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El paso más difícil

“Todos deberíamos morir en una Casa de la Bondad”

Desde diciembre pasado, un grupo de voluntarios se encarga del cuidado de enfermos terminales en situación de abandono. Se encariñan y sufren por la inminente partida, pero aseguran que es muy enriquecedor. Por Ernestina Muñoz.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Por Ernestina Muñoz
Canal 13

“Mi padre está haciendo su pascua en paz”, dijo Gabriela, con los ojos llenos de lágrimas pero en total serenidad. Es la hija de Henry,  que pasa sus últimos días de vida en la Casa de la Bondad. Es un lugar acondicionado a nuevo, con olores y ruidos de hogar; pero que cumple la función de un mini hospital. Allí llegan los enfermos terminales de escasos recursos y sin cuidadores familiares, para esperar el final. En esos días, son atendidos por personas que donan su tiempo y sus fuerzas para esta misión.

A los pacientes les llaman “patroncitos” para recordar siempre que los más de 100 voluntarios de la casa están al servicio de quienes llegan al lugar. Desde diciembre pasado, ya asistieron a unas 10 personas.  Recuerdan los nombres, las anécdotas y las historias de todos los que se durmieron para siempre allí. Los cuidadores tienen un carisma especial, se prepararon en talleres que los capacitaron en nociones de bioseguridad hasta de psicología. Sin embargo, no hay amortiguación para el dolor. Sufrieron al ver morir a los enfermos. Reconocieron que es difícil la tarea. Pero aseguraron que reciben mucho más de lo que dan. Conservan cartas de agradecimiento, tarjetas de Navidad y otros recuerdos de las familias de los pacientes. “Te hace pensar mucho en el hoy”, dijo Alejandro Pérez, cuidador. “Uno se preocupa por un montón de cosas que después de esto no importan, uno gana perspectiva”, acotó Teresita Negro, asistente del lugar.

El día de esta entrevista fue un día especial. Todo el volumen bajó unos cuantos decibeles, a la espera del desenlace de Henry. En la amplia sala de estar, silenciosa y luminosa, se paseaba Gabriela, la hija del “patroncito”. “Yo tengo 7 hijos y vivo en Córdoba, en una casa chiquita. No lo podíamos llevar a mi papá. Agradezco muchísimo este bello material humano que hay acá, la calidez y la contención que le dan para una muerte digna”, contó emocionada y dijo la frase que titula esta nota. “Yo trabajo cerca de 12 horas, tengo mi familia y mis obligaciones. Pero ¡cómo no hacer tiempo para esta tarea!”, remata Alejandro.



La Casa de la Bondad se mantiene con donaciones y con recursos generados en ferias americanas, té bingo, sorteos. “Se necesita mucha gente para que funcione y necesitamos muchos recursos por lo que apuntamos a donaciones mensuales, por débito o crédito”, contó la directora Miriam  Cuadros.

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