Medir la circunferencia de la cintura no solo refleja un cambio estético: también es una señal clave para anticipar problemas de salud. La grasa abdominal, en especial la visceral, la que rodea órganos internos, está vinculada a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes tipo 2, apnea del sueño, hígado graso e incluso algunos tipos de cáncer.
Según la Mayo Clinic y especialistas en nutrición, más allá de la genética, la edad o las hormonas, hay ciertos hábitos diarios que aumentan la probabilidad de acumular grasa en esta zona. Identificarlos y corregirlos es el primer paso para proteger la salud.
Diez hábitos que favorecen la grasa abdominal
Los expertos señalan los comportamientos cotidianos que conviene evitar:
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Exceso de azúcares refinados: elevan la inflamación y afectan la microbiota.
Comidas ricas en grasas saturadas y trans: presentes en ultraprocesados y repostería industrial.
Alto consumo de sal: favorece la retención de líquidos y la hinchazón abdominal.
Beber mucho líquido durante las comidas (alcohol, café, gaseosas): interfiere con la digestión.
Comer rápido y en exceso: aumenta la ingesta calórica y dificulta el proceso digestivo.
Estrés elevado: eleva el cortisol, hormona que estimula la acumulación de grasa visceral.
Dormir mal o poco: desregula el metabolismo y el equilibrio hormonal.
Saltarse comidas principales: incrementa el riesgo de atracones.
Baja ingesta de agua: confunde sed con hambre y retrasa la eliminación de toxinas.
Consumo frecuente de alimentos pobres en fibra: reduce la saciedad y afecta la salud digestiva.
Qué hacer para prevenir la grasa abdominal
Las recomendaciones coinciden en un enfoque integral:
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Moverse todos los días: combinar ejercicio aeróbico con entrenamiento de fuerza.
Dormir al menos 7 horas diarias: respetando horarios regulares.
Gestionar el estrés: mediante actividad física, organización o recreación.
Alimentarse en porciones moderadas: priorizando cenas más ligeras.
Hidratarse correctamente: limitar alcohol y bebidas azucaradas.
Elegir alimentos frescos: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables.
Crear rutinas estables: tanto para las comidas como para el descanso.
“Comer despacio es fundamental. Cuando se hace con prisa, la digestión se vuelve más pesada y terminamos ingiriendo más alimentos”, advirtió la especialista española en nutrición Mónica Herrero.
La importancia de la prevención
Aunque la herencia genética y los cambios hormonales influyen, los expertos coinciden en que la grasa abdominal se puede controlar con elecciones diarias. Mantener un estilo de vida activo, comer equilibrado y sostener hábitos de descanso saludables son las claves para reducir riesgos y mejorar la calidad de vida.