Era un viaje más, de esos que se repiten mes a mes para cumplir un sueño. Gastón, con apenas 11 años, viaja desde San Juan a Buenos Aires para entrenar y jugar en las inferiores de Independiente. Esta vez, además de los compromisos deportivos, madre e hijo aprovecharon para vivir la experiencia de ver al Rojo en la Copa Sudamericana. El club, en un gesto con sus juveniles, les facilitó entradas para la “Garganta del Diablo”, tribuna reservada esa noche para familias de chicos de las formativas. La idea era disfrutar de un partido internacional y ver, de cerquita, a los cracks de Primera. Pero lo que debía ser una noche perfecta terminó convirtiéndose en una pesadilla. “Los hinchas chilenos iniciaron todo. Primero fueron monedas, después piedras y pedazos de azulejos, hasta que empezaron a tirar butacas. Y no se quedaron ahí: largaban botellas con agua y hasta con excremento. Fue terrible”, relató Analía en diálogo con Tiempo de San Juan.
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Gastón, el pequeño en el día del partido.
La sanjuanina contó en exclusiva cómo se desencadenó la barbarie dentro del estadio, al lado de la tribuna en la que se ubicaba la parcialidad de "La U": “Nosotros estábamos en la torre 3, en el piso 3 de la tribuna, justo al lado del sector visitante. En un primer momento empezaron con monedas, que venían a gran velocidad y nos hacían correr para cubrirnos. Después comenzaron a arrojar botellas de plástico cargadas con agua. Ya era peligroso. Pero cuando rompieron los baños y tiraban los azulejos como proyectiles, todo se volvió desesperante. Y todo esto antes de que empezara el partido”.
En el sector en donde estaban Analía y su hijo Gastón, habían otras familias con chicos menores e incluso bebés en brazos. “Éramos todas familias. Había nenes muy chiquitos, hasta bebés. A ellos no les importaba nada, nos tiraban igual. Es más, en su propia tribuna también había chicos, pero aún así seguían con la violencia”, recordó.
Todo empeoró con la bomba de estruendo que los visitantes largaron a su tribuna: "La garganta es techada, entonces el humo se concentraba y los chicos gritaban. Era imposible estar ahí. Muchos padres armamos un cordón para contenerlos y bajarlos por las escaleras. Fue en ese momento cuando la barra de Independiente nos ayudó: nos dijeron por dónde salir, nos cubrieron y nos mostraban el camino. Ellos nos protegieron”, contó Analía.
La sanjuanina también destacó el trabajo del personal del club. La Seguridad abrió los molinetes para que pudieran pasar de a un sector donde los visitantes no tenían acceso. "Ellos estaban descontrolados. Después vinieron las butacas: las arrancaban y las tiraban completas hacia donde estábamos. Ya era imposible sostener la calma”, agregó. En ese contexto, explicó que la Policía hizo "lo que pudo": "La Policía recién ingresó al final, cuando ya la mayoría de los hechos había pasado. Para ese entonces, los destrozos ya eran enormes y la gente de la tribuna visitante estaba fuera de control”.
“Lo que venía del sector visitante era cada vez más violento. En un momento empezaron a tirar botellas con excremento. Eso fue lo más repulsivo, no se puede entender. La verdad, muy lamentable”.
El recuerdo de la noche del miércoles la sigue estremeciendo. “Se suponía que iba a ser un momento de alegría, de compartir con mi hijo y con las demás familias. Pero terminó siendo una experiencia horrible, de mucho miedo. Íbamos a disfrutar de un partido de Copa y nos encontramos con una barbarie que no tendría que pasar nunca, y menos con tantos niños presentes. Fue muy angustiante. Encima se me había apagado el teléfono, así que mi familia en San Juan estaba desesperada porque no sabía nada de nosotros. Recién más tarde pudieron enterarse de que estábamos bien”.
Analía viaja cada mes junto a su hijo para que siga persiguiendo su sueño de vestir la camiseta de Independiente. Gastón, además de ser jugador de las inferiores, es hincha del club. Por eso lo vivido duele más todavía. “Él lo que quería era ver a la Primera División, estar cerca de los jugadores, vivir la experiencia de una noche de Copa. Y se encontró con esto. No debería haber pasado. Es muy triste que en lugar de recuerdos felices de fútbol y familia, tengamos que llevarnos este miedo”.