Salomé González tiene 29 años y tenía planeado irse a estudiar afuera del país cuando conoció a Luna. La perrita callejera fue encontrada por Cristian, su hermano, en Santa Lucía y fue él quien la llevó a su casa sin saber cómo le cambiaría la vida para siempre.
"Yo no tenía pensado adoptar un perro porque sabía que me iba a venir a Estados Unidos para hacer una maestría y estaba en todo el proceso de buscar universidades. Fue cuando surgió lo de la pandemia y no pude viajar", reveló Salomé a Tiempo de San Juan.
Esos años que la pandemia la obligó a quedarse en San Juan, Cristian llegó a casa con la pequeña Luna. "La Luna era piel y hueso, no tenía una gota de grasa", recordó Salomé.
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El antes y después de Luna.
La intención de la joven era que la adoptara alguna familia sanjuanina pero luego de varias publicaciones en redes sociales se dieron cuenta de que la perrita se quedaría en su departamento para siempre. Avanzada la pandemia y con las primeras flexibilizaciones, los planes originales de Salomé de regresar a Illinois se reanudaron pero ya no estaba dispuesta a separarse de su perra Luna.
"Estábamos hablando de una pandemia y Estados Unidos. No era el momento para sacar un animal y más con todas las regulaciones que te puedas imaginar. Luna tenía que estar en forma, estar sana y además las aerolíneas tienen restricciones, hay algunas que directamente no vuelan con animales", explicó Salomé.
La joven sanjuanina empezó una profunda investigación sobre las condiciones del SENASA para sacar a Luna y a buscar aerolíneas que aceptaran trasladar a la perrita hasta Estados Unidos.
"Me metía a los foros y veía experiencias de gente que se había bajado del avión y su mascota estaba muerta o que la habían perdido. Fue terrible", afirmó. "Me metía a los foros y veía experiencias de gente que se había bajado del avión y su mascota estaba muerta o que la habían perdido. Fue terrible", afirmó.
Tras varias semanas de trámites que incluyeron ponerle una decena de vacunas a la perrita y también a chipearla, Salomé no sabía, hasta que no llegó al aeropuerto, si la perra podría subir al avión.
"Iba con mis padres hasta Buenos Aires, ahí el SENASA examina al animal, hay que firmar un montón de papeles. Luna tiene hasta un pasaporte canino. Finalmente pudimos viajar", dijo.
Salomé y Luna hicieron San Juan - Aeroparque. Desde Aeroparque, la sanjuanina tuvo que contratar un transporte especial para viajar a Ezeiza y una vez en Ezeiza someter a la perra, una vez más, a ser examinada.
"Fueron como 11 horas de viaje de Ezeiza a Nueva York donde me estaba esperando mi novio Taylor a quien yo le había pedido que llevara pollo para darle apenas bajáramos del avión. Fueron muchas horas en que solo pudo tomar agua y un poco de alimento y tuvo que ir en un canil, la verdad que la pasé muy mal", reconoció Salomé.
El viaje en total duró unos dos días pero, la vida de la perrita que era piel y hueso cuando la encontraron ahora es muy distinta. Tiene un fondo grande para jugar en la casa de Illinois de Salomé y Taylor y atrás quedaron los días en los que pasó hambre y se enfermó.
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"Hoy no la dejaría para nada. Cuando vamos a San Juan a visitar a mi familia contratamos un servicio de personas que vienen a tu casa y cuidan a los perritos. En Estados Unidos no hay perros callejeros, todos están identificados y tienen chip", aseguró Salomé.
Tan distinta es la vida de Luna ahora que la perrita tiene hasta un carnet para un parque canino al que Salomé y su marido la llevan todas las semanas. "Tenemos una membresía y una tarjeta magnética para poder entrar para que juegue con otros perros", cerró.
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