Este 29 de mayo se cumplen 133 años del nacimiento de Alfonsina Storni, una de las figuras más influyentes de la literatura hispanoamericana. Aunque nació en Sala Capriasca, Suiza, en 1892, sus primeros años transcurrieron en San Juan, Argentina, donde se forjaron los primeros trazos de su sensibilidad artística, su rebeldía ante las normas establecidas y su vínculo con la palabra.
Alfonsina llegó a la Argentina a los cuatro años, junto a su familia. Su padre, Alfonso Storni, había sido propietario de una cervecería en Suiza, pero en el nuevo país la familia atravesó continuas dificultades económicas. Se instalaron inicialmente en San Juan, donde Alfonsina comenzó a dar muestras de una inteligencia despierta y una profunda conexión con el lenguaje.
En un texto autobiográfico escrito años más tarde, Alfonsina evocó con claridad sus días en la provincia cuyana:
“Estoy en San Juan, tengo 4 años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte...”
Un artículo publicado en 2018 por este medio reveló un documento escolar único: el registro manuscrito de inscripción de Alfonsina Storni en esa escuela sanjuanina, fechado en 1897, cuando ella tenía cinco años. El documento ratifica que su infancia en San Juan fue un momento fundacional en su vida.
De San Juan al escenario nacional
Hacia 1900, la familia se trasladó a Rosario. En esa ciudad, las dificultades económicas continuaron. Alfonsina empezó a trabajar a los 10 años en una fábrica de gorras, mientras su madre abría una escuela y luego un pequeño café. Su niñez terminó pronto, pero nunca abandonó su deseo de expresarse. En 1907, una oportunidad teatral le permitió unirse a una compañía itinerante: así comenzó su vínculo con el arte escénico, que más tarde retomaría como dramaturga y declamadora.
A los 19 años se instaló en Buenos Aires. En 1916, publicó su primer libro de poemas, La inquietud del rosal, donde ya era visible su estilo directo, confesional y valiente, centrado en temas que eran tabú para la época: el deseo femenino, la maternidad, la independencia y la angustia existencial. Su obra poética creció con títulos fundamentales como El dulce daño, Irremediablemente, Languidez, Ocre, Mundo de siete pozos y Mascarilla y trébol.
Alfonsina no fue solo poeta: fue también maestra, periodista, feminista y pionera en ocupar espacios públicos con una voz crítica y propia, sin pedir permiso. En las páginas de revistas como Caras y Caretas y Mundo Argentino, abordó temas de actualidad, defendió el derecho de las mujeres a una vida autónoma y denunció la desigualdad con una lucidez admirable.
Una figura clave para la cultura argentina
Su vínculo con otros grandes de la literatura —como Horacio Quiroga, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral— y su participación en grupos literarios como el “Anaconda” consolidaron su figura como un referente. En 1933, conoció a Federico García Lorca en el café Tortoni, en Buenos Aires, y le dedicó un poema que incluyó en uno de sus últimos libros.
Pero la enfermedad y la soledad marcaron sus últimos años. Diagnosticada con un cáncer de mama, se retiró progresivamente de la vida pública. El 25 de octubre de 1938, en Mar del Plata, decidió quitarse la vida arrojándose al mar, dejando como despedida su célebre poema "Voy a dormir".
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: ¿oyes romper los brotes?
Te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
Para que no olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Un legado que perdura
Alfonsina fue, es y será una figura fundamental de la literatura en español. Su capacidad para transformar la experiencia íntima en una declaración social, su compromiso con los derechos de las mujeres y su rebeldía estética siguen inspirando a nuevas generaciones de lectores y escritoras.
A 133 años de su nacimiento, San Juan la recuerda como la niña curiosa que recitaba poemas en el umbral de su casa, como la voz que nació en el silencio para romperlo con fuerza. Su paso por la provincia cuyana fue breve, pero indeleble. Desde allí partió la poeta que se atrevió a narrarse sin permiso.