Mientras un reflector ilumina la zona del embarcadero por donde circulan cientos de atletas, los primeros rayos del sol se cuelan por detrás de los cerros de Punta Negra. Faltan pocos minutos para las ocho de la mañana. En Zonda la brisa está helada, pero el pronóstico indica que se espera una jornada calurosa y que habrá que pedalear 90 kilómetros y correr 21 bajo el intenso sol sanjuanino. Ahora los casi 1000 atletas, locales e internacionales, algunos jóvenes y otros no tanto, se preparan para entrar al agua descalzos, con trajes de neopreno porque la temperatura del agua es de 25°, con gorras y antiparras.Mientras esperan que la organización dé inicio a la competencia, ajustan detalles: enjuague, el que se usa para el pelo, va directo al traje de neopreno para que entre perfectamente en el cuerpo, otros se colocan vaselina en el cuello para evitar que la indumentaria "raspe" y otros se hidratan o comen algo previo al primer tramo del exigente Ironman 70.3.
La carrera arranca a las 8 de la mañana y la mayoría lleva tres horas despiertos. "Dormí poco, unas tres horas", se lamenta Guillermo, un triatleta que llegó a San Juan desde Santa Fe. "Yo me acosté a las 21.30, pude descansar bien. Me levanté a las 4 de la mañana y desayuné bien, café y mermelada. Después me puse a preparar, sobre todo, la cabeza", cuenta Daniela, quien es chilena.
Pero llega el momento de la verdad. El primer grupo en ingresar al agua está compuesto por paradeportistas. Luego, cada 5 segundos, van entrando de a dos y sobre el final, de a tres deportistas al dique Punta Negra; todos bajo el aliento de propios y ajenos, entre ellos, el olímpico Gonzalo Tellechea. Mientras tanto, los brazos y las piernas hacen lo suyo. Al cabo de media hora, se puede observa a lo lejos una marea de nadadores que copan el circuito que está marcado con boyas de color naranja.
Ha pasado un poco más de 30 minutos y aparecen los primeros deportistas a la zona que invita a la otra disciplina: el ciclismo. Mientras corren a toda velocidad por la pasarela que conecta el agua con el sector de transición, aprovechan el tiempo para quitarse los gorros y antiparras, y para desprenderse los trajes. Algunos necesitan ayuda, y para eso están los voluntarios, los únicos autorizados para ayudar a los atletas con la quita de indumentaria. Allí también se les entrega una bolsa, numerada, para que guarden sus pertenencias.
Ya no hay tiempo (en realidad lo hay, pero nadie quiere perder ni un solo segundo). Mientras van camino a buscar la bicicleta, descalzos y ya con la malla de ciclismo puesta, sacan alguna barrita de cereal o gel proteico para recobrar energías. Cuando la bici está lista, salen directo a la ruta para disputar la segunda etapa de la competencia. Algunos van descalzos, e intentan acomodarse el calzado subidos a las dos ruedas. Otros piden ayuda, pero el oficial técnico no autoriza y deben sentarse en el pavimento para colocarse las zapatillas. Hay 90 kilómetros por delante, y el desafío entra en su etapa más difícil.
Zonda, Ullum y Rivadavia son los departamentos por donde circulan las bicicletas. El ganador del Ironman 70.3 lo dijo al finalizar el recorrido, "no pude ver nada del paisaje, estaba concentrado en la competencia". Aunque hay tramos espectaculares, con los diques, cerros y parrales de fondo, hablar de Ironman es hablar de uno de uno de los desafíos atléticos más exigentes y nadie quiere perder el verdadero foco: ganar, para algnos; terminar la carrera para otros.
El Ironman tiene 35 años de historia. Nació en Hawái en 1978 impulsado por el comandante de la Marina estadounidense John Collins, quien proponía a los deportistas recorrer 3,8 kilómetros de natación, 180,2 de ciclismo y 42,2 a pie.
Ya son las 11 de la mañana y en la Plaza del Bicentenario familiares, amigos y curiosos esperan el paso de los deportistas. Allí hay una segunda transición. Los ciclistas se transforman en corredores y en tiempo récords, se cambian de zapatillas (algunos se ponen medias) y se acondicionan, con gorras y lentes, para recorrer las calles de la ciudad. Algunos tardan más, otros menos. Lo cierto es que, a puro esfuerzo y resistencia, circulan a puro trote por el puente del Centro Cívico para dar inicio a la última parte del triatlón.
El ganador de la prueba, Emma Iodice, llega a la línea de meta deapués de casi 4 horas. Con lo brazos en alto y arrancando la cinta de vencedor, el bonaerense se lleva toda la gloria en el Ironman 70.3. El resto llega atrás, extenuado, pero con el rostro de haberlo dado todo. Claro que toca hidratarse, darse un baño de agua helada y sobre todo, disfrutar. Algunos van por el podio, otros lo hacen para probarse a sí mismos que pueden hacerlo.
Fotos: Mariano Martín
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