En medio del fervor por su primer gol en una categoría nacional, con la camiseta del club de sus amores, la que transpira desde los 8 años, Nahuel Tejada no puedo olvidar los viajes en bicicleta hasta Concepción en compañía de su abuelo. Carlos fue el hombre que lo llevó por primera vez hasta las instalaciones verdinegras cuando era sólo un niño y que lo acompañó hasta los 13. Carlos fue el motivo por el que estuvo a punto de colgar los botines hasta que una promesa lo cambió todo. “La verdad es que cuando murió no quise venir más al club, no quise jugar más al fútbol. Pero mi abuela me pidió que no dejara, que lo diera todo por él y eso fue lo que hice”, comenta el protagonista.
Nahuel (20) viene de convertir su primer tanto en la Primera Nacional frente a Estudiantes de Río Cuarto, en el estreno de César Monasterio como técnico. Un gol especial en vísperas de su cumpleaños y por todo lo que significa el fútbol en su vida y en la de su familia. De pocas palabras, el protagonista señala a sus abuelos Carlos y Sara, a quienes llama “papás”, como los responsables de su brillante presente y futuro prometedor en San Martín.
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Con su tía y su abuela, hoy sus pilares en su carrera futbolística.
“Yo empecé a jugar a la pelota en el barrio Laprida, donde vivo con mi familia. Con los chicos jugábamos en la plaza, en la unión vecinal. Después a los 8 me trajo mi papá a San Martín. Me gustaron los entrenamientos, el grupo que se formó, y no me fui más. Me acuerdo que mi papá me traía en bicicleta, después en colectivo. Hacía un esfuerzo enorme para acompañarme todos los días. Él me compró mis primeros botines”, sostiene el volante creativo.
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Cuando a los 13 años pierde a su abuelo, quien hasta ese entonces era el sustento de la familia (trabajaba como sereno en una empresa privada), Nahuel no quiso jugar más. Su abuela Sara fue quien le insistió que siguiera adelante con su sueño. “Ella fue mi sostén. Me dijo que no tirara todo, que lo hiciera por él. Continúe en el club. Ya era mi tía la que me traía a los entrenamientos. Mi mamá me acompañó en varias ocasiones, pero después se enfermó. De hecho, el día que hice el gol no pudo estar en la cancha. Pero apenas terminó el partido fui a la casa, ella estaba esperándome, contenta”.
Nahuel no olvida sus raíces y mucho menos a Carlos y a Sara. Por esa razón, cuando marcó el segundo gol de la victoria y el primero en su carrera en una tarde inolvidable en el Hilario Sánchez, besó sus nombres (los lleva en la piel) y con una mano en alto se lo dedicó homenajeó al hombre que lo motivó e inspiró.