Luz Pittaluga, la recompensa después de insistir: la historia de una campeona que nunca dejó de creer
Con 22 años y 1,62 de estatura, Luz Pittaluga fue bicampeona y MVP del básquet femenino sanjuanino tras un camino de perseverancia y pertenencia a la Universidad.
En el básquet femenino, como en la vida, no todas las historias se construyen desde el talento precoz o los flashes tempranos. Algunas nacen en el silencio, en la insistencia diaria y en la decisión de no abandonar cuando los resultados no llegan. La historia de Luz Pittaluga pertenece a ese grupo. A los 22 años, estudiante del profesorado de Educación Física, base o ayuda incansable de la Universidad y bicampeona en este 2025, la sanjuanina encontró finalmente la recompensa a un camino largo, exigente y profundamente formativo.
Ese recorrido, cargado de perseverancia, frustraciones y convicciones firmes, es el que ALMATEUR retrata en profundidad en su nuevo episodio audiovisual, una producción que pone el foco en las historias que van más allá del resultado y muestran el detrás de escena del deporte sanjuanino.
“Siempre me decían cómo iba a jugar al básquet con 1,62”, cuenta entre risas. Durante mucho tiempo su estatura no fue un problema, pero con el crecimiento de la competencia femenina comenzó a sentirse como un condicionante real. Rivales más altas, más fuertes, más físicas. Sin embargo, lejos de retroceder, Pittaluga entendió algo clave: el básquet no se juega solo con centímetros, sino con decisión, lectura y carácter. “El tapón es parte del básquet, ya lo entendí”, resume con naturalidad.
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La consagración llegó este año, con el título del Apertura. Y lo mejor vino después: en un torneo Clausura especial, con el nombre de Rodolfo Luna, el entrenador que la formó desde niña y que fue guía en los momentos más difíciles. Universidad logró revertir una serie adversa ante UVT, incluso ganando en cancha ajena el partido definitorio de la serie final, y Luz terminó siendo elegida como la jugadora más valiosa, aportando intensidad, defensa y liderazgo silencioso. “Tal vez no sumé tantos puntos, pero nunca dejé de correr y tuve muchos robos”, destaca, definiendo su rol con precisión.
El recorrido no fue sencillo. Pittaluga empezó a jugar al básquet a los 11 años, casi por casualidad, en una colonia de verano. Se enamoró del deporte y, al descubrir que su madre y su tía también habían jugado, decidió seguir ese legado. Cuando llegó a la Universidad, tuvo claro a quién buscar: al Negro Luna. Desde entonces, nunca cambió de club. “La U es mi casa”, afirma sin dudar.
Esa pertenencia fue clave para sostenerse en los años donde el título parecía esquivo. Temporadas completas rozando el objetivo, equipos que se desarmaban, frustraciones acumuladas. “Muchas veces pensé en dejar de jugar, pero antes dejaba el básquet que irme de la U”, confiesa. El Palomar, la gente, el grupo y la contención fueron el ancla emocional que la sostuvo.
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La frustración, sin embargo, también dejó huella. Luz habla sin rodeos de un tema todavía poco visible en el deporte amateur: la salud mental. Reconoce que necesitó empezar terapia para poder seguir. “Entrenás tanto y no ganás, y eso desgasta. Tuve que entender que era un juego y que tenía que disfrutarlo. Si no, no tenía sentido”. Ese proceso fue tan importante como cualquier entrenamiento físico.
Hoy, con el título en las manos, la lectura es distinta. La perseverancia tuvo premio, pero el aprendizaje fue más profundo. “La cabeza es fundamental. Si no estás bien, no disfrutás. Y si no disfrutás, no sirve”, reflexiona, dejando un mensaje claro para las más jóvenes: pedir ayuda no es debilidad, es parte del crecimiento.
El básquet atraviesa toda su vida. No solo como jugadora, sino como proyecto. Eligió estudiar Educación Física porque el deporte le abrió un horizonte. “No quiero que el básquet se vaya nunca de mi vida. Como jugadora, entrenadora o lo que sea”. La pasión sigue intacta.
“Muchas veces pensé en dejar, pero entendí que si no disfrutaba, no tenía sentido. La perseverancia también se entrena.” “Muchas veces pensé en dejar, pero entendí que si no disfrutaba, no tenía sentido. La perseverancia también se entrena.”
También mira más allá de lo personal. Cuando piensa en el básquet femenino sanjuanino, su deseo es colectivo: más competencia, más oportunidades, más roce afuera de la provincia. Reconoce la brecha con otras regiones, pero también el crecimiento de las nuevas camadas. “Hoy hay muchas más chicas, se genera competencia y eso eleva el nivel. Eso antes no pasaba”.
La historia de Luz Pittaluga es la de muchas deportistas que sostienen un sueño durante años sin garantías. Una historia que encuentra en Almateur el espacio para ser contada con profundidad, sensibilidad y contexto.