Tres heroínas sanjuaninas y una guardia que terminó en milagro: el día que mujeres policías le salvaron la vida a un nene
Domingo a la noche, guardia larga y un oficio que las puso frente a una urgencia extrema: un nene de dos años, convulsionando, en brazos de una madre desesperada. Actuaron juntas, sin dudar, y el final fue el mejor. Maira, Evelyn y Candela lo cuentan en primera persona.
La puerta de la Comisaría 38 de Sierras de Marquesado se abrió de golpe y la guardia dejó de ser una rutina. Eran cerca de las 21.30 del último domingo y adentro estaban ellas, cumpliendo otro turno largo, de los que empiezan con horario fijo pero nunca saben cuándo terminan. Afuera, una familia pedía ayuda. En brazos, un papá sostenía a su hijo de dos años, Lautaro, que convulsionaba y no reaccionaba.
La primera en tomarlo fue Maira Araya, de 29 años, oriunda de Rivadavia. No tuvo tiempo para pensar demasiado. Lo acomodó de costado, buscó que respirara mejor y trató de protegerlo mientras la madre, desbordada, repetía que su bebé no respondía. En medio de la desesperación, supieron que el nene tenía parálisis cerebral y estaba cursando un cuadro febril. La situación ya no era una convulsión más.
La agente de inmediato dio a viso a sus compañeras de guardia, que se sumaron en cuestión de segundos. Evelyn Zambrano, oficial ayudante de 30 años, también de Rivadavia, y Candela González, agente de 25, de Rawson. No se conocían antes de compartir destino: se hicieron amigas en estos seis meses de trabajo conjunto, desde que se inauguró la comisaría. El oficio, dicen, termina armando vínculos que van más allá del uniforme.
Entre las tres se repartieron tareas. Tranquilizar a la madre fue tan urgente como asistir al nene. Llamaron al servicio de emergencias y empezaron con maniobras básicas para intentar que reaccionara. Estímulos en manos y pies, pañitos de agua fría para bajar la fiebre, palabras suaves mientras esperaban una respuesta que parecía no llegar. El cuerpo del pequeño estaba rígido, no lloraba, no abría los ojos.
Zambrano, que es mamá y viene de una familia marcada por la vocación policial -dejó arquitectura para seguir ese camino que ya recorrían su padre y otros familiares-, reconoció enseguida la gravedad del cuadro. La experiencia personal también pesó: sabía que cada segundo contaba y que la calma era parte del trabajo.
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Las tres fueron homenajeadas en la Municipalidad de Rivadavia.
El momento más esperado llegó cuando la fiebre empezó a ceder. Lautaro reaccionó y rompió el silencio con un llanto fuerte. Recién ahí, las tres respiraron un poco. Minutos después, la ambulancia arribó a la dependencia y continuó con la atención médica. El nene fue estabilizado y más tarde regresó a Córdoba con su familia, ya fuera de peligro.
Para ellas no fue un día más pero tampoco una hazaña, aunque así se la nombre desde afuera. Fue el resultado de compartir turnos eternos, de verse más entre compañeras que con sus propias familias, de entender que el uniforme no se cuelga al terminar la guardia. "La gente viene y te entregan sus hijos como "salve a mi bebé". Y hay veces que podemos llegar a tener como esta satisfacción de salvar una vida y hay muchas veces que por ahí no podemos llegar a lograr el objetivo. Hoy se dio un recuerdo lindo y eso demuestra que no todo es malo”, dicen.
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