En un monto en el que la pandemia de coronavirus trajo consigo el cierre de innumerables negocios y la incertidumbre se apoderó de la vida cotidiana, un joven tatuador sanjuanino encontró su camino y decidió apostarlo todo . Su nombre es Jorge Pavón, un apasionado del arte corporal que, en medio de la crisis por el COVID-19, vio una oportunidad para transformar su sueño en realidad.
Cuando la mayoría de los negocios cerraban sus puertas, Jorge tomó una decisión audaz: abrir su propio estudio. Todo fue gracias a un amigo, Matías, que mates de por medio le hizo una pregunta que cambiaría su vida para siempre.
"En ese momento yo trabajaba en una fábrica. Un día, Matías me invita a tomar unos mates y en medio de una charla me pregunta 'No tenés un sueño, algo que quieras hacer'. Yo le respondí que me gustaría quedar fijo en la fábrica en la que trabajaba, poder comprarme un autito, cosas así. Él me respondió que eso lo podía hacer cualquiera, que si no tenía otro sueño y le respondí que sí, que me gustaría ser tatuador", explicó Jorge a Tiempo de San Juan.
Esa charla y ese amigo cambiarían el rumbo de la vida de Jorge. Es que al otro día, su amigo Matías lo llamó, le pidió que lo acompañe al centro y allí le prestó el dinero para que compre las máquinas para comenzar a tatuar.
"En una semana me hice como diez tatuajes en la pierna practicando. Me obsesioné, me di cuenta que era lo que realmente quería hacer. Así que seguí en la fábrica unos meses más y todos los meses compraba algo para el estudio. La camilla, un mueble, insumos, etc. A los seis meses tenía mi estudio en el centro"
El estudio se llama Amira Tatoo, en homenaje a su hija de cuatro años y medio que lo acompaña a todos lados. Están siempre juntos. En el estudio, en las convenciones, en las juntadas con los tatuadores. "Amira es una más de nosotros. Todos la conocen y a ella le encanta. Me pide que le haga dibujos en la piel y ella dibuja como los dioses. Hasta quiere que le prese la máquina para que ella me tatúe su nombre", cuenta entre risas.
Cuando Jorge empezó, sus colegas le decían que no deje la fábrica, que necesitaría al menos tres años para poder vivir de su pasión. Sin embargo, el joven tatuador de 30 años apostó todo, dejó el trabajo en la fábrica y desde hace cuatro años vive de su arte.
Hoy en día, su estudio es un lugar vibrante donde los colores y el arte llenan el aire. Jorge ha logrado construir una base de clientes leales que regresan no solo por su talento, sino también por la calidez y el ambiente acogedor que ha creado. "Nunca imaginé que podría vivir de esto, pero aquí estoy, haciendo lo que amo", expresa con orgullo.
La historia de Jorge es un testimonio de resiliencia y pasión. En tiempos de incertidumbre, encontró la manera de reinventarse y seguir adelante. Su éxito no solo se mide en ingresos, sino en la satisfacción de sus clientes y en la comunidad que ha logrado construir a su alrededor.
Los tatuajes que no
Sobre gustos, no hay nada escrito. Y cada uno hace en su cuerpo lo que quiere. Pero hay dos cosas que Jorge no tatúa: el escudo de Boca y tatuajes que incluyan los nombres de las parejas.
"Todos piensan que el escudo de Boca no lo hago por que soy de River. Y en realidad es por que tiene muchas estrellas y es complicado", cuenta entre risas. "De River sí, miles", agrega.
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Jorge, Amira y el escudo de River
Respecto a los tatoo con el nombre de las parejas, Jorge explica que "Ya me pasó una vez que me pidieron un infinito con el nombre de la pareja y a la semana vinieron a que lo tape. Prefiero no hacer esas cosas", explica.
El boom del Mundial de Qatar
"Con el mundial me fui de vacaciones a Chile", comenta. Es que tras la obtención de la Copa del Mundo, los tatuajes referidos a la competencia, a la Scaloneta y a las tres estrellas fueron un boom.
"De seis turnos por día, cuatro era respecto al mundial. Me cansé de hacer estrellas, la carta del cinco de copas, Messi, la copa, de todo. Hasta el día de hoy sigo haciendo tatuajes por promesas del mundial", explica.