Potrero y cuna de talentos: el club que nació en el '86, lleva los colores de River y se sostiene por el amor de los hinchas islanos
Capítulo 8. El Club Deportivo La Isla está ubicado en un pueblo chiquito de Calingasta y para llegar hay que transitar un callejón de tierra que bordea la Ruta 149. A pocos metros asoma la inmensidad: un predio con cierre olímpico enmarcado por el imponente paisaje de sus cerros y bajo el estricto cuidado de sus fanáticos, que riegan la cancha con botellas de agua cuando hay partido y se emocionan cuando sus jugadores defienden sus colores. Historia y orgullo.
San Juan está lleno de potreros y detrás de eso hay cientos de historias que merecen ser contadas. La del Club Deportivo La Isla es una de ellas: amor, sentido de pertenencia, familia y mucho trabajo a pulmón, son los condimentos esenciales de quienes componen la institución de Calingasta. Es de los años cincuentipico, pero su nombre empezó a tomar fuerza en 1986, el mismo año en que la historia coronó a la Selección Argentina e hizo Dios a Diego Armando Maradona. Un capítulo más en la cancha de tierra dura que se esconde entre los cerro de la Ruta 149.
Su historia se escribe en los viejos libros y poco se conoce de eso que guardaron como un tesoro los fundadores. Lo cierto es que el Club Deportivo La Isla plantó bandera el 12 de octubre de 1986 y en sus inicios los colores fueron el negro y el blanco. Sin embargo, con el correr del tiempo todo se transformó y su camiseta cambió los tintes a blanco y rojo, como la bandera de River; una vieja gloria de la institución relató por lo bajo que fue por votación y no porque los vecinos llevaran los colores millonarios en la piel.
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La Isla está presidido por Daniel Villafañe y cuenta con unos 70 socios, quienes son los fieles colaboradores: familias enteras del pueblo y vecinos, ese pueblito chiquito de Calingasta que se hace notar y sentir con su pasión por el fútbol en la liga departamental.
Este club no solo es conocido por su nombre y su vieja historia, sino por su impresionante geografía, a la que se debe llegar ingresando por un callejón de tierra hasta dar con un marco entre montañas que es realmente envidiable. Hasta ahí no llega el agua corriente, y cada tanto, cuando hay partidos, es el camión de la municipalidad el que riega el campo.
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A veces, cuando eso no sucede, son los mismos socios e hinchas quienes llegan con botellas y bidones de agua para aplanar un poco la tierra de la cancha y bañar a las plantitas, las que con esfuerzo plantaron alrededor de campo para que en un futuro se cubra de sombra para los fanáticos. El piso es duro, la tierra suelta, y la lucha con el viento que pega fuerte en lo alto forma parte del desafío de jugar en La Isla.
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Legado, familia y un amor incondicional por el Club La Isla
La familia Ortíz-Espejo es un ejemplo de humildad y pasión futbolera en la localidad de La Isla, Calingasta. Desde chicos, el club formó parte de su infancia y vivieron los partidos con intensidad y mucho amor. Esa cercanía con el Club Deportivo La Isla hizo que, con los años, dediquen su tiempo no solo como jugadores e hinchas, sino también como colaboradores cada vez que hace falta dar una mano.
Cada miembro de la familia comparte un mismo amor: los colores del club y la pasión por el fútbol. Todos visten la camiseta de La Isla y la defienden con orgullo en cada partido, poniendo el corazón en cada jugada.
Solo la más pequeña de la familia aún no comprende del todo esa devoción. Es chiquita todavía para entender el fuego que sus padres y hermanos sienten por el club y por el calor de ser Islano. Pero seguro, con los años, aprenderá que ser parte de la institución no es solo jugar o alentar: es sentir, colaborar y amar cada rincón de la cancha que los vio crecer y formarse como jugadores.