Los autos callejeros hacían rugir la quebrada de Zonda como lo hacía el Top Race y Súper TC2000. El humito del tradicional e infaltable asado se desparramaba por el aire, mientras los fanáticos estaban con las palpitaciones a mil cada vez que el semáforo pasaba a verde. La multitud estaba enfocada en la recta de 201 metros. Sobre todo los protagonistas, quienes después de invertir dinero y tiempo, ponían a prueba sus máquinas en apenas siete segundos, o un poquito más. Así se vivía el domingo de "nitro" en el autódromo Eduardo Copello con las picadas legales de autos, que volvieron a desarrollarse tras un largo parate ocasionado por la pandemia.
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A primera hora del domingo, cuando la temperatura era bajísima, los fanáticos empezaban a agolparse en los accesos al autódromo El Zonda. Algunos se dirigían a los cerros para tener una mejor vista, otros optaban por disfrutar la carrera desde adentro, desde la intimidad de boxes. Mientras tanto los participantes se concentraban en los autos y sus detalles, antes de sumarse a la grilla para por fin comenzar a acelerar.
La competencia contó con la participación de unos 150 pilotos de San Juan y otras provincias vecinas, como Mendoza, Córdoba y Buenos Aires. Además, por primera vez, también llegaron competidores de Chile. Era un todos contra todos en las diferentes categorías -clasificadas por segundos- sin importar el modelo de los vehículos, motores y demás retoques.
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Una vez en la línea de largada se empezaba a sentir la verdadera adrenalina. Era la hora de la verdad. Charla entre el piloto y el mecánico-el único autorizado para acompañar en la pista-, seguridad a la redonda controlando la numeración de los coches y que no se filtraran fanáticos, la voz del locutor animando cada largada y el semáforo encendido, el primer rival a vencer: si largabas en rojo, quedabas descalificado, y si demorabas cuando ya estaba en verde, partías ya en desventaja. El objetivo siempre era el mismo: cruzar la recta de 201 metros en el menor tiempo posible (el mismo se mide a través sensores electrónicos con fotocélulas). Algunos autos, en esa corta pero infartante carrera, solían alcanzar hasta 170 kilómetros por hora.
Las picadas en el Zonda desde el aire
Ni mencionar cuando surgían los desperfectos mecánicos a punto de largar: corridas de un lado para otro, destornilladores en acción y pilotos empapados en sudor. Una mezcla de dramatismo y disfrute total que se vive en cualquier competencia motor: a diferencia de otras, en las picadas corren solo por el honor y un trofeo que va a la casa como adorno, nada más.
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La mayoría de los participantes eran dueños o empleados de un taller. De alguna u otra manera, todos tenían alguna otra conexión con el mundo de los fierros. Muy pocos corrían con sponsors o dentro de equipos, para el resto era todo a pulmón. Rodrigo Frías, un joven rawsino fanático de las picadas, contaba que transformar el SEAT Leon -regalo de su papá- en un auto de competición le generó un gasto enorme: "Para esta carrera me gasté algo de 200 mil pesos. Pero ya antes había invertido algo de 300 mil. Y siempre hay que hacerle retoques".
Diego García es otro sanjuanino que no tiene reparos en sacar plata de su bolsillo para mejorar el "rojito" que tiene desde los 12 años (hoy tiene 42). Se trata de un Fiat 600 con caja R6 y motor adaptado de un Fiat Uno, con butacas y relojería de competición, con parrilla de un Palio y hasta nitro (un acelerante que produce mayor cantidad de caballos de fuerza haciendo más rápido el proceso de combustión). Un Fiat 600 que es capaz de competirle a los extravagantes autos: desde un Volkswagen Scirocco hasta un Audi. Impresionante.
Más de las picadas, en esta videonota:
Informe: El mundo de las picadas desde adentro
Tres cosas que no sabías
-En 1994 se realizaron las primeras picadas legales en San Juan
-Quienes organizan las picadas legales en San Juan quieren quieren impulsar el proyecto de un picódromo en el El Zonda (sería donde está la zona de boxes).
-Un mendocino es el que ostenta el récord en El Zonda: 7.24 segundos con un Falcon
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