Tenía la vida por delante, pero Paola recién pisaba la mayoría de edad y su prontuario ya hablaba de su precoz carrera criminal. En cinco meses había cosechado causas penales por lesiones, amenazas, daños, hurto y robo. Una chica realmente de temer y de armas llevar. Una peligrosa jovencita que una noche de abril de 1999 completó con rojo esa ficha policial y sumó un asesinato, el de su vecino, a quien ejecutó de cuatro balazos en un pasillo de la famosa Villa Montes Romaní.
Paola tenía de amiga a Vero, otra chica de la asentamiento y hermana de Jorge Eduardo Robledo. Y no estaba todo bien entre ellos. “El Gordo” odiaba que su hermana menor se juntara con las Arrieta. No eran buena influencia y siempre se metían en problemas, decía.
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Una jovencita. Paola Arrieta con sus 18 años.
Aquel domingo 4 de abril de 1999, “El Gordo” se puso a construir una habitación de adobe en la villa con ayuda de su amigo Juan Hernández. El trabajo se extendió hasta la tarde y matizaron el almuerzo con un par de vinos. No muy lejos de allí, Paola junto a su hermana Vanesa y tres amigos que llegaron en un auto hacían lo mismo con un fernet mezclado con coca y el estéreo del auto a todo volumen.
Al rato, Vero se arrimó al grupo de amigos, se sentó adentro del coche para cambiar de música y recibió el vaso de fernet. Al “Gordo”, que miraba de lejos, no le gustó nada, entonces tiró la plomada y caminó hacia donde estaba su hermana.
“¡Qué hacés acá!”, fue lo único que le dijo, mientras que la agarró de los cabellos y la sacó a los tirones del auto. Los otros jóvenes no pronunciaron palabra alguna en principio, pero Vanesa reaccionó a los segundos y trató de defender a su amiga que era llevaba a los empujones por el pasillo. Robledo fue tajante: “¡Qué te metés vos!”, le reprochó, y la lanzó un cachetazo a la mayor de las Arrieta para sacársela de encima. En ese momento, los vecinos que presenciaron el incidente, olieron que esto iba a traer cola.
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Una multitud se congregó durante los incidentes en la villa. Foto de Diario de Cuyo.
Los amigos de las Arrieta no se la dejaron pasar. Cuando Robledo intentó retomar la tarea de albañilería, los otros muchachos le largaron unas puteadas y lo llamaron a pelear. “El Gordo” no se achicó y salió al pasillo que daba al callejón Huaco a enfrentarlos.
La tarde noche en la villa se pudrió con las trompadas y patadas que tiraron de un lado y otro entre Robledo, “El Chingolo” Naveda y “El Mudo” Agüero. En la gresca también participaron Paola Arrieta, su hermana, un tal Maxi, “El Negrín” y hasta la mamá de “El Gordo”, que largó unos cadenazos en defensa de su hijo.
El alboroto fue tan grande, que arribaron los policías de la Comisaría 3ra de Trinidad para detener la batahola en la Villa Montes Romaní. Algunos terminaron en la seccional y otros se retiraron para no caer presos. “El Gordo” Robledo se refugió en su casa y lo mismo hicieron las Arrieta para zafar del calabozo, pero el clima estaba que ardía en el caserío de Trinidad.
La calentura continuó. “El Gordo” hizo responsable de todo a las Arrieta. Paola, por su parte, se la juró a Robledo por pegarle a Vanesa y armar semejante escándalo porque su hermana estaba tomando con ellas.
La pelea de Robledo con el grupo de amigos de Paola fue la antesala de la tercer y último encontronazo dentro de la villa de la calle Pedro de Valdivia.
Y sin querer se llamaron. Robledo volvió a salir al pasillo y empezó a insultar a las Arrieta. Otra versión dice que directamente se metió a la casa de las chicas a increparlas. Paola, como que lo esperaba. Cuando lo tuvo de frente, sacó un revólver calibre 22 y le apuntó sin miramientos.
“El Gordo” debió haber visto la muerte en los ojos de la jovencita, pues pegó la vuelta y amagó con correr en su intento por escapar. Paola no le dio margen y gatilló el primer disparo, que impactó en la espalda del muchacho de 25 años.
En ese preciso instante, Patricia Calderón caminaba por el pasillo. Esa vecina se topó con Robledo, quien trastabilló unos metros y cayó encima suyo. La mujer se precipitó al suelo junto con “El Gordo”, pero aun así se puso de pie y corrió a buscar ayuda. Es que por detrás venía Paola con el arma en unas de sus manos.
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Unas personas lloran junto al cadáver en uno de los pasillos de la Villa Montes Romaní. Foto de Diario de Cuyo.
