Dormir con la luz encendida podría tener consecuencias más serias de lo que se pensaba. Un estudio realizado con casi 90.000 personas reveló que la exposición a la luz artificial durante la noche se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluidos infartos, fibrilación auricular y accidentes cerebrovasculares.
La investigación, basada en datos del Biobanco del Reino Unido y publicada en octubre de 2025, mostró que incluso después de ajustar factores como la cantidad de sueño, el índice de masa corporal, la prediabetes y otras condiciones de salud, la iluminación nocturna seguía siendo un predictor independiente de diversas afecciones cardíacas. Según el estudio, los riesgos aumentaron entre un 30 y un 60 por ciento, dependiendo del tipo de enfermedad.
Los monitores de actividad utilizados por los participantes registraron minuto a minuto la cantidad de luz a la que estaban expuestos mientras dormían. Ese seguimiento permitió identificar que las personas que atravesaban las noches en ambientes más brillantes presentaban riesgos significativamente mayores a largo plazo. Las más afectadas fueron aquellas dentro del 10 por ciento que dormía con mayor exposición lumínica.
Expertos en sueño destacaron que estos resultados coinciden con trabajos previos. La neuróloga Phyllis Zee, de la Universidad Northwestern, explicó que investigaciones anteriores ya habían demostrado que dormir con luz ambiental se asocia con obesidad, diabetes, hipertensión e incluso diabetes gestacional. En laboratorio, su equipo observó que una luz tenue de unos cien lux, similar a la de un pasillo de hotel, elevaba la frecuencia cardíaca y afectaba la regulación de la glucosa durante la noche.
Los científicos señalan que la exposición nocturna a la luz altera el reloj circadiano y reduce la producción de melatonina, la hormona encargada de regular el ciclo de sueño. Angus Burns, investigador de la Escuela de Medicina de Harvard, remarcó que la luz eléctrica nocturna es un estímulo novedoso desde el punto de vista evolutivo y que, a la vez, muchas personas reciben menos luz natural durante el día, lo que agrava el desajuste biológico.
Aunque los estudios analizados abarcan períodos de observación breves, los especialistas coinciden en que los efectos de la iluminación artificial nocturna requieren atención. Investigadores como Kenji Obayashi, de la Universidad Médica de Nara, sostienen que futuras investigaciones deberían evaluar si reducir la exposición a la luz, mediante cortinas opacas, antifaces o persianas, puede disminuir los riesgos cardiovasculares observados.