A casi 160 kilómetros de la capital de San Juan y a 14 kilómetros de San José de Jáchal, se encuentra la pequeña comunidad rural que tiene 3.000 habitantes. Con el paso del tiempo, el Club Árbol Verde se ha transformado en mucho más que una institución deportiva. Es un espacio de pertenencia y un símbolo de orgullo para todo el norte sanjuanino. El equipo de la década del '50 que creció por el amor de sus vecinos, conquistó su presente con copas y se convirtió en uno de los más ganadores y populares del departamento.
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Su historia está marcada por el compromiso de vecinos que a través del tiempo hicieron del club un punto de encuentro. El nombre se instaló para quedarse y en el escudo llevan con orgullo el árbol que representa mucho a la localidad: el algarrobo gigante que es uno de los más antiguos de la provincia.
Si bien su historia data del '50, poco tiene registro en los viejos diarios. Es casi un relato secreto de cómo fueron sus inicios y quienes fueron los dueños de esa primera institución que crecía entre el chañar y el fondo de los vecinos. Pero sin duda, sirvió de impulso para que en el 1988 empezara a escribir su propio curriculum en el fútbol jachallero.
El crecimiento institucional no tardó en llegar. En 2017, gracias al programa Seminario de Alianzas impulsado por Minas Argentinas, Árbol Verde inauguró un gimnasio propio con equipamiento de primer nivel: bicicletas magnéticas, elípticas, cinta para correr, banco de abdominales, pelotas de pilates y mancuernas, entre otros elementos. Pensado tanto para la preparación física de los jugadores como para la rehabilitación de vecinos en conjunto con el Hospital San Roque, el gimnasio pasó a ser un recurso vital para la salud y el deporte en la comunidad. Años después, en 2021, el club fue beneficiado por los programas 'Clubes en Obra' y 'Yo Amo Mi Club', lo que permitió continuar con la mejora de su infraestructura, incluyendo trabajos en vestuarios, iluminación y las condiciones del predio deportivo.Ç
Lo que vino después de ese impulso en su infraestructura fueron puros logros deportivos que hicieron gigante su nombre en el interior de San Juan: el tricampeonato.
En diciembre de 2023, el equipo alcanzó uno de los hitos más importantes de su historia: se consagró bicampeón de la Primera A de Jáchal, tras vencer por 2 a 1 al Club Deportivo La Estrella, con goles de Lucas Nievas y Leandro Manrique. La celebración fue inolvidable: caravana de autos, bombos, banderas y abrazos en la Plaza General San Martín, donde todo Jáchal festejó la hazaña del Verdolaga. Ese mismo año, la Liga del Norte distinguió al equipo por su rendimiento.
Néstor Celán fue el goleador del torneo con 21 tantos, mientras que el arquero Ulises Tejada recibió el premio a la valla menos vencida, con un impresionante promedio de apenas un gol por partido durante todo el campeonato
El envión anímico no se detuvo. En 2024, Árbol Verde mantuvo un invicto en la Copa de Campeones, superando 2-1 a un equipo histórico como Rojo Fiorito y consolidándose como uno de los grandes animadores del fútbol sanjuanino a nivel provincial.
Sin embargo, en la final que se disputó en el Polideportivo de Albardón, San Martín de Rodeo se impuso 2-1, impidiendo que Árbol Verde se consagrara campeón por sexta vez. Michel García abrió el marcador y, tras el segundo gol de Ismael Díaz, Pablo Guerrero descontó para los jachalleros, pero no alcanzó para evitar la derrota.
Y lo más reciente, en abril de 2025, el arbolino dio otro paso firme en lo deportivo al vencer 3-2 al club Peñarol en un partidazo que lo clasificó a las semifinales de la Copa de Campeones 2025. Los goles de Lucas Suesa y José Femenia le dieron forma a una victoria histórica que lo condujo al último paso. Si bien hizo mérito para quedarse con ese título, Peñaflor hizo lo propio y lo venció 2-1 en el Bicentenario. Con este resultado, logró quedarse con el subcampeonato y su nombre una vez más entre los mejores del interior de San Juan.
Así, sin grandes presupuestos ni contratos millonarios, pero con esfuerzo, humildad y una identidad que no se negocia, el Club Árbol Verde de Jáchal sigue escribiendo su propia historia. Desde el viejo chañar hasta los flashes de las finales y el sueño del estadio único.
Embed - Pasiones del interior: Club Árbol Verde
Hugo Mercado, el ex jugador que se convirtió en presidente por amor a su club
"Acá llevamos mucho tiempo, todo lo que yo tengo y todo lo que hago es en base a lo que es Árbol Verde. Le dedico mucho tiempo y para hacerlo tenés que estar completamente a full. Es una vida dedicada a esto", simplificó Hugo, el máximo dirigente de la institución arbolina de Jáchal.
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Entre repulgue, pasteles y sopaipillas: la tradición de las 'mujeres' de Árbol Verde
El folklore del fútbol es muy diverso. Cuando llega el domingo, el país se paraliza por la redonda y las calles se tiñen de colores. En el fútbol jachallero, la parrilla se ausenta y es reemplazada por el disco de pasteles y sopaipillas, un símbolo de la región y que se repite todo el año. El grupo de trabajo de Árbol Verde, que cocina a pulmón y por amor a los colores.
Tradición y fútbol. Cada domingo, en el gran San Juan se respira choripán y se escucha el bombo en las canchas. Pero en Jáchal, al norte de la provincia, la historia tiene otro toque de folklore futbolero: el de la fritura del disco, el repulgue apurado y el del mesón con la pastalinda. En cada rinconcido del departamento, los fines de semana no son solo de hinchas con camisetas sino también de pasteles y sopaipillas.
En tierra jachallera, el fútbol tiene sabor casero. Cada vez que la pelota empieza a rodar, detrás del alambrado hay un grupo sin camiseta que labura sin pausa: baldes con masa, bolillos, fuentes con picadillo y los mesones, que enumeran cada pastel. Son vecinos, familiares de jugadores y fanáticos del club del barrio, que en vez de prender el fuego para la venta de choris, ponen un disco con aceite a calentar. A pulmón, sin cobrar un mango y con el corazón puesto en la camiseta.
Sin hacer mucho ruido y trabajando para los hinchas, el 'grupo de mujeres' de Árbol Verde dice presente en la tradición gastronómica cada vez que llega el domingo futbolero. "Estos pasteles son los más ricos, los tienen que probar", comentó el presidente de la institución arbolina. La subcomisión está integrada por 'ellas' y son quienes se dividen las tareas de la cocina.
El ritual se repite cada fin de semana del año, llueva o truene. Desde temprano, el grupo llega con los ingredientes, arma la mesa al costado de la cancha y pone manos a la masa. El repulgue se convierte en arte colectivo, y el disco en un símbolo criollo del fútbol jachallero.
El fútbol pasa a ser secundario con estas historias. Es humildad, familia, identidad, y esa mezcla de tradición y pasiones del interior que los define a todos.