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Historias

De tres hijas a seis: las trillizas sanjuaninas que son idénticas y que llegaron al mundo sin tratamiento para revolucionar a la familia

María Luisa Morell quedó embarazada sin tratamiento y, por milagro, tuvo trillizas ¡iguales! Hoy, a 24 años, la familia revive la increíble historia.

Por Cecilia Corradetti

Cuando María Luisa Morell y su esposo Gustavo Molina miran hacia atrás, todavía se sorprenden de lo que vivieron hace 24 años. Ellos ya eran padres de tres niñas cuando, sin tratamiento alguno y en medio de planes laborales y personales, llegó el milagro: trillizas idénticas.

Teníamos tres hijas y, por milagro de Dios, soy muy creyente. y de la naturaleza, quedé embarazada de trillizas, sin tratamiento”, comienza relatando María Luisa, hoy jubilada y con una sonrisa que no se borra.

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El nacimiento, ocurrido el 13 de agosto de 2001 en el Hospital Privado de San Juan, fue un hecho que revolucionó a médicos y enfermeras. “Cuando ellas nacieron, hubo revolución entre todo el personal sanitario de ese momento. Las enfermeras y médicos sugerían llamar a los medios de comunicación. En aquellos días lo usual era TV, radios y diarios. No estaban en vigencia las redes sociales que hoy existen. Yo me negué: quería vivir en paz esos instantes y días”, recuerda.

Cada una de las nenas estaba en su propia bolsa, pero compartiendo una única placenta. Es un caso poco frecuente dentro de los embarazos múltiples.

Una familia que se multiplicó de golpe

En ese entonces, la pareja tenía tres hijas pequeñas: María Fernanda (10 años), María Belén (9) y Rocío Guadalupe (5). “Tuve mucha ayuda, gracias a Dios: mi madre, mi suegra —que ya falleció—, mis tres hijas mayores aunque eran chicas, y la principal ayuda, la señora que nos acompañó durante 26 años en nuestro hogar. Ella fue mis manos derecha e izquierda”, dice en referencia a Vicenta Pelayes, una mujer fundamental en la crianza de las seis.

“Fue un soporte vital e imprescindible para todos nosotros, más que una abuela para todas mis hijas. Ella falleció en 2021 y aunque estaba jubilada y retirada de mi casa desde 2020, siempre mantuvimos contacto hasta su último día”, agrega.

El matrimonio también contaba con el apoyo de sus padres y familiares. María Luisa, contadora pública, trabajaba en AFIP. Su esposo, Gustavo, es ingeniero electromecánico y trabajó siempre de manera independiente.

“Yo no hubiera podido trabajar como lo hacía, si no hubiera tenido el apoyo incondicional de mi esposo, de mis padres y suegros, de mi hermana y en especial de Vicenta, que prácticamente crió a mis seis hijas”, insiste.

“No estábamos buscando un varón”

Algunos creyeron que el embarazo múltiple se había dado porque buscaban un hijo varón. Pero María Luisa lo descarta:

“Algunas personas pensaron, incluso nuestras hijas mayores lo creían, que el embarazo de las trillizas se dio buscando el varoncito. Pero nada que ver. Yo había comenzado a retomar actividades postergadas, como el vóley, y estaba haciendo un posgrado de especialización tributaria. No estaba en los planes tener otro hijo”, explica.

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Sin embargo, en febrero de 2001 llegó la sorpresa. “Me costó asimilar la idea de otro bebé. De hecho, demoré un mes en hacerme el análisis de embarazo, estaba un poco negada a la realidad”, reconoce.

La luz de Dios y el consejo que cambió todo

Un año antes, María Luisa había evaluado retirarse de AFIP en un plan de retiro voluntario. “Yo me quería retirar a como diera lugar. Mi esposo y un amigo nos convencieron de que lo pensara. Y un año después quedé embarazada de las trillizas. Siempre pensé que la luz y sabiduría de Dios permitió que siguiera sus consejos, porque hubiera sido insostenible sin un sueldo fijo y estable sacar adelante semejante familia”, asegura.

El contexto no fue menor: apenas cuatro meses después del nacimiento, en diciembre de 2001, estalló la crisis económica. “Iba al súper y cargaba el chango con pañales descartables y leche en polvo. Todas las cajeras me miraban sorprendidas y ya me conocían. Como no vendían más de dos unidades por producto, rogaba que me vendieran más o hacía un tour por todos los supermercados mayoristas sanjuaninos”, recuerda entre risas.

La profecía de Rocío, la hija menor que pasó a estar en el medio

Una anécdota quedó grabada a fuego. Una semana antes de enterarse que eran trillizas, la tercera hija, Rocío Guadalupe, tuvo una visión infantil que resultó ser profética.

