El baile de sus dedos en las cuerdas de la guitarra hipnotiza. Jonatan Vera y su guitarra tienen el don de despejar cualquier pensamiento de la mente y generar una sensación de belleza y satisfacción que uno no quiere soltar.
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SUSCRIBITEEl baile de sus dedos en las cuerdas de la guitarra hipnotiza. Jonatan Vera y su guitarra tienen el don de despejar cualquier pensamiento de la mente y generar una sensación de belleza y satisfacción que uno no quiere soltar.
En el ciclo ‘Media Hora Entre Preguntas’ este tremendo músico sanjuanino navegó por su historia musical y personal, dejando confesiones y recuerdos de esos que se tendrían que enmarcar y ser expuestos para que generaciones futuras tengan la posibilidad de imitarlas y disfrutarlas.
-¿Inseparable la guitarra?
-Creo que sí. De un tiempo a esta parte no voy a ningún lado si no voy con la guitarra.
-¿Y eso te abre puertas o no es una carta de presentación tan buena?
-Gracias a Dios de un tiempo a esta parte ha habido una revisión de ese viejo prejuicio de que el que andaba con la guitarra era un manyín o un borracho. Los hay, pero la música argentina ha tomado otro estatus a nivel mundial. No es para nada ya sorprendente escuchar a una orquesta alemana tocando un tango de Piazzolla o de Gardel. Nuestra música ha trascendido al mundo y hoy en día andar con la guitarra no es una mala carta de presentación, más bien todo lo contrario. Y a mí, dentro de lo poco o mucho que me ha tocado andar, siempre me ha abierto las puertas.
-¿Cuándo empieza el idilio con la guitarra?, ¿fue un poco por herencia?
-Sí, fue por herencia se podría decir. En mi casa siempre estuvo la guitarra por mi viejo y también por mi abuelo, a quien nunca conocí pero fue una figura muy importante en mi familia. A mí me atrapó, me enamoró y al final terminé siendo el único de los nietos que se dedica a esto.
-¿Qué edad tenías?
-Unos 6 o 7 años. Fueron como muchas cosas en el momento. Un cassette que apareció por ahí y un radiograbador me dieron la posibilidad de experimentar con la música. Uno esperaba que en la radio pusieran el tema que te gustaba para grabarlo y a partir de ahí orejear. Y eso se juntó con la guitarra que había en casa.
-¿Y todo onda autodidacta o tuviste algún maestro en ese comienzo?
-Ahí aparecieron mi viejo y mis tíos y empezaron a tirarme tips como se dice ahora. Después vinieron que era tan molesto con el tema y le hablaron a un vecino, que era un gran guitarrista, don Esteban Rojas, el padre de Claudio Rojas.
-¿Vos venís ligado con Claudio desde aquellos tiempos?
-Sí, desde ahí. Éramos vecinos, amigos de la familia. El papá de Claudio fue amigo de mi abuelo, de mi viejo, de mis tíos y por último mío. Él iba a casa y en un cuadernito me anotaba las letras, los acordes, las posiciones en la guitarra y así fue aprendiendo. Después de unos años él les dijo a mis padres que tenía ciertas condiciones y que estaría bueno que continuara en la Escuela de Música.
-¿Cómo jugaba tu timidez en las primeras presentaciones?
-Al principio se siente un terror, un pánico, pero lo supe llevar muy bien. Yo siempre les voy a agradecer a mis viejos que ellos nunca me presionaron. Por ejemplo, yo salía con mi guitarra a un cumpleaños con todas las ganas, pero cuando llegaba el momento de cantar, si es que se daba, se me revolvía todo. Y ellos nunca me obligaron a hacerlo o me decían que no lo intentase. Solo iba fluyendo y así me fui acostumbrando a romper esa barrera.
-¿Y cómo coordinabas tu amor por la guitarra y los estudios de cualquier pibe de esa edad?
-Y en un momento se cruzaron y empezó a haber quilombo. Yo era un alumno promedio y terminé sin problemas la secundaria. Después hice el intento de hacer una carrera universitaria.
-¿Qué empezaste?
-Apenas terminé la secundaria me metí en Sociología, siempre me había llamado la atención. Mi hermano ya era licenciado en Ciencias Políticas y en casa había siempre una charla interesante de esos temas. Además, en la secundaria tuve una profesora que me hizo que me gustara la Sociología. Estuve un par de años, pero siempre me pasaba que cuando tocaban parciales o finales yo tenía que irme de viaje. Yo ya estaba tocando con Claudia Pirán, con ella empecé cuando tenía 17 años.