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Puras luces

Roberto Ruiz: Jachallero alborotador

Hizo una importante carrera como fotógrafo dentro y fuera de la Provincia. Volvió a vivir a su terruño para cuidar su salud pero está más inquieto que nunca. Por Miriam Walter

Por Redacción Tiempo de San Juan

En 2007, convirtió el obelisco en un portarretratos enorme, montando en la 9 de Julio la foto impresa más grande del mundo con un paisaje de Ischigualasto. En 33 años de carrera en Clarín, se codeó con Julio Iglesias, se hizo amigo de Mercedes Sosa y recorrió el planeta con sus flashes. A simple vista, Roberto Ruiz parece un jachallero errante, pero es un auténtico hijo de su tierra, a la que volvió hace unos años para bajar un cambio, por razones de salud y de nostalgia. Fue después de un ataque al corazón, en todos los sentidos. Y no se queda quieto, anda de muestra en muestra y con la Nikon siempre al hombro.
Roberto, el mayor de 4 hermanos, perdió a su mamá Filomena cuando tenía 9 años. “Mi viejo era agricultor Era una responsabilidad muy grande que yo tenía de cuidar a mis dos hermanos y mi hermana. Pero mi infancia fue bella porque la dureza de haber perdido a mi vieja me hizo vivir una realidad adelantada y a la vez tuve mucho juego y una vida muy profunda con los vecinos, llena de afectos. Yo iba a la zona de la finca de mi papá y era como mi familia toda. Aún hoy me invitan a comer”, recuerda.
En la Normal San Martín fue compañero de José Luis Gioja. “En Jáchal nos conocemos todos. José Luis era quilombero de chico, jugábamos a la pelota en la parroquia, él siempre fue muy líder, por ahí nos mandábamos a la mierda pero nuestros padres eran muy amigos, eran radicales los dos”, cuenta.
“Mi papá era agricultor y éramos de perfil bajo, yo le ayudaba a manejar el tractor y araba y levantaba la aceituna. El campo y la naturaleza siempre me apasionaron. Ahora veo que me dejaron señales profundas pero lindas, con aprendizaje a costa de sufrimiento. Yo fui un muchacho muy feliz, con una vida de mucho guitarreo, peñas, salidas con los amigos. Nos hacíamos la rabona y nos íbamos a la montaña y me llevaba 7 u 8 materias en diciembre y me tenía que quedar los veranos jugando a los autitos y pegando plastilina en la vereda”, asegura.
Su padre, además del amor por la tierra, le heredó la sangre artística. “Él de joven cantaba tangos en Radio Sarmiento. Antes de casarse se fue a probar suerte con Antonio Tormo y enseguida abandonó y consiguió trabajo de fotógrafo. Hacía de esos cuadros ovalados a la gente de campo por todo el país y un día vino a Jáchal y en Pampa del Chañar conoció a mi madre. Y se produjo una historia parecida a la del tema de Don Buena, que los padres no la dejaban casarse porque era fotógrafo. Y se enamoró. Y decidió comprar la finca que queda a 6 cuadras de la plaza pero en ese entonces era más rural. Mi papá decía que Jáchal tiene un embrujo porque siempre te enamorás de algo. Yo viajé por todo el mundo y volví”, dice.
Su papá quería que fuera agrónomo, pero Roberto le robaba la cámara. Para practicar, por ahí sus amigos, los hermanos Espejo, le prestaban la Canon que tenían de adolescentes. Mientras tanto, intentó en la carrera de ingeniero pero duró casi nada.
“Mis primeras fotos eran de turismo, tenía una orientación periodística. Después de probar suerte en San Juan, me fui de mochilero a Tucumán. Yo que venía de un San Juan pelado me enamoré de la selva tucumana. Ahí conocí a un fotógrafo famoso de La Gaceta de Tucumán, Edmundo Font, y me apadrinó, me daba la cámara para practicar en el diario. Me propuse no volver al pueblo sin auto y equipo propios, y a los 3 ó 4 años lo logré: compré un Fiat 600 y una réflex. Y volvía a Jáchal en los veranos”.
En Tucumán estudió Cine y trabajó 9 años en Canal 10, se casó por primera vez, tuvo a su hija Leticia y cuando se separó se fue a Buenos Aires. Corría el año ’78 y conocía a Joaquín Morales Solá que era tucumano de cuando ambos estaban en La Gaceta. “Me lo encontré y me preguntó en qué andaba, yo vivía en el Hotel San Martín y me cagaba de hambre. Y así me fui a Clarín. Tenía 20 y pico de años y me llevaba el mundo por delante porque la mayoría de los fotógrafos era gente mayor. Yo era un pendejo y cualquier viaje que había me iba yo. Me decían que fuera a Madrid al reportaje a Serrat, volvía al automovilismo y después conocía a Raphael, después iba a la casa de Julio Iglesias en Miami. Conocí a infinidad de artistas nacionales e internacionales. A Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Memphis la Blusera, de tantos años de trabajar en el diario. Yo me hago amigo antes de afanarles una imagen, trato de entrar en el alma del entrevistado”, dice.
En medio de tanta vorágine, Roberto se casó dos veces más y tuvo dos hijos más también. Y, de repente, le llegó un parate físico. “Era el 4 de noviembre de 2010, yo trabajaba en YPF y estaba en una inauguración y Eskenazi me vio y me dijo ‘quedate quieto’. Apareció a los 30 segundos un médico con una silla de ruedas y dos enfermeras. Eso me salvó la vida. En 8 minutos estaba en el sanatorio, llegué listo para que me pusieran los stend”, cuenta.
Entonces se fue a vivir con su hija, pero bajó mucho de peso y, viendo que no se recuperaba, se “internó” en su tierra natal, renunciando a Clarín y a toda su vida citadina. “Me encantaba vivir en Buenos Aires y ahora se ha vuelto imposible, es una cosa extraña. Lo analizo al campo y ahora me quedo en Jáchal. Yo creo que es un momento de la vida que empiezo a disfrutar, estoy tratando de ser feliz con lo poco porque he comprobado que el poder y el éxito son efímeros y la salud es muy cara”.
Pero Roberto nunca se había ido en realidad de su provincia. Siempre conservó sus vínculos afectivos y laborales. Antes de que le doliera el pecho, hizo tres Cruces de los Andes con Gioja: “en ese entonces yo fumaba dos paquetes por día y desde que no fumo soy el tipo más feliz del mundo. Ahora le noto el gusto al Cabernet”, evalúa.
Dice que por ahí extraña el Teatro Colón al que iba todos los jueves, pero a diario hace fotos de todo y de todos, expone en la plaza departamental y vende sus fotos a empresas y Gobierno, mientras proyecta su finquita jachallera. “De salud estoy como nuevo, volví a nacer y eso lo debo respetar”, dice, mientras planea más intervenciones en el obelisco y retrata los pájaros de Huerta de Huachi.

Hitos en primera persona
1-“Poner la foto más grande del mundo en el obelisco. No sé de dónde me salió eso porque es muy contrapuesto con lo periodístico”.
2-“Nunca me voy a olvidar, que me gustaba el quilombo y era la noche en que Galtieri decía que estábamos ganando. Fui a Plaza de Mayo y nos reprimieron”.
3-“Los reportajes con Mercedes Sosa eran únicos. Siempre me mandaban a mí porque teníamos una relación. No posaba conmigo. Me cantaba Vallecito de Huaco a capela”.

 

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