“Yo fui a misa con Rocío, que tenía casi 5 años. Al salir me dijo: ‘Mamá, yo creo que van a ser tres bebés, uno para cada una de nosotras’. Yo me reí fuerte y le pregunté de dónde sacaba esas ideas”, cuenta María Luisa.

Días después, una ecografía lo confirmó: no era un bebé, ni dos… sino tres. “La médica primero dijo que era uno, después dos, y finalmente nos anunció que eran tres. Mi esposo se dejó caer en una silla y yo sentí náuseas, todo me daba vueltas. Salimos shockeados, relata.

La noticia puso a la familia en alerta. “Desde el principio, mi ginecólogo me prohibió las comidas chatarras, subir o bajar escaleras, hacer esfuerzos y conducir. Muchas veces soñaba despierta e imaginaba cuando empezaran a caminar, a hablar o en su primer día de clases. Todo me resultaba tan irreal y lejano en el tiempo”, dice.

El matrimonio decidió enfocarse en la salud y bienestar físico y emocional de todos. “Nuestra energía estaría enfocada en llevar adelante el embarazo para llegar a buen término. A pesar de los temores, la prioridad era la salud de la familia”, explica.

El parto histórico aquel día de agosto de 2001

El 13 de agosto de 2001, la familia se agrandó definitivamente. “A las 13:15 nació Lourdes, pesando 1,770 kg; a las 13:17, Valeria, con 1,960 kg; y a las 13:19, Candelaria, con 1,560 kg. Todas pasaron a incubadora, pero estables y sin cuestiones críticas”, recuerda.

Las hermanas mayores eligieron los nombres: María Fernanda eligió Lourdes; María Belén eligió Valeria y Rocío eligió Candelaria, cumpliendo su propia “profecía”.

Organización familiar y rutinas

Criar a seis hijas requirió precisión. “Todo estaba organizado: horarios de pañales y alimentación. Mientras yo le daba de amamantar a una, las otras dos tomaban biberón, y rotábamos. A la noche, el baño, tarea en la que me ayudaban mi marido y María Belén”, dice.

El apoyo de Vicenta fue clave. “Desde que nacieron hasta que cumplieron 7 años, vivimos en un dúplex. Recién en 2008 pudimos mudarnos a una casa más amplia, con mucho esfuerzo y trabajo. Siempre en Rivadavia”, agrega.

La fe estuvo presente en cada paso. “Desde que nos enteramos que eran tres nenas, me puse en manos de Dios, confiando en su Divina Protección. Rogando que todo se desarrollara de la mejor manera posible”, relata María Luisa.

“Cuando eran chicas nunca las vestimos exactamente iguales. Tal vez compartían la misma remera, pero en colores diferentes. En el colegio apenas coincidieron: solo en el jardín de 3 años, y luego cada una siguió su camino. En los últimos tres años de secundaria, Valeria y Candelaria eligieron la misma orientación, Ciencias Naturales, y aunque eran compañeras, cada una tenía su propio grupo de amigas y amigos dentro del curso. A veces se peleaban o se ignoraban como si ni siquiera fueran familiares”, repasa la mamá.

“Además, las tres odiaban que les preguntaran, incluso sus propios abuelos, tíos o padrinos: ´’¿Y vos ¿Cuál sos de las trillizas?’. Muchas veces dejaban la pregunta flotando en el aire y se alejaban sin responder”, evoca.

“Querían que las llamaran a cada una por su respectivo nombre, en lugar de decir, como muchos lo hacían: ‘ahí vienen las trillis’", concluye.

El presente de las seis hijas

Hoy, las trillizas tienen 24 años y estudian distintas carreras universitarias.

Lourdes estudia abogacía y trabaja en el Poder Judicial de la provincia, Valeria estudia kinesiología y tiene su propio emprendimiento relacionado con esa actividad y Candelaria estudia arquitectura.

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La mayor, María Fernanda, es contadora y vive en Buenos Aires; María Belén es veterinaria y Rocío Guadalupe es médica.

Todas llevan el apellido de sus padres: Molina Morell.

“Hoy miro hacia atrás y me parece increíble. No concibo mi vida sin esta gran familia, aunque signifique un cansancio físico y mental que fue, es y seguirá siendo, porque es difícil ser padres de seis mujeres en estos tiempos modernos”, confiesa.

Y añade: “Dios nos sostiene cada día de nuestras vidas. Nos bendijo con una familia numerosa e impensada. Aunque al principio no recibí con alegría la idea de otro embarazo, hoy sólo tengo agradecimiento”.

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