A metros de una de las esquinas más transitadas de Rivadavia, donde Avenida Ignacio de la Roza se cruza con Meglioli y el tránsito no se detiene ni siquiera de noche, hay hoy un edificio a oscuras. Sin filas en la vereda, sin luces de neón ni música filtrándose por las paredes. El drone de Tiempo sobrevoló el lugar y mostró desde arriba una postal impensada años atrás: un local cerrado, inmóvil, rodeado por el movimiento constante de la ciudad. Allí funcionó Velvet, el boliche que durante años fue sinónimo de madrugada, encuentro y ritual nocturno para varias generaciones de sanjuaninos.
Durante mucho tiempo, ese punto del departamento latió cuando el resto dormía. Velvet no era solo un local bailable, era una referencia. Un lugar donde comenzaban y terminaban noches largas, donde se cruzaban historias, amistades y romances al ritmo de la música. La esquina brillaba distinta y el movimiento constante la convertía en un faro nocturno dentro de Rivadavia.
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El quiebre llegó en 2018. Una ordenanza municipal prohibió la actividad de locales bailables en el departamento y el impacto fue inmediato. Mientras otros boliches bajaron sus persianas, Velvet intentó resistir. Presentó un recurso de amparo y buscó sostenerse en un contexto adverso, pero la Justicia rechazó el planteo y ordenó el cierre definitivo. Las luces se apagaron y la esquina empezó a cambiar de ánimo.
En septiembre de 2020, y en plena pandemia, el espacio volvió a abrir bajo otra forma. Velvet intentó reinventarse como restobar, adaptándose a los nuevos tiempos y a las restricciones que imponía la realidad sanitaria. Hubo mesas, música más baja y una búsqueda por mantener vivo algo de aquel espíritu nocturno. Pero la experiencia fue breve.
Con el paso del tiempo, el movimiento volvió a apagarse. El predio dejó de utilizarse y el silencio ganó terreno. Hoy, visto desde el aire, el edificio permanece cerrado, sin señales de actividad, mientras a su alrededor el tránsito sigue fluyendo.