El duelo es un proceso profundamente personal, pero también es una experiencia universal que muchas personas enfrentan a lo largo de sus vidas. En esos momentos de pérdida, el apoyo y el acompañamiento pueden marcar una gran diferencia. Sentirse comprendido, saber que no se está solo y que otras personas han transitado caminos similares, puede ser un bálsamo para el dolor.
Esta es precisamente la misión del grupo de acompañamiento para personas que perdieron seres queridos, sin distinción de religión ni vínculo con la persona fallecida, que se lleva a cabo en la capilla Nuestra Señora Stella Maris los segundos sábados de cada mes. El próximo encuentro será este sábado 12, de 11 a 12.30.
Aquí, familiares de seres queridos ya fallecidos encuentran no solo consuelo, sino también la oportunidad de compartir sus emociones y sentir la cercanía de quienes han pasado por lo mismo. Esta iniciativa, tan loable como necesaria, busca tender una mano a quienes atraviesan el momento más difícil de sus vidas.
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Los encuentros se llevan a cabo en la parroquia Stella Maris.
Los referentes de esta iniciativa son Griselda Sisterna, quien además integra el grupo Renacer, de padres que han perdido hijos; Juan Rodríguez, ministro de la Eucaristía, y Lucía Sosa, coordinadora. En todos los casos son colaboradores de la parroquia, aunque insistieron con que, si bien los grupos se desarrollan en ese lugar, no hay distinciones religiosas de ninguna índole.
Acompañan la iniciativa el párroco y vicario de la parroquia, Rodrigo Robles y Martín Nacusi, respectivamente.
Sisterna atravesó por el dolor más grande que puede existir en una persona, la pérdida de un hijo. También debió afrontar otros duelos importantes, como el de un hermano menor y el de sus propios padres.
Fue por eso, y a raíz de visualizar la necesidad de la comunidad de tener un acompañamiento frente a estos procesos difíciles, que se crearon estos espacios que no son expresamente de autoayuda, aunque brindan contención y experiencias diversas que terminan reconfortando el alma.
“Hubo un primer encuentro en el mes de junio y, desde allí, observamos la necesidad urgente de crear un grupo que acompañe a las personas dolidas que lo necesitan. Por eso retomamos en septiembre con las charlas mensuales”, sostuvo Sosa.
Agregó que muchas personas se acercaron animadas por otras que conocen sobre el alcance de este nuevo grupo. También fue importante la difusión en redes sociales de la parroquia y de todos sus integrantes.
“Yo no diría que existe pudor ni vergüenza de acudir a estos encuentros, sino que a veces, cuando las personas se sienten desconcertadas por la partida física de un ser querido, suelen quedar inmersas en el desánimo o el descreimiento en Dios o de todo lo superior”, señala la referente.
Agregó que en muchos casos los familiares sienten bronca e impotencia en medio del dolor. “Vemos que a veces también existe culpa de sanar y lograr ser feliz. Todo eso se abordará en estos encuentros que recién comienzan”, señala.
Sisterna, que conoce muy bien estas experiencias difíciles, dijo que cada encuentro se inicia con la posibilidad de que cada uno exprese sus sentimientos y se manifieste como prefiera.
“Habla el que quiere y todos escuchan”, aclara. Sosa reitera que no se trata de autoayuda, sino que, a partir de una dinámica, se empiezan a conversar, por supuesto sobre temáticas concernientes al enfoque que se pretende ofrecer.
“Llevamos muy poco tiempo, es difícil poder hablar de los resultados, sobre todo porque cada persona en proceso de duelo tiene tiempos diferentes, cada quien trata de elaborar su duelo como le va saliendo. No existen recetas, pero intentaremos que sea un espacio saludable”, amplía.
Una hora y media compartiendo vivencias
Lo cierto es que, durante una hora y media, aproximadamente, los segundos sábados de cada mes están destinados a estos espacios valiosos. Este sábado será el segundo encuentro y se espera que la propuesta continúe.
Lucía Sosa dijo que el grupo está siempre en contacto y, de hecho, existe un grupo de WhatsApp en el que puede estar quien lo desea. “No es obligatorio. Además, cuentan con el contacto de los referentes y en caso de que nos necesiten pueden comunicarse por privado con nosotros”, advierte.
Por otra parte, señalan que aquel que lo desee o lo necesite, puede acudir a las reuniones todo el tiempo que considere. No hay un límite. “Los procesos son personales”, insisten.
El espacio está abierto a personas mayores de 18 años de cualquier religión, y no es necesario acudir a todas las reuniones ni participar de otras actividades eclesiales.
Respecto de la preparación de cada uno de los referentes para coordinar esta tarea tan particular, Lucía Sosa sostiene que cada uno, desde sus tareas cotidianas, intenta enriquecerse para poder estar a la altura de las circunstancias.
“Por ejemplo, Griselda, quien desde hace 20 años integra un grupo de padres que perdieron hijos, en lecturas de libros, cursos y seminarios relacionados con este tipo de pérdidas. Juan es ministro de la Eucaristía, un estudio más profundo de la Liturgia y la Palabra. De manera que lo que ella presenta él lo profundiza”, indica.
Lucía, en tanto, fue catequista 28 años de su vida y, además, es licenciada en Recursos Humanos.
“Las experiencias vividas y observadas también ayudan al discernimiento de cada situación. Esto, combinado con mi carrera relacionada con la organización y empatía con los grupos humanos, también contribuyen. Además, como la mayoría de las personas, he vivido duelos en carne propia”, reflexiona, finalmente.