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Historias del crimen

El policía de “gatillo fácil” que mató a un comerciante en Valle Fértil

El agente salió a increpar a un grupo de jóvenes y terminó matando a uno de ellos. El hecho sucedió en julio de 1993 en el poblado de Astica y existe la versión de que la discusión y el ataque devinieron por un problema anterior.

Por Walter Vilca

Quedará por siempre flotando la idea de que entre ambos existía un rencor guardado desde hace tiempo. Que esa noche de 1993 no era para arreglar cuentas pendientes entre conocidos -hay quienes dicen que hasta eran parientes-, pero las circunstancias y los ánimos precipitaron ese encuentro en una esquina del poblado vallisto de Astica. Ahí nadie salió ganador, pero uno perdió más y fue ese comerciante de 31 años que recibió un balazo que puso fin a sus días. El otro, un policía de gatillo ligero, también perdió lo suyo y aún hoy es recordado por ese asesinato sin sentido de un vecino del pueblo.

Cuentan que las campanas de la capilla de Astica retumbaron la mañana del 18 de julio de 1993 para dar la triste noticia del crimen de Diego Mercedes Atencio, un comerciante y padre de cuatro niños. Como muy pocas veces, la tranquilidad de esa villa se vio sacudida por el dolor y el estupor. Es que el muchacho era hijo de ese pueblo. Lo mismo que el asesino, el agente Carlos Alberto Vildozo, de 23 años, también nacido en esa localidad.

Desde un principio hubo intención de instalar la versión de que fue un accidente o un acto en defensa propia del agente frente a la supuesta agresión de la víctima y sus amigos. Justamente tres de los amigos del fallecido, testigos presenciales del hecho, desvirtuaron los dichos del policía y dejaron al descubierto su mentira.

Nunca quedó bien en claro qué pasó esa noche y qué hubo detrás de ese hecho de sangre. Un amigo de Atencio contó que todos se conocían, que la víctima tenía un puesto de venta en el paraje de la Difunta Correa en Vallecito, Caucete, y que el agente estuvo trabajando un tiempo en esa zona. Que al parecer, habían tenido un problema anterior y entonces existía un resentimiento grande entre ambos.

Esa madrugada del 18 de julio de 1993, Diego Atencio junto a Enrique Fernández, Juan Figueroa, Hugo Riveros y otros amigos estuvieron en un festival en esa localidad. Más tarde se fueron a una fiesta familiar, pero cerca de las 5 de la mañana se retiraron y atravesaron a pie el pueblo. En eso que caminaban, pasaron por el destacamento policial de Astica.

Dos versiones

Ellos afirmaron que pasaron en silencio por el frente y vieron a Vildozo que se asomó por la ventana del puesto. El policía, por el contrario, dijo que el grupo de muchachos lo insultó y lo provocó. Y si fue así, igual no pasó nada en ese momento.

Los jóvenes continuaron su camino y se detuvieron a charlar en la esquina de la ruta provincial 510 y avenida Zuleta. Uno se sentó y otro se tiró sobre el césped mientras bromeaban y se reían. Algunos se marcharon, entre ellos uno que recordó que cuando se alejaba miró para atrás y observó que venía el agente Vildozo hacia donde estaban sus amigos. No le dio importancia. Nunca imaginó lo que sucedería después.

Según la versión del policía, los jóvenes estaban provocando desorden en la puerta de un negocio cercano y que por eso se dirigió hasta ellos para disuadirlos. Los jóvenes, en cambio, aseguraron que no hacían nada, que Vildozo fue directo a increparlos con la pistola en la mano y enfrentó puntualmente a Atencio.

En su relato, el agente contó que los muchachos agarraron piedras para lanzárselas contra él y ante ello sacó su arma reglamentaria para defenderse. Es más, dijo que le tiraron un piedrazo y respondió con un tiro al aire. Y que ahí mismo Atencio le largó una trompada, entonces él efectuó un segundo disparo intimidatorio al aire y en esos segundos vio que éste cayó herido. 

A partir de ese instante todo fue un caos. Sus amigos corrieron a buscar ayuda, los vecinos salieron a la esquina y auxiliaron Diego Atencio que tenía un balazo en la zona del abdomen. El agente regresó al puesto policial a avisar sobre lo sucedido a un compañero y pidieron apoyo a los efectivos de la Seccional 12da de Villa San Agustín. En tanto, el herido fue cargado en una ambulancia y trasladado al hospital del departamento, pero llegó muerto producto de esa bala calibre 9 milímetros.

