En El Zonda, el ruido de los motores suele imponerse sobre cualquier emoción. Pero este domingo, entre el olor a nafta y el eco de los fierros, hubo un silencio que impactó sobre el rugido de los autos: el de un abrazo. Ayrton Malizia, piloto mendocino de la Clase 2 del Zonal Cuyano, se bajó del auto con los ojos empañados. Su carrera no había terminado como lo había planificado, el motor dijo basta, pero el corazón seguía acelerado.
A unos metros lo esperaba su padre. No hubo reproches ni frustración, solo un abrazo apretado y lágrimas compartidas. “La lágrima es de emoción, porque realmente hicimos una carrera muy buena hasta que se puso un cilindro”, contó Ayrton a Tiempo de San Juan. “Ayer sufrimos un golpe innecesario que nos rompió mucho el auto. Lo terminamos cinco minutos antes de largar, porque se rompió muy, mucho, y fuimos a cambiar hasta el embrague”.
Embed - Tiempo de San Juan on Instagram: "Lágrimas en El Zonda: el abrazo que valió más que una bandera a cuadros El mendocino Ayrton Malizia quedó afuera del podio de la Clase 2 del Zonal Cuyano por la rotura del motor, pero al bajarse del auto se fundió en un abrazo con su padre y su equipo. “Es mucho sacrificio correr aquí”, dijo. Más info en @tiempodesanjuan #historia #automovilismo #autodromoelzonda #tiempodesanjuan"
El relato tiene el tono de quien sabe que llegar hasta la línea de largada ya fue una victoria. “Las lágrimas son de emoción, de todo lo que hacemos para poder estar acá. Contando la noche a noche, hacía cinco noches que no dormíamos. Y, bueno, todo eso suma para estar emocionados”, agregó el piloto, todavía con la voz entrecortada.
A pesar de que el auto no resistió, el esfuerzo valió la pena. Y en ese abrazo entre padre e hijo se resumió lo que significa correr en El Zonda: no solo la velocidad o la adrenalina, sino la entrega, la pasión y el sacrificio de quienes, aun sin cruzar la meta, se van sabiendo que ya ganaron.
“Por más que no hayamos terminado, para mí fue un logro importantísimo”, cerró Ayrton Malizia.