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Historias del Crimen

Un policía violento y el asesinato de su esposa en Media Agua cuando "descargaba" su pistola

El agente Randulfo Oyola se emborrachó en sus horas de trabajo y regresó alterado a su casa. Esa noche, su esposa murió de un balazo. Ocurrió una noche de 1964.

Por Walter Vilca

Su explicación fue que aquella noche estaba borracho, pero jamás buscó hacer daño a alguien. Según Randulfo, como se le había atascado la corredera de la pistola, intentó destrabarla, en ese instante tocó el disparador sin querer y se accionó el martillo de la Ballester Molina. O casualidad, la bala calibre 45 que salió por el cañón del arma le atravesó el tórax y el corazón a su esposa Ercilia Oyola.

La coartada del agente Randulfo Oyola frente al juez Alejandro Hidalgo no fue convincente. Las pruebas decían otra cosa. Sus hijos dieron otra versión muy distinta. Y lo que para la defensa era un homicidio culposo producto de un accidente y la imprudente acción del policía, para el titular del Juzgado del Crimen de Primera Nominación se trató de un homicidio agravado por el vínculo.

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La condena fue dictada en septiembre de 1966. Diario de Cuyo dio la noticia.

La condena fue dictada en septiembre de 1966. Diario de Cuyo dio la noticia.

En septiembre de 1966, el juez Hidalgo hizo lectura de la sentencia y condenó a Randulfo José Oyola a la pena de prisión perpetua por matar a su esposa Ercilia, en presencia de sus hijos en Media Agua. Terminaba así el caso dramático de esa mujer que sufría maltratos por parte de su esposo, un caso más de violencia de género.

Una familia no tan normal

Randulfo era agente de la Policía de San Juan y cumplía funciones en la Comisaría 8va, en la misma villa cabecera de Sarmiento. Ercilia se ocupaba de las tareas del hogar y de cuidar a los niños en la casa que poseían en el barrio Patiño, de ese poblado. Ella tenía miedo a Randulfo, un hombre sin instrucción y chapado a la antigua que cada vez que tomaba se ponía más violento. Él llegó amenazarla hasta con el arma de fuego que portaba.

Ese mismo temor se apoderó de Ercilia aquella noche del sábado 9 de mayo de 1964, cuando vio llegar ebrio a Randulfo. El agente de Policía había trabajado ese día, pero la tranquilidad del pueblo de Media Agua daba a veces ese respiro de poder escaparse con sus compañeros a tomar unos vinos lejos de la vista de los jefes. Así fue que esa tarde bebió por ahí y al caer la noche se marchó borracho a su casa.

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Esta era Ercilia Oyola, la víctima del femicidio.

Esta era Ercilia Oyola, la víctima del femicidio.

Iba alterado por alguna razón o con ganas de provocar a Ercilia y agarrársela con ella. Al menos eso manifestaba. Mientras cruzaba a pie un potrero en dirección a su casa, de la nada sacó la pistola y largó unos tiros al aire para hacerse el guapo y con sola intención de que oyeran los vecinos.

El cabo Carmen Montaño, vecino de la zona, escuchó los disparos y temió que algo grave estuviera pasando. Fue por eso partió hacia la Comisaría 8va a poner en aviso a los uniformados de la guardia sobre el extraño episodio y para que se dieran una vuelta por el barrio Patiño y sus alrededores.

Borracho y violento

Para ese entonces, Randulfo Oyola ya había llegado a su domicilio, todo campante. En una de sus manos llevaba la pistola y con la otra sostenía la gorra. El policía saludó y se despachó con unas palabrotas para meter miedo, mientras su mujer y sus hijos guardaban silencio.

El agente ordenó a uno de sus hijos mayores que guardara la pistola y se la pasó. El chicó tomó el arma y la escondió en un rincón del ropero para que su padre no la encontrara. Es que había visto la cara de asustada de su mamá.

Ercilia pidió que se sentara a la mesa para servirle a la cena, a lo que Randulfo hizo caso, pero con mala gana y rezongando. No se le pasaba la borrachera, tampoco el mal humor.

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El titular de diario Tribuna.

El titular de diario Tribuna.

Esa noche comieron y casi ni hablaron esperando que Randulfo se fuera a dormir del cansancio. Nada de eso sucedió. Al rato volvió a ponerse tensa la situación cuando, con tono altanero, el policía ordenó que le trajeran su pistola. Todos hicieron oídos sordos. Nadie quería llevársela, además pensaron que hablaba de puro borracho y pronto se olvidaría. Sin embargo, se puso terco y empezó a exigir a los gritos que le devolvieran el arma.

Como Ercilia y los chicos no respondían, caminó hasta un mueble y tomó los dos cargadores que tenía guardados en un cajón. Haciendo gestos con los proyectiles en sus manos, amenazó con que, si no le daban su arma, arrojaría las balas al fuego y provocaría un verdadero despelote dentro de la casa. Hablaba en serio, repitió.

Intratable

El hijo mayor se dirigió en silencio al ropero, sacó la pistola y se la entregó. Pero no eso no calmó a Randulfo. Con el arma en su poder, más se envalentonó y empezó a insultar y a reprocharle cosas a Ercilia. La mujer fingió no escucharlo para no responder las agresiones y se retiró a la habitación matrimonial a ordenar la cama, pero el agente la siguió.

Randulfo se paró en la entrada del dormitorio y apoyado en el marco siguió amenazándola. Ercilia continuó acomodando las sábanas, sin contestar y suplicando por dentro suyo. En ese instante se oyó el estampido. Era su esposo, que le disparó por la espalda un solo y fulminante balazo que le atravesó el pecho a la mujer de 35 años.

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Así titulaba Diario de Cuyo la noticia del asesinato.

Así titulaba Diario de Cuyo la noticia del asesinato.

Ella pegó un alarido, gritó: “Dios mío, me mataste” y cayó al costado de la cama de hierro. Los chicos corrieron a ver qué pasaba y observaron a su mamá tendida en el piso y a su padre sosteniendo la Ballester Molina calibre 45 con una de sus manos. Uno de los niños salió corriendo a pedir ayuda. Otro de los pequeños le quitó la pistola a Randulfo, que quedó paralizado por un instante. Él estaba consciente y en lo menos que pensó fue en su mujer. Antes que llegaran a la auxiliarla, él revisó los bolsillos del vestido de Ercilia y le sacó los pocos pesos que tenía encima.

El niño que salió a buscar ayuda encontró a los policías de la Comisaría 8na en las cercanías. Estos mismos uniformados después confirmaron el hecho de sangre. Minutos más tarde, el médico Jacinto Atilio Franco constató el fallecimiento de Ercilia Oyola como consecuencia de una herida de bala que le perforó un pulmón y el corazón.

Randulfo José Oyola fue detenido esa noche y trasladado a la Central de Policía de San Juan en la Capital provincial en calidad de único acusado del crimen. El dosaje de alcohol le dio 1.7 gramos por litro de sangre. Si bien, el policía aseguró que el disparo se le escapó y estaba muy borracho, nadie le creyó. Dos años más tarde, en septiembre de 1966, fue condenado a prisión perpetua por el asesinato de su esposa.

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