Pasaron 10 años del caso que conmocionó a la provincia y marcó un antes y un después en la historia policial de San Juan, cuando Ariel Tapia fue hallado muerto adentro de una heladera vieja, situada en el descampado que quedaba al fondo de su casa. Sin embargo, la consternación e incredulidad de la comunidad que lo rodeaba sigue siendo la misma que sintió aquella vez que conoció el trágico desenlace.
Es que el niño que tenía apenas 12 años permaneció desaparecido durante 5 días y tras la intensa búsqueda, de la que también participaron los vecinos de la Villa Angelita, apareció su cuerpo sin vida a metros de su domicilio y el escándalo por el accionar policial -que en un principio subestimó el hecho- se desató.
Hasta hoy, las dudas sobre lo sucedido persisten en quienes conocieron de cerca a la víctima, como Ariel Sosa, su amigo de la infancia que aún no entiende cómo el crimen no se pudo resolver, al mismo tiempo que no sabe qué pasó y quién mató al nene con el que solía jugar día y noche.
"Éramos amigos, jugábamos en la plaza al fútbol y las balitas cada vez que él salía de la escuela. Nos llevábamos muy bien", cuenta el chico de 16 años y que recién tenía 6 cuando el horror golpeó a la puerta. Sucede que, pese a la diferencia de edad que tenían, mantenían un estrecho vínculo. "Era bueno y gentil, nunca mostraba signos de enojo", describe.
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Como el niño que era, Ariel Sosa revive aquel momento en imágenes que quedaron grabadas en su cabeza por siempre y recuerda el despliegue policial que se instaló por la zona, cuando las horas se consumían y su amigo no aparecía. Reconoce que evitó acercarse a los uniformados y que de lejos observó su accionar.
Video 10 de la muerte de Ariel Tapia
En su mente, pensaba que su amigo se había escapado, "que estaba por ahí". Según señala, Ariel Tapia le había manifestado en varias ocasiones que se marcharía "porque tenía problemas en su casa". No obstante y lamentablemente, eso no ocurrió puesto que sí lo encontraron, pero muerto.
"Yo me lo tomé muy mal cuando me enteré. Me dijeron que lo habían encontrado, pero cuando pregunté si estaba vivo, me respondieron que no, que estaba adentro de una heladera y que había muerto asfixiado", confiesa el adolescente que curiosamente lleva su mismo nombre.
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Lo que siguió después del macabro descubrimiento fue un espectáculo para todos los vecinos, incluso para los más chicos como el entrevistado. De la heladera no se olvida, del mismo modo en que tampoco lo hará con la morguera que trasladó los restos hasta la morgue. "Estábamos frente al descampado y mirábamos todo, pero se veía la heladera nada más. Después sacaron el cuerpo y se lo llevaron", relata luego del traumático episodio.
Él y otros chicos observaron de cerca cada movimiento de una Policía que luego fue duramente criticada y que, como lo señaló el mismo juez que instruyó la causa, no se percató de cuidar debidamente la escena del crimen. Según trascendió, se contaminó con la intromisión de muchas personas y por tanto no se pudieron adquirir huellas dactilares que sirvieran como indicio.
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Si bien transcurrió una década, las recónditas calles de la villa ubicada en Santa Lucía y sus inmediaciones parecieran esconder un secreto que todavía no fue develado. Es por ello que los vecinos que aún las recorren se preguntan quién será el que se regocija en impunidad. Otros, por su parte, no quieren saber nada con la historia y por tanto se preocupan porque su casa no salga fotografiada en un paneo del lugar.
"Nadie sabe lo que pasó, es un misterio. Se decían muchas cosas, que lo agarró un sereno cuando jugaba en el descampado", señala Juan Guillermo Sosa, el papá del joven que comparte su experiencia. "Estamos preguntándonos qué fue lo que pasó", agrega el hombre que dice angustiarse con sólo imaginar que ese mismo destino podría haber sido de uno de sus 7 hijos.
Sin respuestas y cada vez más lejos de la verdad, lo único certero es que Ariel Tapia recibió un fuerte golpe en la cara y luego falleció por asfixia. Lo que se sospecha es que alguien lo agredió y, creyendo que lo había asesinado, lo escondió en la heladera. Inconsciente, nunca pudo salir del artefacto herméticamente sellado y, como consecuencia, murió.
Su mamá Alejandra Silva, su pareja e incluso su hermano fueron detenidos; también un vecino y otros sujetos allegados. Sin embargo, los investigadores no encontraron pruebas suficientes para acusarlos y los liberaron.
La madre, que siempre pidió justicia y que exigió que el caso se esclarezca, ya no vive bajo el mismo techo que compartió con su hijo, lo mismo que el hermano mayor de Ariel, Lucas. Quienes quedaron en esa vivienda fueron los abuelos que decidieron permanecer allí, a pesar de todo.
Es que vivir bajo una mirada sospechosa y encima a metros del espanto, puesto que el nene fue hallado en el predio de la metalúrgica que hasta el día de hoy es un descampado, no debió ser fácil y sostenible para sus seres queridos que, de vez en cuando, se los ve por la villa.
Como pocas veces sucede, un crimen en la provincia sin resolver aún impacta a quienes lo vivieron de cerca. En un lugar tranquilo, donde los niños juegan y cuando oscurece, cada uno regresa a su casa, el enigma pesa por aquella criatura que no volvió y quién sabe quién le sentenció su final.