San Martín vivió una de sus noches más duras. La derrota 4-2 ante Aldosivi en Mar del Plata consumó el descenso y dejó un clima de desolación absoluta dentro y fuera de la cancha. Apenas el pitazo final sonó en el Minella, los rostros lo dijeron todo: futbolistas quebrados, colaboradores abrazándose entre lágrimas y un silencio que pesaba más que cualquier palabra.
En el campo de juego, Lecanda salió llorando, contenido por los integrantes del cuerpo técnico. Abel, el histórico utilero del club, era otro de los más golpeados y no podía ocultar el dolor. A metros, las familias de los jugadores miraban sin poder intervenir, atravesadas por la misma tristeza.
El ánimo no mejoró en el vestuario. Allí, el plantel permaneció casi una hora a puertas cerradas, junto a Leandro Romagnoli y un Jorge Miadosqui que caminaba de un lado a otro sin encontrar consuelo. Borgogno fue el único que salió antes: buscó refugio en su familia, casi en soledad. El resto lo hizo después, todavía con los ojos hinchados de llorar.
La tensión también dejó un episodio insólito: un colaborador de San Martín intentó impedir el trabajo de la prensa, la misma que acompañó al equipo durante todo el año en el Hilario y también como visitante.
Romagnoli se retiró del estadio junto a su esposa sin hacer declaraciones, dejando abierta la incertidumbre sobre su futuro. El plantel partió en silencio en el colectivo rumbo al hotel, donde pasarán la noche antes de regresar este sábado a San Juan.
En medio del dolor y la desazón, San Martín empieza otro camino.