Creció entre terapias y hospitales, pero terminó brillando como primer escolta de la escuela Diego Salinas
Franco Reyes acaba de cumplir 19 años. Nació prematuro y pasó tres meses en neonatología. Cuando salió, sus padres supieron que su vida no iba a ser fácil, pero él se las ingenió para demostrar que eso no importaba. Está a punto de entregar los atributos en la escuela Diego Salinas de Rivadavia.
Para Franco Reyes, quien padece parálisis cerebral, “el que inventó el WhatsApp es un genio”. A poco de terminar las clases, el joven vive conectado, chateando con sus amigos, esos que conoció en la escuela pública Diego Salinas. Graduado recientemente con orientación en Robótica y Programación, Franco contó su historia a Tiempo de San Juan.
Su papá, Leonardo, reconoce que a veces debieron frenar su ritmo porque Franco es “muy autoexigente”. Entre terapias que lo obligan a viajar a La Plata y regresar a San Juan, él igual logró convertirse en primer escolta del cuerpo de bandera de la Diego Salinas. “Fue una sorpresa, no lo buscábamos; él se lo propuso. Yo, como padre, siempre estuve más pendiente de su salud que de exigirle académicamente”, asegura Leonardo.
Leonardo es programador, y algo de eso “pegó” en Franco. Entre las posibles carreras universitarias que le interesan está la Programación, aunque también tiene otra pasión: la Literatura, porque le gusta leer y escribir cuentos. “Me gusta mucho leer y escribir para mi hermana Zoe”, comenta.
franco reyes
Franco vive con su papá en San Juan y con su hermanita de dos años; pero cuando viaja a La Plata para sus terapias convive allí con sus abuelos y su mamá.
Su camino escolar no fue sencillo: a la discapacidad se sumaron crisis de ansiedad, que pudo superar gracias al apoyo de su familia y de los profesores y directivos que jamás lo abandonaron. “En la escuela se portaron excelente: con su DAI, sus profesores, sus compañeros, los directivos… todos trabajamos juntos. Si no, nada hubiese sido posible”, relata su papá.
Me gusta mucho leer y escribir para mi hermana Zoe Me gusta mucho leer y escribir para mi hermana Zoe
La semana pasada Franco recibió su título secundario y, como pocas veces, pudo compartir ese momento con sus compañeros; también asistió a la cena de egresados. Sin embargo, no siempre pudo hacerlo: muchas veces sus terapias implicaron combinar clases presenciales con clases virtuales. “Él se exige mucho —detalla Leonardo— y en ocasiones teníamos que frenarlo, porque se presionaba para cumplir con los plazos de entrega y los trabajos.”
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Se propuso como meta sacar buenas notas y, aunque no esperaba ser parte del cuerpo de bandera, lo consiguió y sorprendió a todos. “Mi único objetivo era terminar el año —dice Franco—, pero me fue mucho mejor de lo que esperaba.”
Parece que fue ayer cuando Franco dependía de un respirador y atravesaba cirugías que lo mantenían internado por meses. Aun así, siempre se las ingenió para cumplir con sus tareas escolares.
La discapacidad que tiene afecta su motricidad y, por eso, se moviliza en silla de ruedas. Su padre explica que están trabajando para que pueda usar un andador, pero sabe que el camino será largo y difícil: “Ahora está un poco más tranquilo y quiero que encare la universidad con calma, porque la prioridad debe seguir siendo su salud.”
En su tiempo libre, Franco escucha música clásica, lee y se esfuerza por mantener un vínculo fluido con sus compañeros del secundario, quienes, asegura, siempre lo trataron muy bien.
Mi único objetivo era terminar el año —dice Franco—, pero me fue mucho mejor de lo que esperaba Mi único objetivo era terminar el año —dice Franco—, pero me fue mucho mejor de lo que esperaba
Franco ha estado en rehabilitación prácticamente desde que nació. De niño tuvieron que enseñarle a tragar y hasta a hablar. Nada de eso le impidió cumplir con sus objetivos académicos. Hoy representa un ejemplo para todos sus compañeros en una escuela pública que lo respaldó desde el inicio. De hecho, una de las cosas que más le costó fue no poder compartir el día a día con sus compañeros, cuando sus problemas de salud lo obligaban a alternar presencialidad y virtualidad.
En tiempos en que la educación pública está bajo la lupa, la historia de Franco demuestra que, cuando toda la comunidad escolar se compromete, la inclusión deja de ser un discurso para convertirse en una realidad.