El apellido Yamanouchi resuena en San Juan con el aroma de la tierra y las flores, gracias al popular vivero familiar. Pero Carla Yamanouchi, nacida en la Capital sanjuanina en 1999, tomó ese legado de trabajo duro y le inyectó una dosis de alta costura, buscando el éxito en el epicentro mundial de la moda: París.
Carla es la tercera generación de una familia cuya historia de inmigración es tan singular como notable. Sus abuelos, Seiichi Renato Yamanouchi y Michiko Cecilia Kawano, llegaron a San Juan en 1964 desde Oita, Japón. A diferencia de muchos inmigrantes que huían de la guerra, ellos buscaban un país católico para educar a sus cinco hijos, orientados por misioneros salesianos tras su conversión del budismo al cristianismo. Se instalaron primero en Caucete, luego en Villa Media Agua, Sarmiento, aprendiendo a trabajar la tierra de cero con la ayuda de sus vecinos. El famoso Vivero Yamanouchi, nacido hace casi tres décadas, consolidó el apellido en la provincia.
Entre el mate y el onigiri
Carla, hija de José Yamanouchi, creció viviendo la intensa dualidad de su herencia. Ella relata que, desde muy chica, esta mezcla de culturas ha sido parte de ella. "Estaba en la casa de mis abuelos japoneses y la casa de mis abuelos argentinos, literalmente a media cuadra una del otra... Y era como vivir estas dualidades al mismo tiempo", recuerda. En la casa de sus abuelos argentinos, cuenta, "era todo muy argentino, todo mate, todo semitas, todo muy sanjuanino en realidad, semitas, muchos primos, familia, todo". Mientras que en la casa japonesa era distinto: "era como hacer origami, comerse un sushi, comerse un onigiri que son unas bolitas de arroz... ver a mi abuela cocinando comida japonesa, hacer juntas algo, que me muestre telas de Japón, que me muestre ropa de Japón".
El vivero siempre fue parte central de su vida: "se inauguró en 1999, que es cuando yo nací, y básicamente es mi casa, y yo creo que, no sé si la de mis hermanos porque son más chicos que yo, pero creo que la de mis primos más grandes y la mía también, es nuestra casa. Nuestros padres han estado trabajando ahí desde siempre, y mis abuelos también, y mi mamá apoyando, creo que hay que remarcar que siempre hay una familia que soporta todo, toda la estructura", reflexiona.
Lleva en su memoria como anécdota que "en el Jardín de Infantes íbamos al vivero y de souvenir mi papá nos daba un plantín a cada niño y todos estaban recontentos. Los recuerdos del vivero son amorosísimos, siempre lo recuerdo con muchísimo amor y la gente también, y mis compañeros y amigos lo recuerdan así. Creo que el vivero es parte de quien soy hoy en día".
El negocio familiar forjó su personalidad. "Creo que soy muy carismática. Pienso que esto se debe al vivero, que desde chiquita estoy en contacto con la gente y como con ese ida y vuelta de hablar naturalmente. Conozco mucha gente en París, obviamente de a poquito, porque llegué acá siendo nueva, como cualquier inmigrante, cualquier persona que se va de su país, Pero sí, hoy en día tengo a mi mejor amigo de la Universidad de Córdoba, que él también vive acá conmigo. Tengo amigas también, algunas son argentinas, otras son francesas y así, de distintos países", revela.
La búsqueda del sueño internacional
"¿Cómo me empecé a interesar por la moda? La verdad, no tengo una memoria exacta, yo creo que todo fue gradual. Tengo como recuerdos de mi mamá dejándonos pintar en el fondo, en el patio, como muy libres. Y como que esto de la creación siempre estuvo en mi casa fomentado. Mi mamá siempre fue como una pro de que cada uno se exprese y y sacar afuera lo que tiene adentro, y yo creo que todo nace desde ahí. Porque más allá de moda es crear y a mí me gusta también mucho pintar y poner texturas a mis creaciones. Así que yo creo que todo empieza ahí, desde desde mi madre (Roxana Miranda). Y también puede ser un poco de ver a mi abuela japonesa mostrándome algunos kimonos, ropa que no que no era tan común en Argentina y menos en San Juan en ese momento, o zapatos que eran como distintos", cuenta.
Esa pasión por la moda la llevó a dejar San Juan a los 17 años. "Me fui porque quería estudiar diseño de indumentaria, y no estaba de la carrera en San Juan," explica, a la par que reconoce que "desde muy chiquitita sabía que yo tenía muchas ganas de viajar y conocer el mundo".
Carla estudió Diseño en Córdoba, pero su curiosidad internacional la llevó a profundizar en sus raíces. Hizo un curso intensivo de japonés y luego una especialización en moda en Tokio. "Cuando estudié moda estudié en Tokio, en una universidad muy linda también, fue en el tiempo del COVID, así que no fue vida normal, pero fue una linda experiencia. Y también estudié como idioma japonés intensivo", asegura.
Estudiar la lengua de sus ancestros fue clave, permitiéndole comunicarse con su abuela y otros familiares en Japón. "Hablar en japonés me abrió muchísimas puertas, me las sigue abriendo hoy en día", dice.
Kimonos con nueva vida
Embed - Tiempo de San Juan on Instagram: "De las semitas y el vivero de San Juan a las pasarelas de París: Carla Yamanouchi, la diseñadora que transforma kimonos La nieta de los fundadores del famoso Vivero Yamanouchi contó cómo su doble ascendencia forjó un estilo único, basado en la reutilización de kimonos de lujo. @carlayamanouchi______ nacida en la Capital sanjuanina en 1999, tomó ese legado de trabajo duro y le inyectó una dosis de alta costura, buscando el éxito en el epicentro mundial de la moda: París. Por @natywsj Lee la nota completa en @tiempodesanjuan #moda #sanjuanina #tiempodesanjuan #kimonos #paris #historia"
Hoy, instalada en París y trabajando para varias diseñadoras, Carla define su estilo como "elegante" y "atemporal". Su mayor propósito en el diseño es la sustentabilidad y la reutilización. Su última colección nació de una profunda inmersión en la cultura nipona: "Todo nace cuando me fui a estudiar a Japón, me sumergí en una búsqueda de kimonos e historia que me atrapó", explica.
Inspirada por grandes modistos como Martín Margiela y Yohji Yamamoto, el resultado es un concepto que une su herencia con un compromiso social: darle una nueva vida a prendas históricas. "Yo reutilizo kimonos japoneses que están en desuso," detalla Carla. Su colección utilizó específicamente "kimonos de lujo 100% seda que estaban guardados sin usar" y telas destinadas a ellos. Para ella, esto "aporta un propósito también, que es darle otra vida a un material que tiene muchísima historia".
Si bien París es desafiante, la sanjuanina lo ve como un punto de encuentro creativo. "Cuesta porque es lejos de donde vos tenés tu zona de confort... pero la realidad es que hay mucha gente acá que está en la misma que viene por un sueño literalmente," reflexiona.
Tras haber realizado un desfile sustentable el año pasado, Carla ya tiene planes concretos: "Me gustaría el año que viene hacer un pop-up en París para la Semana de la Moda y también me gustaría estar en un desfile de la Semana de la Moda también". La joven sanjuanina, que hace tres años no visita su terruño y que tiene pendiente ese regreso, está demostrando que la semilla de la creación, cultivada en el vivero y nutrida por dos culturas, florece como las plantitas que marcaron su niñez.