En la inmensidad esteña, al costado de la Ruta 270, un carro descansa sobre una base de cemento y guarda en silencio una historia que mezcla tradición, memoria y gratitud. Se trata del Monumento al Carrerito Sanjuanino, un símbolo que desde hace más de dos décadas mantiene vivo el legado cultural de 25 de Mayo.
Su origen se remonta a 2003, apenas un mes después del fallecimiento del historiador Oscar Humberto Otiñano. Fue el sacerdote José “Pepe” Ortega, junto a la gestión departamental, quien impulsó la idea de rendirle homenaje a quien había sido uno de los grandes difusores de la tradición en San Juan. El primer paso fue colocar en la esquina de Ramón Barrera y 9 de Julio un carro histórico, cedido por la familia Camaya. La elección no fue azarosa: Otiñano había sido fundador del centro tradicionalista Carlos Montbrun Ocampo, cuna del primer Festival del Carrerito Sanjuanino en 1965.
Embed - Rinconcito Sanjuanino - El Carrerito de 25 de Mayo
Con el paso de los años, el carro fue trasladado hasta su emplazamiento actual, sobre la ruta, y el espacio comenzó a enriquecerse con nuevos aportes. Un devoto de Santa Rosa de Lima, agradecido por una gracia concedida, donó piedras para embellecer el sitio. Tiempo después, un carruaje inspirado en el caballo -construido para una edición de la Fiesta Nacional del Sol en la que 25 de Mayo obtuvo el primer premio en el carrusel- fue incorporado al monumento, sumándose como pieza que ensancha su simbolismo.
Actualmente, el lugar cuenta con iluminación, referencias al Carrerito Sanjuanino y un detalle pendiente que todavía despierta emoción: la colocación de la placa que alguna vez estuvo en la casa de Otiñano, recordando al hombre que hizo de la tradición una bandera.
Más que un carro, este monumento se ha convertido en un ícono de identidad para 25 de Mayo. Allí, entre el polvo del camino y la inmensidad de la ruta, late la memoria de un pueblo que sigue encontrando en sus símbolos el lazo con su historia y sus raíces.
Más fotos
image
Fotos: Gabriel Iturrieta.