La psicomotricidad no es un término sencillo de explicar, pero Maru Ponce lo resume de manera clara: es una disciplina científica que estudia el cuerpo, no desde lo biológico -como lo hace la medicina-, sino desde una mirada cultural, emocional, social y cognitiva. “El cuerpo no es solo huesos, órganos y músculos, es también la forma en que nos vinculamos, en que nos expresamos y en que construimos nuestra identidad”, sostiene.
Cada persona desarrolla una corporalidad única: gestos, tonos de voz, formas de caminar y de relacionarse que lo identifican. Y es allí donde la psicomotricidad centra su interés, porque entiende que esa construcción personal se da en interacción con otros, especialmente en los primeros años de vida, cuando los vínculos más cercanos marcan huellas que perduran para siempre.
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Maru destaca un aspecto fundamental: “El pensamiento se construye desde el movimiento. La inteligencia de nuestros primeros años es absolutamente corporal, sensorial y motriz”. De hecho, explica que por eso no tenemos recuerdos conscientes de los primeros dos o tres años de vida: lo que guardamos es una memoria corporal, hecha de sensaciones y percepciones.
Aunque está destinada a todas las edades, en la infancia temprana la psicomotricidad se vuelve imprescindible. “En los primeros tres años de vida se constituyen matrices de sostén y de aprendizaje que muchas veces determinan el resto del desarrollo de una persona. Por eso, acompañar y promover una salud psicomotriz desde el inicio es fundante”, explica. De allí la importancia de su trabajo en salas de niños pequeños, donde lo emocional, lo motor y lo cognitivo se entrelazan de forma inseparable.
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Consultada sobre consejos, Maru aclara que más que recomendaciones, lo que busca es difundir una mirada: entender que el desarrollo de un niño no ocurre por etapas aisladas, sino de manera integrada. “A veces no es que los chicos no quieran hacer algo, sino que su desarrollo aún no se los permite. Eso no es una alteración ni un desafío al adulto: es parte de crecer”, remarca.
En redes sociales, su objetivo inicial fue explicar qué era la psicomotricidad, porque al llegar a San Juan notó que se confundía con otras profesiones. Con el tiempo, su perfil se transformó en un espacio de encuentro con familias, docentes y estudiantes, donde comparte materiales, reflexiones y propuestas para acompañar las infancias de manera respetuosa y sana.
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La Semana de la Psicomotricidad es otro de los espacios donde Maru y sus colegas buscan visibilizar la disciplina. El año pasado comenzaron con propuestas locales, y en esta nueva edición lograron sumar referentes nacionales e internacionales, incluso de manera virtual. “Es un evento hecho a pulmón, con mucho trabajo y con el cuerpo puesto. San Juan se está posicionando como un lugar de referencia para la psicomotricidad, y eso es un gran orgullo”, cuenta.
Respecto a la reacción de la sociedad y las autoridades, reconoce avances, pero también desafíos pendientes. Hoy, el rol del psicomotricista en San Juan solo está presente en las escuelas de educación especial, pero todavía no dentro de los gabinetes interdisciplinarios, donde su aporte sería clave. “Somos pocos en la provincia, no llegamos a 20 profesionales, pero sabemos que tenemos mucho para aportar”, asegura.
De cara al futuro, el desafío es seguir creciendo. La intención es que San Juan se consolide como sede de eventos de gran magnitud, que la disciplina gane espacio en la educación y la salud pública, y que más personas conozcan lo que la psicomotricidad puede ofrecer. “Quedarnos quietos no es una opción. El movimiento es parte de nuestra esencia, y hacia allí vamos: al crecimiento, al despliegue y al aporte colectivo para toda la sociedad”, concluyó Maru.
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Maru Ponce destacó una particularidad fundamental en la formación de los psicomotricistas: la materia Formación Personal Corporal, que se cursa durante los cinco años de la carrera. Explicó que esta instancia permite a los estudiantes trabajar sobre su propia construcción emocional, corporal y cognitiva, reconociendo cómo cada uno fue conformando su vínculo con el cuerpo. Según señaló, esta exploración personal es clave para luego poder acompañar y trabajar con otros.
Ponce remarcó que, al igual que en el psicoanálisis y la psicoterapia, la psicomotricidad exige primero un proceso de autoconocimiento antes de intervenir con los demás. Para ella, este aspecto diferencial resulta esencial porque los profesionales se preparan para trabajar con el cuerpo del otro, pero partiendo siempre del propio.