Podría decirse que Raúl Antuña transitó un camino de montaña rusa en su vínculo con el club de sus amores, San Martín. Desde su regreso en 2021 como coordinador de inferiores, carrera fue adaptando diferentes roles de formación, interinatos fugaces y finalmente el mando completo del equipo que ahora festeja el tan ansiado regreso Primera División. Una historia que mezcla la capacidad para desenvolverse en cualquier puesto, pero también la paciencia y el cariño por una camiseta.
Todo comenzó a mitad de 2021, cuando la dirigencia encabezada por Jorge Miadosqui apostó a una reestructuración profunda en las inferiores. La salida de Hugo Garelli abrió paso a un proyecto liderado por Antuña, quien se rodeó de figuras de la casa como "Roly" Rodríguez, Marcelo Laciar y Alejandro Schiaparelli. Era un tiempo de cambios en Concepción, con un San Martín decidido a nutrir su plantel mayor con talento local. "Purruco", emocionado por volver diez años después al club donde se formó (en 2010 había dirigido dos categorías menores y 5 años atrás había tenido su último periodo como jugador de San Martín), asumió como coordinador de la cantera, un rol que parecía alejado de la presión de la Primera Nacional.
Sin embargo, la calma duró poco. En 2022, tras la salida de Luigi Villalba, Raúl asumió un primer interinato en el equipo profesional. Un par de partidos bastaron para mostrar su capacidad de liderazgo, pero la dirigencia decidió apostar por otro nombre para la temporada siguiente. Raúl regresó a su puesto en las inferiores, dejando una huella en el hincha por ser uno de los pocos entrenadores sanjuaninos al frente del primer equipo en años. Pero el destino, caprichoso, volvió a llamarlo.
La campaña 2023 trajo altibajos para el plantel. Con un rendimiento brillante en casa, pero irregular como visitante, San Martín quedó al borde del Reducido, apenas a dos puntos de entrar en la pelea por el ascenso. La renuncia de Andrés Yllana volvió a poner a Antuña en el banco de suplentes, esta vez para un interinato corto. Era un regreso conocido: tomar las riendas tras una salida abrupta, estabilizar el equipo y dar paso a un nuevo técnico. Pero el hincha pedía otra cosa. El cariño por el "Purruco", potenciado por su identificación con el club y sus logros en la cantera, empezó a pesar más que cualquier decisión administrativa.
El punto de quiebre llegó en 2024, tras la salida escandalosa de Francisco "Pancho" Martínez. La dirigencia verdinegra, tras los vaivenes en la conducción técnica, confirmó a Antuña como entrenador oficial. Miadosqui lo dijo sin rodeos: “La intención es que Raúl continúe al mando del equipo. No estamos buscando otra opción”. La noticia marcó un antes y un después. Por primera vez, "Purruco" tenía la oportunidad de liderar un proyecto sin la etiqueta de interino. Y la expectativa era alta.
Los primeros meses del año no fueron sencillos. San Martín acumulaba buenas actuaciones, pero los resultados no siempre acompañaban. Pero los hinchas, acostumbrados a las montañas rusas emocionales del fútbol, comenzaron a notar un cambio. El equipo era intenso y ofensivo, y de a poquito, el entrenador sanjuanino empezaba a convertir a Concepción en una fortaleza. Y las estadísticas respaldaron su proceso: el Verdinegro no solo fue imbatible de local, sino que también logró mejorar su rendimiento fuera de casa.
Después la gloria. En un cierre de temporada infartante, San Martín logró el ascenso a Primera División tras vencer a Gimnasia de Mendoza. Y hoy Raúl Antuña no es solo un entrenador más, sino un símbolo de San Martín, dejando establecido que a veces las oportunidades pueden cambiarlo todo.