En esos segundos se escucharon las detonaciones. En total fueron cuatro balazos. Paola Arrieta ejecutó a su vecino “El Gordo” Robledo en el piso. Los disparos fueron en dirección al pecho.
Vanesa, su hermana, aseguró que no presenció el ataque. Sólo contó que, después de que oyó los disparos en el pasillo, Paola entró a su rancho y le dijo visiblemente nerviosa: “Le he disparo. Le he pegado unos tiros al Robledo”. La joven sabía que estaba en problemas, así que sacó el ciclomotor Daelim 50cc y se marchó de la villa.
Los gritos y llantos agitaron la furiosa noche en la villa Montes Romaní. Jorge Eduardo Robledo ya estaba muerto y sus familiares y amigos no tardaron en querer tomar venganza contra las hermanas Arrieta.
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Los amigos y familiares de Robledo quemaron la casa de las hermanas Arrieta. Foto de Diario de Cuyo.
Vanesa huyó por el fondo con su bebé en brazos, mientras sus furiosos vecinos rompían la puerta de su vivienda. No sólo que destrozaron la casa, también le prendieron fuego.
Los policías de la Comisaría 3ra, del Comando Radioeléctrico e Infantería efectuaron disparos al aire para dispersar a los violentos. Del interior de la villa llovieron las pedradas.
Cuando la Policía tomó control de la villa, entraron los peritos y los funcionarios judiciales para levantar huellas y retirar el cadáver. Los testimonios señalaron puntualmente a Paola Verónica Arrieta como la autora de los cuatro disparos que dieron muerte a “El Gordo” Robledo.
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Paola Arrieta se entregó a la Justicia el 15 de abril de 1999. Foto de Diario de Cuyo.
Paola permaneció prófuga más de una semana y se entregó en Tribunales el 15 de abril en compañía de los abogados Fernando Castro y Rubén Pontoriero. “Hui porque me andaban buscando para matarme”, le expresó a un periodista de Diario de Cuyo mientras subía las escaleras del edificio de calle Rivadavia.
La joven de 18 años fue encerrada y acusada del delito de homicidio simple. Paola sostuvo que sólo se defendió, que fue Robledo quien la agredió y llevaba el arma y que ella le disparó luego de arrebatarle el revólver. La misma declaración reiteró en el juicio realizado en diciembre de 1999 en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional y sus abogados armaron la estrategia defensiva en función a la teoría de la defensa propia.
El fiscal de cámara Gustavo Manini no tuvo dudas de que la joven actuó con intención de matar y puso de relieve el disparo que le dio a Robledo por la espalda y los tres balazos mortales que le pegó cuando éste estaba indefenso en el piso.
El martes 21 de diciembre de 1999, los jueces Diego Román, Arturo Velert Frau y Raúl Iglesias condenaron a Paola Arrieta a la pena de 11 años de prisión por homicidio simple.
Paola ya tenía 19 años y le entró la desesperación al saber que los fríos pabellones del penal de Chimbas serían su hogar por largos años. Al otro día de la condena, el 22 de diciembre, la joven se rebeló. Cuando las penitenciarias le comunicaron que la iban a sacar del sector de procesadas y a partir de ese momento pasaba al pabellón de las condenadas, la jovencita rompió el vidrio de la puerta de la celaduría y se encerró en uno de los calabozos. Ahí junto dos colchones y les prendió fuego.
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La condena fue dictada el 21 de diciembre de 1999. Foto de Diario de Cuyo.
El grupo antimotines del penal irrumpió en el pabellón, apagó el incendio y trasladaron a la chica a una celda de aislamiento. También realizaron la requisa de rigor en la celda antes de retirar sus pertenencias y encontraron un par de bolsitas con picadura de marihuana y algunos porros. Eran unos gramos, pero suficiente para que abrieran una investigación en su contra en el Juzgado Federal. Por esa causa la condenaron a 1 año y 6 meses de prisión, pena que se le acumuló a la condena por asesinato.
La chica de la Villa Montes Romaní permaneció presa en el Servicio Penitenciario Provincial durante un buen tiempo y a mediados del 2006 empezó a gozar de salidas transitorias. En los meses posteriores se tentó y un día de febrero de 2007 no regresó a la cárcel. La declararon prófuga, pero su vida en la clandestinidad no duró mucho y al tiempo fue recapturada. Lo que se sabe es que estuvo alojada en el penal de Chimbas hasta 2020. Para cuando salió de la cárcel ya no existía la Villa Montes Romaní, todo el caserío había sido erradicado en 2016.
FUENTE: Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional, recortes periodísticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.