Quieren ver bellezas. Lo reclaman en las redes sociales, en las mesas de café, en las paradas de colectivo. Quieren ver bellezas encantando, mujeres programadas de generación en generación para sonreír, saludar aunque no tengan ganas y decir sin incomodar. Hoy es 8 de marzo. Nos interpela la fecha. Los invito a desnudarnos frente al espejo. Y les juro que la imagen no es encantadora. En lo que va del 2023 hubo 606 pedidos de auxilio en la Dirección de la Mujer. En tres años se registraron cinco femicidios. En el 2022 hubo en promedio dos denuncias diarias por abuso sexual. Y las mujeres siguen siendo más pobres que los hombres con una brecha que grita dificultades de acceso. Y quieren ver bellezas. Desfilando. Sin chistar o renegando bajito porque “el novio no se quiere casar”. Hay que seguir gustando. 8M. 2023.
Empezar esta columna polemizando con la posición de ciertos sectores sobre los concursos de belleza en general y la Reina Nacional del Sol en particular no es una decisión tomada al azar. La madre de todas las batallas empieza desterrando lo simbólico. Desgranemos el terreno de lo simbólico para entender por qué no es azaroso arrancar por ahí. Algunos dirán que siempre existió la competencia entre pares, que los desfiles de mujeres sobre una pasarela representan la misma clase de competencia que se da en un deporte o para conseguir un puesto de trabajo. El valor de la belleza no es nuevo, es tan viejo como la humanidad y está determinado por una época, por ciertas pautas que indican en un momento dado qué es bello. Lo que hoy encaja, hace 300 años no. El concurso de belleza esconde la necesidad de legitimar a una “afortunada” como la más linda oficialmente, una exhibición para un espectador ajeno que juzga como un semidiós a una mujer al igual que un auto. Sonrisa más linda: puntos. Cara más bella: puntos. Tetas más grandes: puntos. Los puntos de la cosificación, de la objetivación, de un cuadro FODA humano. Esclavismo 2.0 porque también suma votos la que encanta a través de las redes.
Hubo algún periodista del diario El Litoral que se refirió a la eliminación de los concursos de belleza como la “venganza de la fealdad”. Definamos fealdad. La RAE define feo como aquello que carece de belleza o atractivo y que no resulta agradable de contemplar o escuchar. Quizás lo feo sea lo que tienen para decir las mujeres. Quizás lo feo se trate solo de escuchar demandas porque las mujeres están hechas para dar desde el momento en el que son concebidas. Emulando a Shakira. Las mujeres no reclaman, las mujeres actúan.
Sentirse dueño del cuerpo de una mujer, sentirse propietario del otro es el trasfondo social que esconde la violencia de género. Marcar a la mujer como propiedad privada es un concepto que excede la desigualdad, que determina que en el circuito hay figuras que son dueñas de la vida y la muerte. Es así como los hombres violentos prueban este mandato en el cuerpo de las mujeres. Como lo expuso la antropóloga Rita Segato, quien vinculó la idea del cuerpo de la mujer como territorio y como todo territorio, puede ser colonizado por alguien más poderoso. El piropo es un ejercicio de colonización de ese territorio: no hay pedido de legitimación del piropeado, es una imposición de carácter sexual. ¿Pero no se puede decir nada ya? Decir no implica violar el territorio de la otredad.
En los 66 días que lleva el 2023 606 mujeres en San Juan denunciaron haber sido víctimas de violencia de género. No son hechos aislados. Es una forma de violencia sistemática, que tiene detrás a mujeres golpeadas, oprimidas desde lo económico, degradadas, violadas y muertas. Un varón ejerciendo su poder desde lo discursivo (violencia verbal) o lo físico es un sujeto legitimando su lugar de poder. Volviendo a Segato, la investigador desarma el circuito social y encuentra una matriz conductual en el machismo, que chipea sobre cómo validar la masculinidad.
No es justo hablar de femicidios como si se tratara de un conteo del riesgo país. Hay historias. Hay mujeres muertas. Cinco desde el 2020.
-24 de febrero del 2020. Calingasta. Pamela Rodríguez. 17 años. La degolló su ex pareja mientras dormía con su bebé de tres meses.
-18 de diciembre del 2020. Chimbas. Hilda Tobares. 60 años. Una vecina la encontró muerta en la cama, llena de sangre, apuñalada.
-21 de agosto del 2021. Pocito. María Pérez. 82 años. Apuñalada hasta la muerte.
-22 de octubre del 2021. Sarmiento. Brenda Flores. 33 años. Su pareja la mató de 15 puñaladas. El femicida después de matar, se suicidó.
-1 de enero del 2022. Sarmiento. Yoselí Rodríguez. 11 años. Un primo la violó y la asesinó de 15 puñaladas.
-3 de diciembre del 2022. Pocito. Susana Pérez. 53 años. Su pareja la fusiló de un disparo en la cabeza.
Los femicidios son crímenes que entran en una categoría especial porque tienen como víctimas a mujeres que fueron asesinadas por una cuestión de género, en otras palabras: por el simple hecho de ser mujeres. Conseguir terminar en el derecho con los crímenes pasionales para darle lugar a la figura del femicidio representa un avance en el terreno de la cosificación machista. “Si no sos mía, no serás de nadie”, es la premisa que esconde este crimen. Es la objetivación completa del otro, la despersonalización que convierte al otro en “mío” no solo en el discurso sino en el cuerpo. Dueño de la vida y hasta de la muerte.
La cadena de cosificación, que empieza con un “inofensivo” concurso para legitimar la belleza de las mujeres. está unida por eslabones. Hay que cortar uno por uno para que las mujeres no tengan miedo de caminar por la calle solas. Para que no nos violen, no nos toquen en un boliche, no nos muestren el pene en la calle cuando somos niñas. Los eslabones no oprimen a las mujeres solamente. No son las únicas víctimas. Ser el macho protector, asalariado, seguro y sexualmente activo no es un mandato que todos pueden llevar. Trae consecuencias directas y graves: los hombres van menos al médico que las mujeres por ende sus diagnósticos son más tardíos, los hombres tienen tasas de suicidios más altas que las mujeres, los hombres van más a la cárcel por delitos contra la propiedad. Víctimas y victimarios forman parte de la misma cadena de opresión. Y todavía hay que seguir gustando. 8M. 2023.