Los 106 pirulos de María del Carmen, el abrazo con su gente en la Basílica de Desamparados y el consejo para llegar a su edad
Rodeada por su familia, vecinos y la comunidad de Desamparados, doña Echenique de Núñez apareció bien pituca y celebró un nuevo cumpleaños con una misa cargada de emoción y recuerdos. Dejó una enseñanza simple y profunda sobre cómo transitar la vida.
El último sábado, la Basílica Nuestra Señora de los Desamparados fue un lugar distinto. No sólo por la misa ni por los bancos colmados, sino por el motivo que convocó a vecinos, familiares y amigos. La comunidad festejó los 106 años de María del Carmen Echenique de Núñez, una mujer cuya presencia y lucidez parecían desafiar al calendario.
La celebración tuvo algo de ceremonia íntima y algo de festejo comunitario. Desde la Unión Vecinal del barrio Patricias Sanjuaninos lo dijeron con orgullo: “Tenemos el honor de celebrar el 106 cumpleaños de nuestra querida vecina María del Carmen”. Y el templo respondió con aplausos, sonrisas y una emoción compartida, en la que Tiempo de San Juan fue testigo.
María del Carmen llegó impecable. Vestido azul con lunares blancos, zapatos a tono y un collar de perlas que completaba una elegancia sin estridencias. Se sentó en la primera fila y, uno a uno, fue recibiendo abrazos y saludos. Estaban sus cuatro hijos, nietos, bisnietos, familiares, amigas, ahijadas y vecinos de toda la vida. Incluso el padre Mario Robles, que presidió la misa, se acercó especialmente a felicitarla.
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Ama y alma de casa
María del Carmen pasó los primeros años de su vida en 25 de Mayo. Allí conoció a Juan Alberto Núñez, su esposo, nacido en Zonda. Juntos formaron una familia marcada por el trabajo, la vida sencilla y los valores aprendidos puertas adentro. Fue madre de cuatro hijos, tres varones y una mujer, y con los años la familia creció, hasta llegar a siete nietos y ocho bisnietos.
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Quienes la conocen coinciden en lo mismo. La abuela siempre estuvo dedicada al hogar, a la crianza y a transmitir cultura cotidiana. Todo era casero, desde la comida hasta las enseñanzas. La limpieza, el cuidado de los detalles y la educación fueron parte de su forma de amar.
En la cocina, cada plato tenía destinatario: pastel de zanahoria para uno, lentejas para otro. Cocinar, en su casa, siempre fue una manera de decir “te quiero”. En la cocina, cada plato tenía destinatario: pastel de zanahoria para uno, lentejas para otro. Cocinar, en su casa, siempre fue una manera de decir “te quiero”.
También hubo espacio para el disfrute. María del Carmen fue una gran "danzarina" de vals y esa pasión la compartió con sus hijos, a quienes les enseñó pasos, música y una forma de moverse que tenía tanto de arte como de afecto.
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Lucidez, fe y una frase que lo resume todo
A los 106 años, lo que más sorprende de María del Carmen es su lucidez. Muy emocionada por el cariño recibido, habló con este diario y dejó un consejo breve, pero contundente: “La tranquilidad, adelante (...) Tomar las cosas bien, en todo sentido y tenerlas en el pecho”. No hizo falta agregar nada más. Fue una frase para entendidos, para quienes saben que vivir no es solo sumar años, sino honrar cada día.
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Fiel creyente de la Iglesia Católica, la fe atravesó su vida y la de su familia. Esa espiritualidad estuvo presente también en la Basílica, donde su cumpleaños se transformó en acción de gracias y celebración colectiva.
Entre aplausos, abrazos y miradas cómplices, María del Carmen celebró sus 106 primaveras rodeada de su gente. Con la elegancia intacta, la memoria firme y una enseñanza sencilla que, quizás, explique el secreto de su larga vida. Saber vivir.
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