Video: la casona marcada por mujeres como sede de la cultura francesa en San Juan
En la esquina de Mitre y Sarmiento, una casa centenaria guarda mucho más que muros antiguos. Conserva la memoria de una institución clave para la vida cultural sanjuanina y el legado de mujeres que la sostuvieron en el tiempo. Fotos y video: Gabriel Iturrieta.
En la esquina de Mitre y Sarmiento hay una casa que no pasa inadvertida. No por su tamaño ni por estridencias arquitectónicas, sino por las construcciones que han visto pasar décadas, terremotos y generaciones. Tras su puerta de hierro de fundición francesa -pesada, sobria, casi ceremonial- late desde hace más de un siglo una historia donde la cultura, la memoria y, sobre todo, las mujeres, son protagonistas.
La Alianza Francesa en San Juan nació entre 1903 y 1904, convirtiéndose en una de las filiales más antiguas del país. Era el tiempo en que la institución, fundada en París por intelectuales como Julio Verne, Louis Pasteur y Jules Ferry -quien influenció a Sarmiento-, buscaba llevar la lengua y la cultura francesa al mundo. En San Juan, ese espíritu encontró eco en una elite intelectual que marcó época. Entre sus miembros históricos aparecen nombres como el coronel Jorge Fontana y Rosario Ruiz Vidart, figuras centrales del pensamiento y la vida cultural de la provincia.
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Durante sus primeros años, la Alianza fue una institución nómade. Funcionó en distintas direcciones del centro sanjuanino: Mitre casi Rawson, Laprida cerca de General Acha, avenida Alem entre Santa Fe y Córdoba. Ese ir y venir, propio de una institución sin sede fija, tuvo un costo: parte de su documentación se perdió en el camino, diluyéndose entre mudanzas y tiempos convulsionados.
Recién en 1957 la historia encontró anclaje definitivo. En un remate, la Alianza adquirió la casona que hoy ocupa, una vivienda que ya existía en 1910 y que había pertenecido primero a Isabel Chirino y luego a Petrona Aguiar Gallastegui de Camacho Pavón. La compra fue posible gracias a un esfuerzo compartido: el 75% del valor fue aportado por el gobierno francés y el resto con fondos propios de la institución. Desde entonces, la esquina de Mitre y Sarmiento se convirtió en sinónimo de cultura francesa en San Juan.
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Pero la casa estuvo a punto de no sobrevivir. Tras el terremoto de 1944, el Consejo de Reconstrucción intimó a la Alianza a consolidar la estructura o enfrentar la demolición. Allí aparece una figura clave: la arquitecta Carmen Renard. Convocada años antes a San Juan por el ingeniero Juan Victoria para proyectar el auditorio que hoy lleva su nombre, Renard -integrante de una reconocida familia francesa- asumió ad honorem la tarea de salvar la casona. Lo hizo a base de donaciones y trabajo paciente, reforzando muros y estructuras. Gracias a esa intervención, la casa resistió no solo aquel sismo, sino los que vendrían después.
“No es casual: la historia de esta casa es la historia de mujeres”, resumió el director de la Alianza Francesa filial San Juan, Daniel Izasa. Mujeres propietarias, arquitectas, gestoras y guardianas silenciosas de un patrimonio que se mantuvo en pie cuando todo alrededor se reconstruía.
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De arquitectura austera y estilo colonial, la vivienda conserva un vestíbulo, un hall, galerías y un patio interior que hablan de otra forma de habitar. Detalles franceses se cuelan con sutileza: el farol de entrada, la puerta de hierro, una lámpara de araña donada por la familia Conte Grand, que habría pertenecido a la casa de Francisco Narciso Laprida. Cada objeto suma una capa más al relato.
En 2015, una ley declaró al edificio Monumento Histórico, Cultural y Artístico de San Juan, reconociendo formalmente lo que la comunidad ya sabía. Porque la Alianza Francesa no es solo una casa antigua: es un centro cultural vivo. Allí convivieron y conviven los cursos de idioma, las exposiciones de arte, las conferencias, los ciclos de cine, las presentaciones de libros y, desde los años 2000, un restaurante que abrió aún más sus puertas a la ciudad.
Embed - Rinconcito Sanjuanino - Alianza Francesa en San Juan
Actualmente, mientras el tránsito corre apurado por Mitre y Sarmiento, la casona sigue en pie. Observa, resiste y recibe. Como si supiera que su verdadero valor no está solo en los muros, sino en todo lo que guarda: voces, acentos, ideas y la historia persistente de mujeres que, sin hacer ruido, sostuvieron uno de los espacios culturales más emblemáticos de San Juan.