San Juan tuvo su Sandro, aunque su talento era otro. No cantaba ni se contoneaba en el escenario, sino que vendía. Inmortalizó una frase en varias generaciones de comprovincianos. El clásico: "Lloren chicos, lloren". Cientos de usuarios de las redes sociales recordaron a Roberto Joaquín Sánchez.
El aficionado a la historia José Murcia, que publicó un posteo en el grupo de Facebook En busca del antiguo San Juan, arengó al reconocimiento del personaje local. "Roberto seguramente habrá mucha gente que te recuerde dándote un like, patrimonio sanjuanino, uno de los vendedores ambulantes que nos acompañó a varias generaciones", escribió. Y adjuntó un par de fotos.
Inmediatamente hubo una reacción en masa. Sebastián Oro comentó: "Qué habilidad para vender libros en el Colegio Santo Domingo. Yo era muy chico, pero quedaba atrapado con su verborragia. Era una delicia". Silvia Ibáñez Fernández recordó: "Siempre le compraba revistas para mis niños. Vendía en las escuelas, en el colectivo, el hospital. Andaba por todas partes". Elio Rodríguez dijo: "Una persona simple, sencilla, humilde, honesto, y carismático, todavía tengo los portadocumentos que me vendió en la Terminal".
Quién fue Roberto Sánchez
La comunidad de San Juan lamentó profundamente la pérdida de un icónico vendedor ambulante, Roberto Joaquín Sánchez, quien falleció a la edad de 74 años. Si bien su nombre podría no ser ampliamente reconocido, su singular frase, "Lloren chicos, lloren", quedó grabada en la memoria de muchos sanjuaninos.
Conocido por su carácter afable y su habilidad para la persuasión, Roberto Joaquín Sánchez pertenecía a una estirpe de vendedores ambulantes de antaño, aquellos que con su elocuencia buscaban convencer a cualquier transeúnte de que su producto era el mejor. No solo vendía sus mercancías, sino que también le añadía una dosis de humor que conquistaba tanto a los más jóvenes como a los adultos.
La frase emblemática, "Lloren chicos, lloren", era aplicada por Sánchez en cada venta de golosinas o juguetes. Con esta peculiar expresión, buscaba conectar especialmente con los niños, pero no faltaba una sonrisa en el rostro de los adultos que caían bajo su encanto.
Según relató una de sus dos hijas, Andrea Sánchez, Roberto Joaquín Sánchez comenzó su carrera en las calles a la temprana edad de 6 años, vendiendo huevos para ayudar a su madre. A lo largo de su vida laboral, trabajó en diversas ocupaciones, incluyendo un periodo en la fábrica Almar cuando dejó las calles y también en compañías en Mar del Plata, donde se especializó en la venta de chocolates.
No obstante, su pasión siempre lo llevó de vuelta a su primer amor: la venta callejera. Hasta el mes de enero del presente año, Roberto Joaquín Sánchez se desempeñó en la Terminal de colectivos, en el Centro de la ciudad y en los colectivos mismos, llevando su carisma y productos a los transeúntes. Lamentablemente, un problema de salud lo apartó de su labor, culminando en una reciente operación de la cual, lamentablemente, no pudo recuperarse.
Andrea Sánchez, su hija, lo describió como un "ángel" y recordó cómo le aconsejaban que dejara de trabajar debido a su estado de salud, pero él continuaba amando lo que hacía.
La partida de Roberto Joaquín Sánchez deja un vacío en el corazón de la comunidad sanjuanina, que siempre recordará su sonrisa y su inolvidable frase, "Lloren chicos, lloren", que resonará en la memoria colectiva como un legado de simpatía y alegría en las calles de San Juan.