Maestros del terror, cada uno en su ámbito, han demostrado su talento dejando una marcada huella que los hace únicos. Mike Flanagan se ha destacado por retratar traumas personales a través de monstruos en series como “La maldición de Hill House” y “Misa de Medianoche”. Stephen King, por su parte, marcó generaciones con sus novelas, muchas de las cuales fueron adaptadas al cine y definieron el rumbo del terror década tras década. Ahora, ambos se unieron otra vez (como ya sucedió por ejemplo en la película "Doctor Sueño"), pero para sorprender con una propuesta completamente distinta y hermosa: “La vida de Chuck”, una historia contada al revés que convierte el apocalipsis en una oda a la vida.
Con un hilo conductor impecable, el film (que pasó por cines y ya está disponible en plataformas como Apple TV y en alquiler en Amazon) explora la vida y la muerte en tres actos que van hacia atrás en el tiempo.
La primera parte, titulada “Gracias, Chuck”, presenta a Charles Krantz (Tom Hiddleston) de manera enigmática: su nombre aparece en carteles que dicen “¡Charles Krantz: 39 grandes años! ¡Gracias, Chuck!”. Sólo al final se lo muestra en una cama, luchando por su vida, acompañado por su esposa y su hijo adolescente. Aquí la narración se centra en Marty (Chiwetel Ejiofor), un maestro que intenta conservar la cordura en medio de un mundo que se derrumba: Internet dejó de funcionar, incendios arrasan el Medio Oeste, inundaciones cubren Florida, terremotos sacuden California y un volcán erupciona en Alemania. En su recorrido, Marty se cruza con distintos personajes con los que reflexiona sobre la vida, desde perspectivas que van desde el aspecto humanístico hasta la física. Para finalizar, de un modo repentino e inesperado.
El segundo acto, “Músicos callejeros para siempre”, retrocede nueve meses. Allí el protagonismo recae directamente en Chuck, un contador al borde de la muerte sin saberlo, que empieza a revelar su verdadera personalidad. En esta parte el tono cambia: el apocalipsis se transforma en un musical sutil y conmovedor. Chuck, el hombre de negocios, pone de lado su maletín en símbolo del abandono de lo rutinario y se deja llevar por la música de una baterista callejera. Ese desprendimiento de lo formal para seguir su instinto marca otra enseñanza: la importancia de abrazar la pasión y cuestionar la manera en que llevamos la vida. Al tiempo que, ofrece una pista de lo que vendrá.
El tercer y último acto, “Yo contengo multitudes”, es cronológicamente el primero y el más movilizador. Narra los años iniciales de Chuck (interpretado por Benjamin Pajak a los 10 años y Jacob Tremblay en la adolescencia). Una infancia difícil, bajo la compañía, contención y designios de sus abuelos, la guía de una maestra comprensiva y una misteriosa habitación cerrada con candado, que se convierten en las claves que atraviesan toda la historia.
Una película con narración perfecta
La adaptación que Flanagan hace de la novela corta de King, publicada en 2020, resulta una obra profundamente reflexiva sobre la vida y las elecciones de cada persona. Es un relato que conmueve, hace llorar y al mismo tiempo invita a encontrar el verdadero propósito de la existencia.
Plantea la idea de que, al morir, las personas se enfrentan a su propia vida. Ese es precisamente el viaje que propone: tras la muerte de Chuck, el espectador comienza a descubrir sus pasiones, dolores, hallazgos y vínculos. El hecho de que la narración avance al revés genera intriga, obliga a prestar atención y convierte la experiencia en un rompecabezas emocional que encaja a la perfección en el desenlace. Cada detalle conecta las partes como cuentas de un collar que, al final, se unen en un todo coherente.
Las tomas, la escenografía y la música le otorgan belleza y emotividad sin recurrir a golpes bajos ni aburridos clichés. Además, la voz en off de Nick Offerman funciona como un acompañante del espectador: aporta contexto y matices, pero sin subestimarlo.
En definitiva, Flanagan no ofrece respuestas ni instrucciones sobre cómo vivir, pero sí propone un viaje profundo y entretenido hacia preguntas universales: ¿qué es realmente importante?, ¿qué momentos dan sentido a nuestra existencia?, ¿y dónde ponemos el acento cuando pensamos en la vida que llevamos?
El trailer de "La vida de Chuck"
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