Mientras el vicegobernador Fabián Martín y el laboratorio político del oficialismo completo evalúan qué hacer y cómo decir lo que resuelvan sobre asumir la banca obtenida el 26 de octubre o no, otros dos movimientos de ajedrez ocupan cada vez más tiempo en el análisis. Uno es: si se queda, quién asume? El otro es: si se va, también quien asume la vacancia del segundo cargo más importante de la provincia.
El dilema comenzó pocas horas después del resultado electoral que le dejó al oficialismo un gusto agridulce en la boca. Inmediatamente allí comenzó a circular una pregunta razonable: ¿vale la pena dejar un cargo como la vice por una banca de diputado? Claro que están los compromisos políticos asumidos, pero también parece claro que es un activo que la propia ciudadanía no parece imponer de maneja tajante.
Cualquier consejo utilitario hacia el vice debería comenzar retomando ese hilo. Nadie parece imponer mandato terminante sobre lo que resuelven las urnas, puede contemplarse con comodidad en una geografía nacional que por estos días destila esas disquisiciones.
Manuel Adorni fue hasta esta semana pieza clave en la gestión de Javier Milei desde la vocería de decisiones pesadas, aplicando un manual de rostros impasibles a medidas ingratas. Ese residual de gestualidad lo convirtió en pieza política clave, que se jugó como carta electoral en las elecciones porteñas de agosto en las que prevaleció sobre el macrismo. Nadie pareció creer a su anuncio de que asumiría como pálido legislador porteño, aún sin conocer que caería sobre sí la responsabilidad de ser jefe de gabinete a la salida de Francos: la misma función, con más alta jerarquía.
Tampoco Diego Santilli supo de su propio destino cuando el colorado reemplazó al pelado. Tras su histórica remontada bonaerense, obtuvo jinetas de general mileísta y el correspondiente pedido de reemplazar a Lisando Catalán en Interior. Es decir, no asumir la banca sino sumarse al equipo ejecutivo.
Flota en el aire la chance que se les sume Guillermo Montenegro, intendente de Mar del Plata por dos años más, quien fue candidato a senador provincial por su sección y no sólo parece que no asumirá sino que tiene la mano alzada para ser seleccionado para reemplazar a Patricia Bullrich, quien sí asumirá su banca en el Senado. Por ahora.
A coro, Adorni y Santilli hasta se lanzaron a una extraña redefinición del término testimonial. Según este nuevo diccionario, incurre en la acepción quien se presenta de candidato sabiendo que no va a asumir. Sin importar el resultado final -que efectivamente no asuma- lo único que interesa es si lo sabía de antemano. Y, lógico, nadie aceptará saberlo antes. Por lo que nadie será testimonial.
Poco tiempo antes, en el campamento del PJ hubo conductas similares, en este caso sin justificaciones estrambóticas. La actual vice Verónica Magario, con dos años de mandato por delante detrás de Axel Kicillof, compitió y ganó en su distrito La Matanza como postulante a legisladora provincial. ¿Asumirá un cargo menor en lugar del segundo en importancia de la provincia? Seguramente no. Y el jefe comunal Fernando Espinoza se presentó como candidato a concejal, cargo que obviamente obtuvo. ¿Descenderá a la banca desde su posición de capo municipal? Ni necesita respuesta.
Por todos esos motivos es que ni en el PJ ni en LLA podría recriminar nada a nadie si es que Fabián Martín decide dar el paso que le aconseja todo el sentido común del ejercicio del poder: no dejar un espacio relevante por otro de menor relieve. Menos en tiempos políticos tempestuosos como los que asoman en los dos años próximos de la provincia. Y menos si no existe un imperativo ciudadano que obligue a la buena letra, como resulta evidente en los casos Adorni, Santilli, Magario o Espinoza, en los que no atrona ningún escarmiento de ninguna parte.
Es decir, que si ya cometiste un error (como acaba de reconocer el propio vicegobernador en referencia a la estrategia de la salirle a la locomotora Milei de frente pese a integrar una gestión provincial que rankea sobre los 60 puntos de aceptación), no cometas otro más.
