La noticia rompió el ritmo del pueblo. “Era imposible no cruzarla, imposible no conocerla”, dice una vecina que asistió a la marcha y que reclama justicia por la joven.
“Él estaba enloquecido por ella”
El detenido es Norberto Gustavo Brondino, de 55 años, productor y contratista rural, conocido como “Pino”. Vive en Mansilla desde siempre, tiene mujer y un hijo de 18 años, dos años más de los que tenía Daiana. Los vecinos lo definen como un hombre tranquilo, reservado. Pero quienes conocían a la joven cuentan otra historia.
Una amiga muy cercana, que pidió mantener el anonimato, fue tajante: “Ella frecuentaba con este hombre. Él estaba enloquecido por ella”. Se refería a Brondino. “Ella se había puesto de novia hace poco y medio que (el sospechoso) la celaba”, contó.
Daiana estaba conociendo a un chico de su edad, y quienes la rodeaban la notaban distinta. “Estaba feliz, se la veía mejor que nunca, reluciente”, dijo otra amiga.
Pero el vínculo con Brondino, según quienes conocían la historia, había sido "tóxico".
“Era algo raro. Él decía que si no iba a ser suya, no iba a ser de nadie. Se veían a escondidas porque él tenía mujer y también porque esto era algo clandestino”, remarcó.
En el pueblo, muchas mujeres describen esa misma lógica: hombres mayores que se aprovechan de chicas jóvenes, con promesas vacías. “Acá es común que haya hombres grandes con chicas jóvenes del campo. Es algo que muchos lo naturalizaron”, expresó.
En Mansilla, donde la desigualdad suele naturalizarse bajo el peso de las costumbres, esa frase suena como un eco que atraviesa generaciones.
Los investigadores sospechan que los celos fueron el detonante. Confirmaron que hubo llamadas entre ellos antes de que ella desapareciera y que las cámaras registraron la camioneta Toyota Hilux de Brondino cerca de la casa de Daiana esa noche.
La detención de Gustavo Brondino
El comisario mayor Pedro Silva, jefe departamental de Rosario del Tala, afirmó a Clarín que Brondino fue detenido el domingo, cerca de las 22, en su casa de la calle Córdoba al 300. El objetivo era claro: secuestrar su teléfono y su vehículo, pero Brondino se resistió. Esperó armado a los policías.
Sin mediar palabras, les apuntó a los agentes y luego se apuntó a sí mismo, todo esto frente a su esposa y su hijo. Luego de varios minutos de tensión, lograron detenerlo y se le dictó la prisión preventiva por 90 días por "desobediencia" y "resistencia a la autoridad", mientras paralelamente se lo investiga por el asesinato de Daiana.
A Brondino le secuestraron tres carabinas, una de “calibre importante”. Todas están bajo peritaje. En su vehículo, tras pasar luminol se encontraron manchas de sangre.
Esto será cotejado con el ADN de Daiana para determinar si corresponde a ella, aunque la camioneta blanca el hombre de 55 años la usa para actividades rurales.
Hasta el momento, el celular de la joven no fue encontrado. El caso es investigado por la fiscal Emilce Reynoso.
Antes de que esta noticia golpee al pueblo, Brondino para muchos era “un vecino más”.
“Siempre lo veía con su mujer sentado afuera. Nunca lo vi en fiestas ni en problemas”, contó Cecilia Godoy, ex compañera de colegio de Daiana.
Según aseguraron a este diario, Gustavo tiene campos en el pueblo, se dedica al trabajo agropecuario y además es contratista rural.
Quién era Daiana Mendieta
Daiana tenía 22 años. Era la tercera de cinco hermanos. Su papá, Diego, era su compañero de trabajo en el campo. “Era muy cercana a él. Soñaban con irse a España juntos”, recordó Naira Cosso, su amiga de toda la vida.
El año pasado se había recibido de perito clasificadora de granos, un orgullo que compartió en redes. Jugaba al vóley, iba al gimnasio, escribía poemas y era fanática de la astrología. “Te decía con quién eras compatible según tu signo”, contó Naira, sonriendo con nostalgia.
Tenía una cuenta paralela donde subía textos y fotos familiares: con su padre en el campo, en el cumpleaños de su mamá, con amigas en las fiestas del pueblo. En todas se la ve feliz, luminosa.
“Era muy alegre, charlatana, inteligente. Te contaba todo y era muy responsable”, evocó su profesora de Lengua y Literatura, Daniela González. “Trabajaba, estudiaba y escribía para expresarse”, resaltó.
“Venía de trabajar desde temprano con su papá y aun así llegaba al aula con energía. Era muy charlatana y compañera. Siempre estaba contenta”, agregó Valeria Rodríguez, su profesora de Formación Ética. “La recordamos viva, porque estaba viva. Este dolor es enorme", lamentó.
La herida abierta
Desde el día en que desapareció, el pueblo se organizó para buscarla. Cuando la encontraron, las marchas se transformaron en reclamo de justicia. Frente al banco rojo de Mansilla, símbolo contra la violencia de género, los vecinos armaron un altar con flores, velas, fotos y carteles.
“Es lamentable que conozcan nuestro pueblo por esto”, dice Rodríguez. “Pero no vamos a dejar de venir. No vamos a abandonar esta lucha”, advirtió.
En Mansilla, la historia de Daiana rompió el mito de que la violencia ocurre “en otros lugares”. Ella no estaba sola, no era una desconocida. Era una joven con sueños, con trabajo, con proyectos.
Porque detrás de cada caso, detrás de cada nombre, hay un patrón que se repite: hombres que creen tener derecho a decidir sobre la vida de una mujer.
“Él la celaba”, dicen en el pueblo. Y en esa frase, que suena tantas veces al pasar, se resume el modo en que el control, los celos y la posesión se disfrazan de amor hasta volverse mortales.
FUENTE: Clarín