La Biblioteca Rómulo Fernández, de La Bebida, se llena de vida y de color cada martes y jueves. Durante dos horas todo alrededor se detiene y solo se escucha folclore revoloteando por el aire. Durante dos horas los problemas, las tristezas, el afuera deja de existir y más de una treintena de chicos de la zona simplemente disfrutan de bailar en lo que denominaron Academia “Semillas de Vida”.
El grupo es coordinado por Karen Galarza y Paula Canteros. Ambas tienen un fuerte lazo con el folclore, ya que son profesoras, pero además formaron parte del Ballet de Los Andes. Allí se conocieron y movidas por el interés de compartir elaboraron un proyecto que contó con el aval de la Municipalidad de Rivadavia. Así lograron dar vida a un grupo que no deja de crecer.
“Comenzamos con un pequeño grupo de mujeres y después arrancamos con Semillas de Vida”, comenta Karen, quien recorre tres departamentos para llegar hasta la biblioteca. La mayoría de los chicos que forman parte del grupo son de los barrios cercanos, mientras que otros de algunos un poco más alejados, pero todos de la localidad.
Entre sus filas hay pequeños de cuatro años, que con la frescura propia de la infancia aprenden jugando. Se colocan sus polleras o practican sus caras “de malos” mientras imitan el zapateo de los más grandes. La edad se extiende hasta los 20 a 21 años aproximadamente. Si bien la brecha es amplia, en escena no se percibe. No hay inconvenientes con la edad o la altura siempre que haya ganas, y de esas en Semillas sobran.
Los padres son una parte fundamental del grupo. No solo los acompañan en cada ensayo, donde no falta el mate, la charla por lo bajo para no molestar a las profes y la complicidad que han ido gestando desde que sus hijos acuden a la academia; sino también a la hora de buscar soluciones transitorias que les permita salir del paso.
“Ensayamos al aire libre, por lo que en invierno o los días de mucho viento es muy difícil juntarse, pero por suerte siempre hay alguna mamá que ofrece el patio de su casa o su fondo para que los chicos puedan juntarse”, aseguran las profesoras.
Bailar es simplemente la excusa para encontrarse, para desarrollar vínculos, para conocer otro mundo de la mano del folclore. Aborda la emoción al ver cómo es el saludo en cada encuentro, donde no falta el abrazo, el afecto sincero. En el ambiente reina la cooperación, el compañerismo y la solidaridad para con el otro que por ahí le cuesta aprender.
Entre risas Karen recuerda las veces que tuvieron que montar una coreografía, porque no solo bailan, sino que como niños y adolescentes que son también juegan. Entonces no falta la broma, la pollera que se pisó en un zapateo o quien se pierda en una coreografía.
“Por ahora hacemos más que nada presentaciones departamentales, en los eventos del municipio. Eso los ayuda mucho perder la vergüenza, por ejemplo. Tenemos con Paula pendiente hacerles vivir la experiencia de bailar en un teatro, que hagan una muestra que sea de ellos y que transiten por esos escenarios”, señala Karen.
Embed - Semillas de vida, academia de folclore en La Bebida
Así como Semillas de Vida hay una infinidad de academias que nacen en el corazón de diversas comunidades. Son espacios donde los más pequeños pueden divertirse, aprender valores importantes y por sobre todas las cosas conectar con algo tan nuestro como es el folclore.