Lo que parece estar ahora en la mesa del análisis no es el fondo (la decisión), sino la forma: cómo decirlo. La respuesta a eso es sencilla: de ninguna manera forzada, con naturalidad y dejando que caiga por su propio peso. Sí, en cambio, parece necesario evaluar cada ladrillo político de esa pared.
Por ejemplo, quien quedaría en la banca obtenida si es que se produce la decisión. Lo natural será que el reemplazo resulte el primer hombre en la lista, por ejercicio de la ley de cupo. Sería entonces para el bloquista Federico Rizo, pero ocurre que Rizo ya es legislador provincial y su reemplazo es la peronista Graciela Barraza. Un resabio de cuando el bloquismo integró frente con el PJ, hace 2 años. Entonces, de ese modo el enroque derivaría en la pérdida de un legislador afín, como se describió en Tiempo de San Juan (https://www.tiempodesanjuan.com/sociedad/la-frase-fabian-martin-si-asumira-o-no-como-diputado-nacional-n415361).
Una posible solución sería que Rizo tampoco asuma y la posta quede en manos del primer suplente, Carlos Jaime, de directa relación con el gobernador Orrego. La otra sería que asumiera Laura Palma, la ministra de Gobierno que ocupó la segunda candidatura y también es de respuesta directa del gobernador.
Para eso, habría que reinterpretar la ley de géneros. Y según contó el periodista Gastón Sugo en su sitio de streaming GSMedia, hubo una consulta a la justicia electoral federal para que le diga si puede hacerlo, o sea cómo debe ser interpretada esa ley. Su aspiración, según esa fuente, es que le habilite a que cada frente defina internamente cómo ocupar una vacante. Interpretan que la ley orden cómo encolumnar a los candidatos, pero no cómo resolver vacantes. Y que hay antecedentes en los que permitieron que el frente ejecute un acuerdo interno y soberano, con la firma de todos. De acuerdo a esta versión, la opción Palma es como para ser considerada.
El otro punto a evaluar es que una eventual decisión dispararía una catarata de sub decisiones posteriores, en las que vuelve a sobresalir el rol del bloquismo. Es la especulación que por ahora sólo opera en la órbita de los analistas, pero no en voz alta: que el presidente del partido de la estrella Luis Rueda se prueba el saco de reemplazo de Fabián Martín en la vice si es que se produce la vacancia.
¿Y cómo sería? Hoy el bloquismo aporta 4 legisladores escenciales para el oficialismo en su búsqueda de mayoría en la Legislatura, y es voluntad de Rueda hacer pesar esa cifra en una negociación de alto rango. No lo dice él en on, pero ya hay periodistas radiales que ofician de bien informados y que están haciendo rodar la especie. Sin que nadie los corrija en público, por ahora.
Incluso un análisis del diario nocturno El Nuevo Mundo lo titula de la siguiente manera: “Luis Rueda evita las definiciones públicas mientas juega sus cartas en privado”. Da cuenta de la nota en que Rueda habló en off en radio CNN, donde acepta que “que me nombren es un orgullo”. ¿Qué cartas juega?, ¿Quién lo nombra?
Tampoco del lado del orreguismo se hizo notar alguna voz en on sobre si la posibilidad de que Rueda irrumpa como vice será para ellos una opción aceptada. O si el gobernador Orrego prefiere en ese lugar a alguien de extrema confianza. Aunque cualquier decisión operaría sólo por un año, y al año siguiente barajar y dar de nuevo. O si esa zambullida de Rueda pavimenta la decisión de no dejar libre la vicegobernación.
En el campamento bloquista también conocerán el punto hasta el que se puede tirar de la soga. Que no se rompa es un dato de interés para el oficialismo, es cierto, que necesita esos votos para la aprobación de leyes. También para ellos, por cuestión de supervivencia en el ecosistema público, tan caro al espíritu bloquista.
Un intercambio de porotos que no agota en el caso del vice sino que tiene vigencia renovada en el otro casillero que tiene entretenido al poder. Ni más ni menos que la definición del Fiscal de la Corte. El reemplazo de Jimmy que ya entró en recta final y en el que el bloquismo también tiene interés propio, más allá del tácito imperativo de acompañar. Al que pretende aflojarle la cincha.