Esa madrugada todos terminaron en la Policía, con el agente detenido y los jóvenes como testigos presenciales. Pero claro, con relatos muy distintos sobre lo ocurrido. Los efectivos de la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía se hicieron cargo del caso, bajo las órdenes de la entonces jueza Lucy Rodríguez. A la vista estaba que no cerraba la versión del agente, que quedó preso acusado de homicidio simple y con esa calificación fue llevado a juicio entre fines de abril y principios de mayo de 1995 en la misma villa cabecera de Valle Fértil.

El juicio

El juicio oral y público se realizó en el Salón Municipal de Villa San Agustín y fue un acontecimiento jamás visto que atrajo la atención de todo el pueblo. En esos días, los jueces Félix Herrero Martín, Ramón Avellaneda y Juan Carlos Peluc Noguera escucharon las declaraciones del acusado y los testigos presenciales del crimen. En esas audiencias, el agente Vildozo junto a su defensa buscó a toda costa demostrar que se defendió y que la muerte de Atencio fue producto de la fatalidad. Volvió a afirmar que se vio sobrepasado por la violenta acción de esos cuatro jóvenes que emprendieron contra él, que era de noche, que estaba nervioso y tuvo miedo porque estaba solo y que ese segundo disparo fue consecuencia de un accidente. En ese tramo de su declaración cambió su versión inicial y aseguró que, cuando Atencio le tiró el golpe, él intentó esquivar la trompada y ahí se le escapó el disparo que lo hirió mortalmente.

Todo eso se cayó con las declaraciones de los testigos presenciales, las pericias y la autopsia. Los amigos del fallecido declararon que nadie agredió al policía. El trabajo de los peritos balísticos indicó que el primer disparo dio en el suelo y no fue al aire, como había dicho el agente. Por la dirección que tuvo el segundo disparo y por la zona donde impactó ese proyectil en el cuerpo de la víctima, también se desmoronó otra parte del relato del policía. Esa que decía que se le escapó el tiro en el momento que Atencio estaba frente suyo y le largó una trompada. La autopsia señaló que la víctima estaba de costado cuando recibió la herida mortal.
Las contradicciones del policía y su intento por forzar un relato que no se ajustaba a la realidad, quedó más en evidencia con los registros de los libros de guardia del destacamento de Astica y de la Seccional 12da. El propio agente Vildozo dejó asentado de puño y letra de él, supuestamente a las 5.20 de la mañana de ese día, que un grupo de jóvenes lo insultó y después empezó a provocar desórdenes en la calle. Según él, salió a llamarles la atención y fue agredido por los vándalos. En ese breve registro señaló que a raíz de esa situación sacó su arma reglamentaria, que efectuó disparos al aire y que una de las otras personas cayó herida al suelo. Es más, asentó que el herido era Diego Atencio y señaló con nombre y apellido a los jóvenes que lo acompañaban. Es decir, dio detalles y datos precisos. Sin embargo, en el libro de guardia de la comisaría de San Agustín se dejó constancia que Vildozo llamó por radio recién a las 5.40 de la mañana para comunicar sobre el incidente y que en ese momento informó sobre supuestos desmanes provocados por sujetos no identificados.

A las 5.43, en el mismo libro de guardia de la 12da asentaron que desde esa comisaría se contactaron con el puesto policial y ordenaron al personal que permanecieran en el destacamento y que identificaran a los revoltosos para luego citarlos. Es que hasta ese momento, en Villa San Agustín no sabían de la gravedad del episodio. Esa comunicación fue recibida por el agente Mercado, otro efectivo del puesto de Astica, que respondió comunicando a sus superiores que la situación era complicada, que el agente Vildozo había efectuado disparos y que había una persona gravemente herida.

De lo expuesto surgió que Vildozo mintió para favorecerse y cubrirse. En realidad, conocía a la víctima y a los otros jóvenes, que no eran delincuentes ni tenían antecedentes de violentos o al menos nada indicó que esa noche estuviesen provocando destrozos. Ante esto, resultaba poco creíble la versión del policía acerca de que fue intimidado o agredido por una patota. Por el contrario, buscó escudarse en el supuesto ataque de esas personas supuestamente desconocidas para armar su coartada y justificar su reacción.

El tribunal rechazó los argumentos que sostenían la teoría de un accionar en defensa propia o de un caso de exceso en la legítima defensa. Y si bien el policía quizás no tenía la intención de asesinar a Atencio, obró mal siendo un funcionario policial que debía tener el control de la situación y medirse a la hora de sacar el arma. Él tuvo que haber previsto el posible resultado fatal de su proceder y no lo hizo, según se desprende del fallo. Así fue que los jueces calificaron el asesinato bajo la figura de homicidio simple con dolo eventual y condenaron a Carlos Alberto Vildozo a la pena de 8 años y 6 meses de prisión.


 

 

 

 

 

 

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