta del Olivo con una interesante óleoteca en construcción.
Entre juegos y risas y sin las exigencias de rendir exámenes, los cocineritos que en algunos casos cocinan mejor que un adulto -como quien suscribe- salen al patio a corretear mientras su trabajo termina de tomar forma en el horno, para finalmente degustar lo que hicieron con sus propias manos.