El histórico mayordomo de la Corte se jubiló tras más de tres décadas al servicio de la Justicia
Francisco Barrionuevo dejó este 30 de diciembre el Poder Judicial. Llegó desde el trabajo rural y la construcción al cargo más alto del escalafón de maestranza y se convirtió en una figura clave del funcionamiento diario de Tribunales.
Este 30 de diciembre marcó el final de una etapa para el Poder Judicial de San Juan. Francisco Barrionuevo, el hombre que durante años fue conocido como el mayordomo de la Corte, se jubiló luego de 32 años de trabajo silencioso, constante y fundamental para el funcionamiento del edificio de Tribunales.
Su historia es la de muchos sanjuaninos que empezaron desde abajo. Nacido y criado en Concepción, Francisco trabajó desde muy joven en la cosecha de uva y aceituna y más tarde como obrero de la construcción. Integró cuadrillas que levantaron obras emblemáticas como la Avenida Circunvalación y los primeros cimientos del Centro Cívico. Pero los despidos y la incertidumbre laboral lo empujaron a buscar un cambio de rumbo.
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Sin saber demasiado qué era el Poder Judicial, comenzó a dejar currículums una y otra vez. La perseverancia dio sus frutos en 1993, cuando finalmente logró ingresar como personal de maestranza. Para entonces ya tenía formada su familia y un objetivo claro: trabajar con disciplina y no desaprovechar la oportunidad.
Su primer destino fueron los Juzgados de Paz, donde pasó gran parte de su carrera. Con los años, ascenso tras ascenso, fue escalando hasta alcanzar el cargo más alto del sector. En 2017 llegó a la Corte de Justicia, donde se desempeñó como intendente, una función clave que lo convirtió en el responsable directo del orden, el mantenimiento y la atención cotidiana de ministros, secretarios y jueces.
Quienes compartieron pasillos con él destacan su puntualidad casi obsesiva —llegaba antes de las 6.30 aunque su horario comenzaba a las 7— y su predisposición permanente. Llevar expedientes, asistir a autoridades, supervisar la limpieza, resolver imprevistos: nada quedaba fuera de su radar. Todo debía funcionar, y funcionar bien.
En Tribunales, su figura se volvió indispensable. No solo por el brillo impecable de oficinas y escritorios, sino también por su trato respetuoso y su memoria infalible. Anillos olvidados, celulares extraviados o documentos fuera de lugar siempre encontraban en él a un custodio honesto. Para Francisco, el Poder Judicial fue mucho más que un trabajo: fue una segunda casa.
Aunque la jubilación llegó oficialmente este 30 de diciembre, no fue una despedida sencilla. Los ministros de la Corte, le hicieron un festejo sencillo en las oficinas para no dejar pasar su último día en Tribunales.
Se va el mayordomo de la Corte, pero queda una huella profunda. Porque durante tres décadas, Francisco Barrionuevo fue parte del engranaje invisible que sostuvo al Poder Judicial todos los días.