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Un largo trecho a caballo para llegar a la escuela de Calingasta: la inspiradora historia de Abraham y Fernandito

Lejos de la tecnología y cerca de la naturaleza, dos alumnos de la Escuela José Clemente Sarmiento de Barreal atraviesan a caballo arroyos, acequias, canales y fincas para llegar a destino. La vocación de sus docentes y las necesidades en las aulas.

Por Cecilia Corradetti

En las afueras de Barreal, bien al sur de la localidad, lejos del área urbanizada, todavía se vive una infancia distinta, lejos de las pantallas y muy cerca de la naturaleza. Una infancia donde los mejores amigos son los animales y el mejor pasatiempo de los chicos consiste en arriar vacas, alimentar caballos y correr libremente por el paisaje imponente de la Cordillera de los Andes.

Fernando Nahuel Villalobos Castillo y Abraham Montaña tienen 13 años y ambos van a la escuela. Se conocen desde siempre, como casi todas las familias de esta pequeña comunidad. Es que sus hermanos asistieron a la Escuela José Clemente Sarmiento, ubicada en calle Las Hornillas s/n y ellos, los menores de dos familias rurales, continuaron en la misma institución y se hicieron inseparables.

Así, durante la semana, Fernando se instala en casa de sus abuelos paternos --para achicar la distancia con la escuela-- y todos los días, religiosamente, pasa a buscar a Abraham por Villa Pituil para emprender el tranco rumbo al establecimiento.

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“Me encanta el paisaje y vamos despacio, contemplando el lugar y conversando. Son, más o menos, ocho kilómetros que los recorremos en poco menos de media hora cruzando acequias, canales, lagunas y bosques. Atravesamos una finca que casi no se utiliza, por eso las huellas se van borrando de a poco”, señala Fernando a Tiempo de San Juan, para agregar que su amor por los caballos es herencia de su abuelo y su bisabuelo.

“Fernandito”, como lo llaman, descubre todos los días algo nuevo del paisaje, lo disfruta y no lo cambia por nada en el mundo. Sin embargo, dice Margarita, su mamá, no deja de ser sacrificado. “El invierno es duro por las bajas temperaturas y la escarcha. El verano también. Mi hijo se levanta temprano para pillar su caballo, ensillarlo y recién allí sale rumbo a la escuela”, agrega.

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“Me encanta el aire libre, arriar vacas y juntarme con Abraham para salir a andar a caballo. Esa es mi vida”, resume Fernando, que tiene dos hermanos más. Su mamá vuelve a la carga: “Sería muy lindo que la gente pueda ayudar a la escuela”.

Bettina Zárate, mamá de Abraham –y de otros hijos, todos exalumnos de la escuela-- dijo que las historias alrededor de esa comunidad educativa son maravillosas. “Es el día de hoy que José, uno de mis hijos, ya egresado, regresa siempre a participar de los actos con su guitarra. Acá se vive distinto, los chicos tienen juegos diferentes, inocentes. Todavía existen las tardes eternas de escondidas, pelotas y bolitas”, resume.

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Fernando, su boina y su abrigo.

Fernando, su boina y su abrigo.

“La escuela recibe la colaboración del gobierno, tiene comedor y existe un gran sentido de pertenencia. Sin embargo, las necesidades también existen”, dijo.

Elsa y su vocación de maestra rural

Elsa Lorena Michea tiene 45 años y nació para ser maestra rural. Tal vez por eso habla con una gran satisfacción cuando se refiere a su querida Escuela José Clemente Sarmiento de Barreal, donde la matrícula es pequeña –20 alumnos—y donde cumple una función mucho más abarcativa que la de docente.

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Abraham llegando a la escuela.

Abraham llegando a la escuela.

“Para trabajar en una escuela rural se debe tener vocación. No hay opción. Una docente es también una segunda mamá”, define.

Además, llegar a destino no es fácil para nadie en medio de caminos muchas veces intransitables. “Solemos dejar el auto a unos 500 metros y seguimos caminando cuando no podemos continuar por el agua o el barro. Así todos los días. Algunos chicos, como suele suceder, traen dificultades familiares y hay que abordarlos, contenerlos. Hay que amar esta profesión”, reflexiona.

La escuela dicta los niveles Inicial, Primario y Secundario, aunque solo se desempeña una docente por cada nivel. “Es decir, son maestras de plurigrado, debe estar atenta a los contenidos de varios niveles en la misma clase”, explica. Ella misma, además de directora, cumple también las veces de tutora del Ciclo Básico y se encarga de los chicos cuando su docente está ausente.

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Los recursos no siempre abundan en las escuelas alejadas de la pre cordillera sanjuanina y en este caso no es la excepción. “Recibimos ropa, calzado, mercadería, útiles escolares y otros elementos provenientes de varias ONG y fundaciones, como Vivencias Argentinas, de Mendoza, que días atrás nos visitaron para entregar donaciones, bicicletas y realizar una jornada recreativa. Es una ayuda invalorable que agradecemos infinitamente”, expresa Michea.

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“Tenemos comedor y la escuela funciona, pero la situación es crítica y toda ayuda viene bien siempre. Amamos lo que hacemos. Insisto, un docente rural tiene vocación, no trabaja por el sueldo, trabaja porque ama lo que hace”, concluye la directiva, que estudió Magisterio en el departamento y toda su carrera la realizó en instituciones rurales.

Cómo ayudar a la escuela José Clemente Sarmiento

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Quienes deseen colaborar con la escuela José Clemente Sarmiento pueden contactarse al tel. 0264 4307729 o acercarse a Las Hornillas s/n. Otros contactos: 264 460-1841 (Lorena Michea).

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Fuente: página de Facebook de Matías Castro.

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