Carlos Flores es riojano pero se considera sanjuanino de corazón, porque toda su carrera la hizo en San Juan y es la provincia donde puede sentirse orgulloso de ser como una especie de padre y custodio principal de uno de los íconos locales: la Central Hidroeléctrica Quebrada de Ullum.
Flores es el encargado desde hace más de una década de ese monstruo generador de energía que es uno de los valiosos instrumentos que permiten desarrollar San Juan. Este ingeniero pasa sus días entre turbinas, tableros llenos de botones, válvulas mariposa y sistemas computarizados, que muestran gráficos sobre situaciones tan complejas como la estabilidad de un aparato que le aporta luz a todo el país a través del sistema interconectado.
El alma de la Central se llama Silvia, como se la bautizó hace 30 años. Es la turbina central alrededor de la cual sucede toda la magia. "Tratamos de conocerla lo que más se puede y cuidarla como corresponde", cuenta Carlos.
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"Siempre quise ser ingeniero, de chico andaba rompiendo lo que podía para armarlo de vuelta", analiza. Y agrega que lo cautivó el prestigio que tenía y tiene la UNSJ con una de las carreras de Ingeniería más famosas del país.
Flores llegó a San Juan a estudiar a los 18 años, a la Universidad Nacional de San Juan. Oriundo de Chepes, con el sueño de llegar a recibirse de ingeniero, no dudó en trasladarse los 210 kilómetros necesarios para que se vida diera un vuelco. No imaginaba que se quedaría para siempre.
Apenas recibido de ingeniero electromecánico, en 1999, Flores entró a trabajar a la empresa Energía San Juan donde hacía el mantenimiento de las estaciones transformadoras de 132 Kv. Y luego empezó a trabajar en Energía Provincial Sociedad del Estado (EPSE), lo que le permitió estar a cargo de las inspecciones de los diques Caracoles cuando estaba en construcción, pasando después a la inspección de montaje de Punta Negra. Finalmente llegó a ser director de la Central de Ullum, donde está hace más de 10 años y a diario controla que esta mega maquinaria funcione correctamente.
Llegó a Ullum porque en su momento, cuando la central estaba concesionada a AES, y él trabajaba en la inspección de las obras de los diques, cuando se vencieron los contratos y EPSE se hizo cargo de las operaciones, los inspectores que supervisaban los trabajos de la contratista pasaron a cumplir funciones en la central, porque conocían en profundidad el funcionamiento del lugar.
Carlos Flores, el "padre" de la central hidroeléctrica más antigua de San Juan
Flores tiene por estos días, junto a su equipo, el desafío de procurar que todo esté a punto, en el marco de una renovación total de la central, para darle 30 años o más de vida útil al sistema. El ingeniero estuvo coordinando, por ejemplo, el desmontaje, traslado a Mendoza y posterior remontaje de las partes más sensibles de la turbina, todo enorme y con un operativo histórico de por medio, que requirió de una logística muy precisa.
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El ingeniero se casó con una docente sanjuanina y tuvieron 3 hijos sanjuaninos: una enfermera, una que estudia para abogada y el más chico estudia para kinesiología. Ninguno siguió sus pasos pero tiene un nieto que a veces lo acompaña y a él le pone las fichas.
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Con 51 años, Flores valora su trabajo: "lo más lindo de trabajar acá es que siempre hay grandes tareas para hacer, no es rutinario, estudiar el funcionamiento de la máquina no es rápido de aprender y la actualización que estamos haciendo nos lleva a nosotros a mejorar cada día, porque la tecnología avanza a pasos agigantados", dice. Ni hablar del imponente paisaje que lo rodea, con los cerros y el caudal vertiginoso del agua que cae por el paredón. Lo peor, añade, es cuando se rompe una máquina, pero por suerte eso no pasa casi nunca.