En un desapercibido local por Benavidez a pocos metros de Maradona, en Chimbas, se esconde una increíble historia que une a la familia y a un trabajo que parecía olvidado, ser zapatero. Se trata de los Salas, personas que hace más de 60 años están dedicadas a lo que ellos llaman “una hermosa profesión”.
El cabecilla de este gran proyecto familiar es Marcelino Salas, un jubilado de 77 años oriundo de Jáchal y detrás de él están todos sus empleados conformados por sus hijos, sobrinos y amigos. Familia que lo ayudó siempre para que este trabajo no se hunda y progrese cada vez más.
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Marcelino Salas de 77 años.
Este taller está completamente organizado y se encarga de todo tipo de trabajos, ya sean calzados viejos como modernos. Nunca se quedaron "estancados" en una idea y progresaron siempre buscando la solución.
Ellos van con la verdad, su lema es la sinceridad con el cliente. No van con rodeos sino de frente: “Le decimos qué debe hacer con su zapato. Le decimos cuál es la salida más barata, el trabajo que le recomendamos hacer y si no tiene arreglo. No nos va la idea de engañar a los clientes”, expresa Marcelino a este diario.
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Todos los miembros de la familia trabajando de forma sincronizada.
Marcelino tiene una gran historia ligada a los zapatos, precisamente desde que tenía 12 años. Pero este local subsistió gracias al aporte de sus hijos. Diego, Luis y Alejandro; como así también el de sus otros empleados: Pablo, Mario, Facundo y Roberto. Juventud que se encargó de amoldar la profesión a la modernidad para que no desapareciera en el camino.
A la entrada de la zapatería ellos tienen un cartel que indica que ellos no se hacen responsables de los zapatos que no se han buscado 90 días después de su arreglo. Pero ellos no los venden, al contrario. “Llenamos una caja con zapatos que sabemos que ya no van a venir a buscar y se los damos a lo más necesitados, muchas veces se los damos a los maestros rurales para que se los den a los chicos que no tienen calzado”.
“Estoy muy agradecido a mi hijo Diego, él cuidó de este lugar durante 5 años cuando mi mujer estuvo postrada y yo me encargué de cuidarla. Pero no solo lo mantuvo de pie, sino que lo hizo crecer aún más”, dijo Marcelino.
Su zapatería, gracias al "de boca en boca", llegó a conseguir clientes de otras provincias como Mendoza; además atienden a gente de sitios lejanos como Valle Fértil, Angualasto, Calingasta y otros. En cualquier punto de la provincia conocen a los Salas.
Los Salas cuentan con delivery, para todo aquel cliente de la zona que no puede ir a dejar o retirar su zapato por diferentes razones. De hecho, este servicio se usaba mucho en las viejas sastrerías o zapaterías.
Marcelino José Salas, dueño de una increíble historia de vida
Marcelino es oriundo de Jáchal y por cuestiones de la vida lo trajeron a él junto a su familia a Concepción en la década del '50.
Desde ese tiempo y teniendo 12 años -en 1957- empezó a trabajar en la fábrica de calzados “Las Viñas” que quedaba ubicada en la esquina de Laprida y Avenida Rioja en el microcentro sanjuanino. Después de estar un tiempo en la sección de ventas él pidió pasar al taller.
En 1962, ya viviendo en Chimbas, empezó a trabajar en la fábrica de carburo y hasta se jubiló en ese lugar. Pero en ese tiempo no olvidó lo que le apasionaba hacer, arreglar zapatos.
En 1970 junto a su esposa Esther -ya fallecida- se puso un taller de zapatos en su casa. Con los años su trabajo empezó a crecer y en 1980 alquiló su primer “tallercito” por Avenida Benavídez, así hasta la actualidad. “Nunca nos movimos de aquí. Siempre estuvimos por esta Avenida”, comenta Marcelino.
Dato: la familia Salas es muy querida en el B° Cabot. Entre 2001 al 2005, Marcelino fue presidente del equipo de fútbol Árbol Verde.
Un oficio que volvió a renacer: 60 años siendo zapatero